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Los políticos españoles muy preocupados por Venezuela

En España es frecuente asustar con el tema de Venezuela; la derecha española nunca ha dudado en utilizar el chavismo para decir que son demonios con cuernos, aunque también parte de la izquierda moderada. Ahora está allí de visita Albert Rivera, de Ciudadanos, la formación que ellos llaman de centro, pero que a la vista de sus actos hay que situarlos en la derechona más rancia.

Como se sabe, desde hace meses la oposición de derecha venezolana acentuó la presión sobre el presidente Nicolás Maduro, que sucedió a Hugo Chávez en 2013, votando en el Parlamento una moción de confianza contra el ministro de la Alimentación, acusado de las penurias del país. La derecha también cosechó cerca de un millón de firmas, cinco veces más de las requeridas, para obtener un referéndum cuyo objetivo sería destituir al presidente.

Desde hace años, la derecha procura apartar a los chavistas del gobierno. Ya intentó destituir a Hugo Chávez, sin éxito. Pero hoy la degradación de la situación económica y social del país le da alas. Desde 2014, el régimen sufre las consecuencias de la caída del precio del petróleo, que asegura el 96 % de los recursos de Venezuela. El presupuesto del Estado se ha dividido por cuatro y el país resiste en una situación de penuria alimentaria y energética. Así pues los programas sociales, que fueron los fundamentos del chavismo, tienen dificultad para mantenerse. Para atenuar la falta de divisas, el banco central hace funcionar la máquina de billetes, lo que hace estallar la inflación, multiplicada por cuatro respecto al año pasado.

Hay también pobreza energética, de electricidad. El gobierno se ha visto obligado a instaurar cortes diarios de algunas horas en los Estados más poblados, salvo en la capital Caracas. Instauró un cambio de huso horario de una media hora e instituyó nuevos días feriados, para reducir gastos.

El sector de la electricidad está nacionalizado desde 2007 pero, estando el Estado escaso de dinero, no pueden seguir con el mantenimiento de la red y las inversiones indispensables. A estas dificultades económicas se añadieron las climáticas: la central hidroeléctrica de Guri, que abastece el 70 % de la energía, se encuentra en un nivel de agua muy bajo desde la llegada de El Niño.

La falta de energía tiene otras consecuencias. Los funcionarios trabajan en lo sucesivo sólo dos días a la semana. Los diputados y empleados no han sido pagados en abril. Los alumnos, del maternal al liceo, no tienen curso el viernes. Los hoteles mismos y los grandes comerciantes deben proveerse ellos mismos sus necesidades en electricidad nueve horas al día. Los centros comerciales redujeron sus horarios de apertura, engendrando colas importantes y provocando tensiones fuertes que rayan a veces en el motín.

La derecha hace una guerra sin cuartel al régimen: “Maduro es las tinieblas” o “La corrupción nos suprimió la luz”. ¡Como si esta oposición, que tiene sus raíces en la clase patronal, no es ella misma corrupta y corruptora! La oposición tiene el viento a su favor desde que ganó las elecciones legislativas de diciembre pasado, obligando a la presidencia chavista a pactar con una mayoría que quiere destituirle. Al que la presidencia replica que la derecha prepara un golpe de Estado.

Durante trece años, el régimen de Hugo Chávez hizo frente a las maniobras de la derecha y de los ricos. Se enfrentó con dos tentativas de golpe de Estado y una campaña de destitución. Se apoyó en las clases populares, cuya suerte indiscutiblemente fue mejorada por sus programas sociales. Pero la situación actual le hizo perder una parte de sus apoyos.

La oposición acusa al chavismo de no haber sabido diversificar la economía para sacarle de la monoactividad del petróleo. Pero todos los gobiernos que los precedieron no actuaron de otro modo, con la única diferencia de que los chavistas escogieron reservar una parte de la renta para satisfacer algunas necesidades elementales de la población. Es esto que, desde hace dieciséis años, aguijonea el coraje de las clases ricas contra los chavistas. La vuelta a los asuntos de la derecha podría sólo degradar de nuevo la situación de las clases populares, aunque sus portavoces pretenden hoy lo contrario.

El pueblo venezolano, por sí mismo, debe prepararse para defenderse, para que su situación no dé marcha atrás.