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Las Marchas de la Dignidad volvieron a las calles

A finales de mayo las Marchas de la Dignidad volvieron a salir a la calle por tercer año consecutivo, aunque con una asistencia mucho menor, sobre todo en Madrid debido al llamado plan B de Varoufakis para pedir una Europa más democrática, que se manifestaba el mismo día, pero sobre todo debido al hecho de que mucha gente de izquierda han tomado la senda electoralista como eje principal relegando u olvidando que la fuerza de un verdadero cambio está en la calle y vendrá de la lucha de la clase obrera.

Sin embargo no hace tanto – concretamente en 2014 – más de un millón de personas se dieron cita en Madrid por el pan, el trabajo y techo, en definitiva, por la dignidad. Y esto hay que recuperarlo pues no son las elecciones las que van a aumentar las luchas y la conciencia de clase, la comprensión de que hace falta organizarse y luchar por dignificar el mundo del trabajo, pasos imprescindibles para plantar cara a este sistema que engendra crisis tras crisis, desempleo, desahucios, recortes de todo tipo, etc., etc., etc.

El mundo del trabajo es básico para poder construir una sociedad distinta, sobre otras bases que no sean el mero beneficio privado. Y esto es así porque somos los trabajadores – entendido en su sentido más amplio – los que hacen funcionar la sociedad. Desde el barrendero, pasando por el profesor, estudiantes, ingenieros, pequeños autónomos… todos en conjunto hacen que funcione día a día la sociedad, la economía; pero, sin embargo, los beneficios van a los bolsillos privados de bancos y grandes empresas. Tenemos la fuerza para cambiar este estado de cosas, porque tenemos el número, somos mayoría.

Las opciones del cambio, término tan oído en los últimos tiempos, no son opciones nuevas y a lo largo de la historia han demostrado ser humo de artificio. Ya el Felipe González de los años 80 – en la época con un lenguaje tan radical que a muchos jóvenes hoy sorprendería – prometía grandes cambios… y representó para muchos tal decepción que muchos militantes no volvieron a tomar parte activa en manifestaciones ni protestas.

Sin embargo la presión en las calles es la única garantía de cambio; todos los gobiernos posibles en una sociedad democrática dentro del marco capitalista van a administrar los asuntos y la economía del país dependiendo de las presiones que reciban. Hoy día, qué duda cabe, es la presión de los bancos y del capital la que inclina la balanza hacia su lado. Pero esto no es una ley natural, puede cambiar.

Y un primer paso para conseguir dignificar el trabajo como condición para tener una existencia mejor a todos los demás niveles, es volver a las calles al grito de ¡pan, trabajo y techo!