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La CUP sostiene a la derecha en Cataluña

Hasta los últimos momentos, cuando ya nadie lo esperaba, llegó el acuerdo entre la CUP y Junts pel Sí. El acuerdo comprende el cambio del “honorable” Mas, que es sustituido por otro político de su partido Puigdemont. Como contrapartida dos diputados de la CUP entran a formar parte del grupo parlamentario de Junts pel Sí, comprometiéndose a no votar con la oposición en todo aquello que vaya en detrimento del “procés”. Para los portavoces de la CUP, Mas ha sido expulsado al “basurero de la historia”. Pero la realidad es otra. Mas o Puigdemont son representantes de la misma burguesía, que a través del partido Convergencia, se mantienen en el gobierno y la farsa de la independencia catalana sigue ocultando la explotación, los recortes, el paro y los despidos. Además el acuerdo supone una humillación para la CUP al reconocer por escrito sus “errores” que ha supuesto el descrédito del “procés”.

Con este acuerdo la burguesía catalana a través de Convergencia mantiene el control y el liderazgo de la Generalitat, su aparato de estado autonómico corrompido hasta la médula, encabeza todo el movimiento hacia la independencia y un futuro Estado catalán bajo la forma de una república. La oligarquía catalana, las famosas 400 familias, a través de la derecha catalanista mantienen el carácter burgués de toda la maniobra de diversión que han supuesto las movilizaciones nacionalistas y de Junts pel Sí, ocultando la raíz de la crisis capitalista que machaca al pueblo trabajador. Junts pel Sí, ahora con la CUP, ha conseguido agrupar tras de sí en un frente interclasista a sectores importantes de la población catalana. El apoyo de la CUP a Puigdemont, es el fin de toda política plegada al nacionalismo con apariencia “anticapitalista”.

Lo característico de las trampas de la política nacionalista es que supedita los intereses de los oprimidos y explotados a los intereses y al servicio del capital, que unifica en el mismo sendero a las víctimas de la explotación social con sus explotadores. Primero, dice la izquierda nacionalista, consigamos la independencia, después vendrá el socialismo.

El ex presidente Mas ha logrado quedar como todo un señor ante su electorado. Se ha apartado, se ha puesto al lado, para que el caramelo hiciera efecto con los dirigentes de la CUP. Cambian de cabeza pero su política, su partido, se mantiene. La corrupción, los recortes, los ataques y la represión de su gobierno quedan libres, la injusticia de su gobierno, que se apoyaba en Rajoy –recordemos la reforma laboral, quedan a salvo. El plan de choque contra la situación de pobreza social que la CUP se atribuye en el pacto, se queda como mantel decorativo para la mesa de la derecha que se comerá la mayoría del pastel producido por la clase trabajadora.

Ahora el gobierno de la Generalitat tiene 18 meses para presentar su proyecto de república catalana, de presentar las leyes para su hacienda, seguridad social etc., que dará lugar al embrión de un Estado capitalista propio, para seguir robando al pueblo trabajador. Intentarán conseguir agrupar a más población detrás suya hasta conseguir una mayoría que hasta ahora no tienen. Y la CUP le ha dado en bandeja la primera victoria, la mayoría parlamentaria.

Esta situación provocará que la derecha en todo el país y sus mamporreros socialistas tengan munición para seguir haciendo que los trabajadores paguen la crisis del capital. Aquellos que se ilusionan con la República catalana se engañan. Un nuevo aparato de Estado, como ocurrió en Yugoslavia, en Chekia, Eslovaquia o Eslovenia o Ucrania, no es el primer paso de ningún cambio social en beneficio de los trabajadores. Lo único que hará es mantener a la burguesía a través de sus políticos y el monopolio de la violencia legal. No va a debilitar a Rajoy y al Estado central.

Al contrario lo potenciará. Ya está consiguiendo dividir a los trabajadores del Estado entre un nacionalismo y otro. Y que nadie se llame a engaño: Rajoy, como los socialistas, como Puigemont, o Mas y sus agrupaciones harán lo que la burguesía ha hecho siempre: aplastar cualquier movilización obrera y social y se ayudarán en el caso de que vean en peligro la propiedad de los medios de producción, sus negocios y empresas capitalistas.

Los Estados y las naciones engloban a explotadoeres y explotados; agrupar bajo el catalanismo, andalucismo o españolismo objetivos de construcción de un Estado es someterse a los intereses de la clase dominante. Puede ocurrir que se identifique los problemas de la crisis con un Estado y su gobierno y que la separación de ese estado pueda ser un progreso. Sin embargo en la crisis brutal del capitalismo actual solo una política independiente del proletariado puede resolver los problemas. Cualquier ilusión en un nuevo Estado es engañarse. En Cataluña la maniobra de la burguesía avanza en ese sentido por sus intereses. La clase trabajadora debe tener claro que sólo la unidad de los trabajadores con un programa independiente de la burguesía y el nacionalismo hacia la expropiación de sus medios de producción es la única garantía de futuro.

Nuestra única salida a la crisis del capitalismo es ir a contracorriente de las presiones nacionalistas pues será la clase trabajadora unida la que pueda con su programa político y social independiente acabar con la explotación social, expropiando los medios de producción capitalistas y planificando la economía de acuerdo a los intereses de los trabajadores y de la sociedad y a escala nacional y europea. No es un problema de naciones es un problema de lucha de clases.

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