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Centenario de la Revolución Rusa. En octubre se prepara la insurrección.

En octubre -septiembre en el calendario ruso de la época- de 1917, los bolcheviques habían ganado la mayoría de los Soviet en Petrogrado, en Moscú, en la flota del báltico y esto reflejaba el progreso espectacular de la influencia bolchevique entre las masas proletarias.
Los delegados del soviet recibían continuos llamados a cambiar la situación: ¿“hasta cuándo vamos a aguantar esta situación intolerable? Los soldados nos han hecho saber -expresaban los delegados- que si de aquí al 1 de noviembre no hay avances sobre la paz no habrá nadie en las trincheras, el ejército al completo se retirará. Trotsky explicaba en la Historia de la revolución rusa:
“…Lo que la revolución en su conjunto es respecto a la evolución, la insurrección armada lo es en relación a la revolución misma: el punto crítico en que la cantidad acumulada se convierte por explosión en calidad. Pero la insurrección misma no es un acto homogéneo e indivisible: hay en ella puntos críticos, crisis e impulsos internos.
Tiene gran importancia, desde el punto de vista político y teórico, el corto período que precede inmediatamente al “punto de ebullición”, es decir, la víspera de la insurrección. Se enseña en física que si se abandona de pronto una operación de calentar regularmente un líquido, éste conserva durante un cierto tiempo una temperatura invariable y entra en ebullición después de haber absorbido una cantidad complementaria de calor. El lenguaje corriente viene una vez más en nuestra ayuda, definiendo el estado de falsa tranquilidad y sosiego anterior al estallido como “la calma que precede a la tormenta”.
Cuando la mayoría de los obreros y soldados de Petrogrado pasó indiscutiblemente al lado de los bolcheviques, la temperatura parecía haber alcanzado el punto de ebullición. Fue precisamente entonces cuando Lenin proclamó la necesidad de una insurrección inmediata. Pero lo sorprendente es que aún faltaba algo para la insurrección. Los obreros y, sobre todo, los soldados debían absorber todavía una nueva dosis de energía revolucionaria.”
“…Lenin ha repetido más de una vez que las masas están infinitamente más a la izquierda que el partido, y éste más a la izquierda que su Comité central. En relación a la revolución en su conjunto, era absolutamente justo. Pero, incluso en esas relaciones recíprocas, hay profundas oscilaciones íntimas. En abril, en junio, en particular a comienzos de julio, los obreros y soldados empujaban impacientemente al partido por el camino de los actos decisivos. Después del aplastamiento de julio, las masas se habían hecho más prudentes. Tanto o más que antes, deseaban la insurrección. Pero se habían quemado los dedos y temían un nuevo fracaso. Durante los meses de julio, agosto y septiembre, el partido, de un día para otro, contenía a los obreros y soldados que los kornilovianos, por el contrario, provocaban de todas formas a salir a la calle. La experiencia política de los últimos meses había desarrollado enormemente los centros moderadores, no sólo entre los dirigentes, sino también entre los dirigidos. Los incesantes éxitos de la agitación mantenían, por otro lado, la inercia de la gente dispuesta a estar a la expectativa. Para las masas no bastaba ya una nueva orientación política: necesitaban rehacerse psicológicamente. Cuanto más mandan sobre los acontecimientos los dirigentes del partido revolucionario, más la insurrección engloba a las masas.
…No se puede comprender exactamente la insurrección de Octubre si sólo se examina su fase final. A finales de febrero, la partida de ajedrez de la insurrección se jugó desde el primer movimiento hasta el último, es decir, hasta el abandono del adversario; a finales de octubre, la partida principal pertenecía ya al pasado, y el día de la insurrección se trataba de resolver un problema bastante limitado: mate en dos jugadas. Es, por tanto, indispensable, fechar el período de la insurrección a partir del 9 de octubre, cuando surge el conflicto de la guarnición, o del 12, cuando se decidió crear el Comité militar revolucionario. La maniobra envolvente duró más de quince días. La fase más decisiva se prolongó cinco o seis días, desde el momento en que fue creado el Comité militar revolucionario. Durante todo este período actuaron directamente centenares de miles de soldados y obreros, formalmente a la defensiva, pero en realidad a la ofensiva. La etapa final, en el curso de la cual los insurrectos rechazaron definitivamente las formas convencionales de la dualidad de poderes, con su legalidad dudosa y su fraseología defensiva, duró exactamente veinticuatro horas: del 25, a las 2 de la mañana, hasta el 26, a las 2 de la mañana. En ese lapso de tiempo, el Comité militar revolucionario recurrió abiertamente a las armas para apoderarse de la ciudad y detener al gobierno: en las operaciones participaron, en total, sólo las fuerzas necesarias para cumplir una tarea limitada, en todo caso no más de veinticinco a treinta mil hombres.”