Los electores americanos están llamados a las urnas el próximo 8 de noviembre para suceder a Obama en la presidencia de EEUU. Con Trump, los republicanos han elegido un candidato xenófobo, misógino y grosero. Pretende llegar al electorado blanco, a los trabajadores blancos, que ha visto bajar su nivel de vida y aumentar la precariedad en el curso de los últimos años. Pero Trump, en realidad, es un promotor inmobiliario millonario, que ha hecho fortuna sin pagar impuestos y explotando a los trabajadores, sobre todo a los inmigrantes.
Sin duda Clinton es la candidata preferida por la gran burguesía. Sin tener en cuenta el legado de su marido, ella como senadora o como ministra ya ha demostrado que también está del lado de los ricos. Por ejemplo, fue con su apoyo que en 2008 los bancos fueron generosamente reflotados por el Estado federal.
Hace 8 años la llegada al poder de Obama suscitó grandes esperanzas; entre los negros que esperaban el fin del racismo, que no se ha producido. De forma general, las clases populares esperaban cambios, pero siguen pagando la factura de la crisis y las desigualdades son aún peor que hace 8 años. Había también mucha gente ilusionada con que Obama acabaría con las intervenciones militares; 8 años después EEUU sigue siendo el gendarme del mundo.
Así pues, todo el circo electoral se resume a la elección para quién será el nuevo inquilino de la Casa Blanca, pero no para la política que llevará a cabo; esta se sabe y pasa tanto en EEUU como en España.
Lo que falta en EEUU, pero también aquí con nuestro propio circo electoral, es lo que falta siempre: un partido obrero que defienda verdaderamente sus intereses como clase trabajadora. Pero los trabajadores americanos, como los de aquí, también tienen una larga historia de luchas que más temprano o tarde dará sus frutos, y retomarán el camino de la unidad de clase y la lucha obrera.