Tres meses después de la revolución de febrero de 1917, la continuación de la guerra y la preparación de una nueva ofensiva provocan privaciones graves en las ciudades y aceleran la ruina económica. Esperando quebrantar la combatividad de los obreros, los industriales se entregan al sabotaje de la producción y al cierre de sus fábricas con el menor pretexto.
Pero es lo inverso lo que se produce: en cada fábrica, en cada centro industrial, el sabotaje de los patronos provoca la intervención de los obreros. De hecho, imponen su control sobre la producción. Dándose cuenta de las vacilaciones de los dirigentes de los soviets, se dirigen a los bolcheviques. En la “Historia de la Revolución Rusa”, Trotsky analiza este pulso.
“La burguesía en su conjunto se comprometía en la vía del derrotismo económico. Las pérdidas y los daños temporalmente sufridos, a causa de la parálisis económica, eran a sus ojos, era el precio a pagar de la lucha contra la revolución, que amenazaba las bases de la “cultura”. Al mismo tiempo la prensa bien pensante, día tras día, acusaba a los obreros de sabotear la industria, de robar los materiales, de quemar inconsideradamente el combustible. La falsedad de las acusaciones sobrepasaba todo límite. (…)
El Consejo de la Industria Unificada [organización patronal] invitó a sus miembros a cerrar las empresas aisladamente, buscando pretextos plausibles. El plan del cierre patronal larvado fue aplicado con método (…) Después de haber preparado la situación política, los industriales pasaron de la palabra a la acción. En el trascurso de marzo y de abril, 129 pequeñas empresas, con 9.000 obreros, fueron cerradas; en el trascurso de mayo, 108 empresas con el mismo número de obreros; en junio, cerraron 125 empresas con 38.000 obreros; en julio, 206 empresas echan en la calle a 48.000 obreros. El cierre patronal se extiende en progresión geométrica.“
Ante la catástrofe y la presión de los obreros, el Comité Ejecutivo de los Soviets suplica el gobierno “tomar en sus manos una organización racional de la economía pública y del trabajo”. Lo que hacía decir a Lenin: “un programa magnífico: y un control, y empresas nacionalizadas, y la lucha contra la especulación, y el servicio obligatorio del trabajo… Estamos obligados a reconocer el programa del “horrible” bolchevismo, porque no puede haber otro programa, otra salida ante la quiebra espantosa que efectivamente nos amenaza.”
Trotsky prosigue: “toda la cuestión es, sin embargo, saber quién realizará este magnífico programa. ¿Sería la coalición? La respuesta vino inmediatamente. Un día después de la adopción por el Comité Ejecutivo del programa económico, el ministro de Comercio e Industria dimite.
Las huelgas se multiplican; toman un carácter particularmente violento en las capas obreras más atrasadas y explotadas. Las lavanderas, los obreros tintoreros, los toneleros, los empleados del comercio y de la industria, los obreros del ramo de la construcción, los pintores, los zapateros, los artesanos del cartonaje, los obreros charcuteros, los carpinteros están en huelga, sucesivamente, durante todo el mes de junio. (…) Para los obreros avanzados, se volvía cada vez más claro que huelgas económicas parciales, en las condiciones de la guerra, del desconcierto y de la inflación, no podían aportar mejoras importantes, que había que modificar de algún modo las mismas bases. El cierre patronal no solo despertaba el espíritu de los obreros a la reivindicación de un control sobre la industria, sino que los empujaba a la idea de la necesidad de poner las fábricas a disposición del Estado. (…)
El crecimiento de las huelgas y, en general, de la lucha de clase, aumentaba casi automáticamente la influencia de los bolcheviques. Cada vez que se trataba de sus intereses vitales, los obreros comprendían bien que los bolcheviques no tenían segunda intención, que no escondían nada y que se podía contar con ellos. A las horas de los conflictos, todos los obreros, sin partido, socialistas-revolucionarios, mencheviques, se dirigían hacia los bolcheviques. En la Conferencia de los Comités de fábricas de Petrogrado y alrededores, al principio de junio, 335 votos de 421 se pronunciaron por la resolución bolchevique.”