Después de las turbulencias que atravesaron las Bolsas del país en el curso del último verano, las autoridades chinas decidieron colocar a partir de enero de 2016 un mecanismo “cortacircuitos”. Así, después de una caída del 5 %, las cotizaciones serían suspendidas durante 15 minutos; a partir del 7 % serían suspendidas hasta el día siguiente. La esperanza era que estas pausas dieran tiempo para calmar el pánico y reabrir el mercado sobre una base más serena.
Estas reglas existen en otras Bolsas en el mundo pero, ni en China ni en otro lugar, el mercado bursátil se deja regular. Ninguna regla puede impedir a los especuladores vender o comprar con arreglo a la única ley que conocen: la de sus propios beneficios.
El mismo día de su entrada en vigor, el lunes 4 de enero, el umbral de suspensión al 5 % ha sido puesto en marcha en las Bolsas de Shanghai y Shenzhen. Pero los especuladores, lejos de calmarse con esta medida, ampliaron las ventas y el umbral del 7 % fue atravesado 15 minutos después de la reapertura del mercado. Al haberse reproducido el mismo guión el 6 de enero, la autoridad de los mercados chinos se resignó a suspender el nuevo sistema, incapaz de regular mercados financieros, que por definición, son irregulables.
Las Bolsas europeas comenzaron ellas mismas a caer y los medios financieros internacionales aprovecharon para hacer a las autoridades chinas responsables de esta nueva crisis del sistema financiero internacional. Denuncian su “incomprensión de la psicología de mercado”. ¡Sólo tenemos que acordarnos de la crisis de las subprimes o de la burbuja Internet, para comprobar que en Occidente sabemos regular “mejor” las Bolsas…!
Los mercados bursátiles son imprevisibles porque son a imagen y semejanza del sistema capitalista totalmente anárquico, sometido únicamente a los intereses de una minoría que actúa sólo con arreglo a sus beneficios inmediatos. La especulación y sus azares, a las cuales está sometida toda la actividad económica y finalmente la vida de millones de personas, son los fundamentos del sistema. Es este funcionamiento absurdo el verdadero responsable de la crisis.