Alberto Garzón, ex ministro de Consumo en el “gobierno de progreso”, ex coordinador general de IU, acaba de renunciar a incorporarse a Acento como director general tras las críticas recibidas por parte de sus bases y gran parte de la izquierda, en general. Dice no querer perjudicar a sus compañeros, pero al mismo tiempo se ha mostrado muy defraudado por las “dinámicas tóxicas” de la izquierda.
Acento, consultora especializada en lo público, tiene como CEO y socio fundador a José Blanco, exministro y exsecretario de Organización del PSOE. En su organigrama también figura como presidente el exdirigente del PP Alfonso Alonso. La lista de políticos que, terminadas sus carreras políticas, fichan por grandes empresas, consultoras, grandes bufetes y grupos de presión, es larga: Eduardo Serra, José Bono, Manuel Pimentel, José María Michavila, Ángel Acebes, Aznar, Felipe González… Garzón ha pasado gran parte de su vida política denunciando estas puertas giratorias, para al final, donde dije digo, digo Diego.
Sin embargo, el problema no radica solo en la integridad de la persona, que también, sino en reconocer que vivimos bajo un sistema económico, el capitalismo que es un sistema corrupto y que corrompe incluso a hombres voluntariosos.
La trampa del reformismo de izquierdas es hacer creer que desde el Estado, el parlamento o los puestos políticos y ministerios se pueden cambiar las cosas. Para la clase obrera sólo han cambiado las cosas a mejor cuando se ha luchado. “La lucha paga”, y esto es una realidad. Estas actitudes y estas políticas de hacer creer a la gente en el sistema político capitalista y su “democracia” solo lleva a la desilusión y abre el camino a la derecha y extrema derecha.
Estos políticos y sus formaciones llamadas de “izquierdas” nos llevan a la derrota; por ello es urgente un partido obrero con un programa y plan de lucha contra el capitalismo, la patronal y sus políticos.