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75 años del asesinato de León Trotsky, el marxismo vivo pervive

El 20 de agosto de 1940 un agente estalinista catalán, Ramón Mercader, asesinaba en México al viejo revolucionario. Dirigente de la revolución rusa de 1905, junto a Lenin dirigente de la revolución bolchevique, organizador del ejército rojo, fue un marxista que murió siendo comunista y defendiendo estas ideas hasta el final. A pesar de todas las manipulaciones, engaños, vejaciones y mentiras que todavía pululan en los medios estalinistas, la verdad es revolucionaria y sus escritos son la prueba palpable de su lucidez y el análisis histórico imprescindible que nos explica lo que hoy es la sociedad capitalista. Y serán las nuevas generaciones las más interesadas en conocer sus análisis. Su lectura es el mejor antídoto al insulto a la inteligencia que supone todavía la defensa en algunos círculos, de la barbarie estalinista.

Durante los años treinta Stalin llevó a cabo toda una masacre de comunistas revolucionarios que dentro de la Unión Soviética y fuera, habían defendido la revolución contra la burocratización y la dictadura del aparato estalinista.

Llama la atención toda la campaña de prensa, manipulación y mentiras realizados por las direcciones de los partidos comunistas en esta época. Desde la prensa de los partidos comunistas y los medios de comunicación soviéticos se realizaba una campaña contra Trotsky y los trotskistas acusándolos, no sólo de contrarrevolucionarios, sino además, de ser agentes de la CIA , la Gestapo, o de cualquier agencia de espionaje imperialista.

Los complots trotskistas inventados fueron continuos en boca de los dirigentes de los PCs que creían a pie juntillas las falsificaciones de la camarilla estalinista. Llegó a ser tan común el recurso a la traición de los trotskistas que José Díaz secretario general del PCE, durante la guerra civil, llegó a decir que los trotskistas eran agentes del fascismo, que descarrilaban y saboteaban trenes en la URSS y que eran enemigos que había que eliminar.

La burocracia soviética nació en la sociedad rusa debido a las condiciones extremas de miseria, violencia y aislamiento de la revolución provocadas por la burguesía internacional. En la guerra civil, la destrucción y el hambre permitió la eliminación de la vanguardia revolucionaria, hasta convertirse en la dictadura de la capa burocrática del partido sobre el proletariado. Los privilegios de esta capa social se mantuvieron gracias a su dictadura.

En los llamados juicios de Moscú se procesó con pruebas falsas a los últimos dirigentes bolcheviques de la revolución de 1917. Entre a otros se inculpó a Bujarin, Kamenev y Zinoviev de terroristas, se llegó al extremo de obligar por tortura a declararse ellos mismos públicamente en el juicio, agentes terroristas, saboteadores y contrarrevolucionarios. Era la única manera de hacer entender a los miles de militantes comunistas de buena fe del mundo que estos dirigentes habían “traicionado” la revolución.

¿Cómo fue posible esta barbarie? Cualquiera con sentido común que hubiera leído los escritos de Trotsky se daría cuenta de la idiotez de los argumentos estalinistas. Había que tener motivos sobrados para perseguir a muerte a una minoría sin fuerza ni implantación en las fuerzas obreras del momento, simplemente por criticar la política de la dirección.

Estos motivos no eran otros que el análisis implacable que Trosky realiza de la degeneración de la revolución rusa hasta explicar la dictadura burocrática de Stalin y sus secuaces. Y del miedo de los burócratas a una revolución que los desplazara. Como marxista Trotski analiza la estrategia y los programas de los partidos comunistas estalinizados a partir de los intereses de la lucha de clases. Su análisis en la Revolución Traicionada, de la burocratización de la revolución, del nacimiento de una casta burocrática del PCUS con sus privilegios y la desigualdad económica y social, explicará a posteriori el colapso de la economía soviética en los años 80 del siglo pasado. Esa Nomenclatura dirigirá de acuerdo a sus intereses propios la URSS, hasta su propia transformación en una mafia corrupta.

El llamado “testamento de Lenin” fue sacado a la luz por Kruchev en el informe secreto al XX congreso del PCUS en 1956. En él se denunció el culto a la personalidad de Stalin y demostró lo que se había negado durante años como patraña trotskista, que fueron los últimos escritos de Lenin denunciando la brutalidad y la política de Stalin. Este informe sin destapar totalmente la política de Stalin, ni tampoco permitir la verdad y la crítica revolucionaria, mostró como la burocracia soviética había llegado a un límite que no podría traspasar.

Trotsky, además analizará los virajes en la política de Stalin como resultado de los intereses de esa nomenklatura, de esa burocracia que vivía del prestigio de la revolución. Desde la revolución traicionada en China en 1927, la política contra la socialdemocracia en el ascenso del fascismo, el apoyo a Hitler, su pacto con él,  y posterior ruptura. Los frentes populares y su actuación en España contra la revolución real en la calle etc. Stalin no sólo es el exponente de una represión bárbara contra los comunistas, y la dictadura del aparato burocrático, es también la expresión política del fin del internacionalismo con la disolución de la III Internacional con los pactos de Postdan y Yalta.

Precisamente la actualidad de las obras de León Trotski permiten explicarnos el fracaso de ese “laboratorio social” que fue la URSS, y sacar las enseñanzas positivas que esa experiencia mostró y que nos indicará nuestro futuro comunista.


LEÓN TROTSKY, TESTAMENTO

27 de febrero de 1940

Mi presión arterial alta (que sigue aumentando) engaña a los que me rodean sobre mi estado de salud real. Me siento activo y en condiciones de trabajar, pero evidentemente se acerca el desenlace. Estas líneas se publicarán después de mi muerte.

No necesito refutar una vez más las calumnias estúpidas y viles de Stalin y sus agentes; en mi honor revolucionario no hay una sola mancha. Nunca entré, directa ni indirectamente, en acuerdos ni negociaciones ocultas con los enemigos de la clase obrera. Miles de adversarios de Stalin fueron víctimas de acusaciones igualmente falsas. Las nuevas generaciones revolucionarias rehabilitarán su honor político y tratarán como se lo merecen a los verdugos del Kremlin.

Agradezco calurosamente a los amigos que me siguieron siendo leales en las horas más difíciles de mi vida. No nombro a ninguno en especial porque no puedo nombrarlos a todos. Sin embargo, creo que se justifica hacer una excepción con mi compañera, Natalia Ivanovna Sedova. El destino me otorgó, además de la felicidad de ser un luchador de causa del socialismo, la felicidad de ser su esposo. Durante los casi cuarenta años que vivimos juntos ella fue siempre una fuente inextinguible de amor, bondad y ternura. Soportó grandes sufrimientos, especialmente en la última etapa de nuestras vidas. Pero en algo me reconforta el hecho de que también conoció días felices.
Fui revolucionario durante mis cuarenta y tres años de vida consciente y durante cuarenta y dos luché bajo las banderas del marxismo. Si tuviera que comenzar todo de nuevo trataría, por supuesto, de evitar tal o cual error, pero en lo fundamental mi vida sería la misma. Moriré siendo un revolucionario proletario, un marxista, un materialista dialéctico y, en consecuencia, un ateo irreconciliable. Mi fe en el futuro comunista de la humanidad no es hoy menos ardiente, aunque sí más firme, que en mi juventud.

Natasha se acerca a la ventana y la abre desde el patio para que entre más aire en mi habitación. Puedo ver la brillante franja de césped verde que se extiende tras el muro, arriba el cielo claro y azul y el sol que brilla en todas partes. La vida es hermosa. Que las futuras generaciones la libren de todo mal, opresión y violencia y la disfruten plenamente.

3 de marzo de 1940

La índole de mi enfermedad es tal (presión arterial alta y en avance) -según yo lo entiendo- que el fin puede llegar de súbito, muy probablemente -nuevamente, es una hipótesis personal- por un derrame cerebral. Este es el mejor fin que puedo desear. Es posible, sin embargo, que me equivoque (no tengo ganas de leer libros especializados sobre el tema y los médicos, naturalmente, no me dirán la verdad). Si la esclerosis se prolongara y me viera amenazado por una larga invalidez (en este momento me siento, por el contrario, lleno de energías espirituales a causa de la alta presión, pero no durará mucho), me reservo el derecho de decidir por mi cuenta el momento de mi muerte. El “suicidio” (si es que cabe el término en este caso) no será, de ninguna manera, expresión de un estallido de desesperación o desaliento. Natasha y yo dijimos más de una vez que se puede llegar a tal condición física que sea mejor interrumpir la propia vida o, mejor dicho, el proceso demasiado lento de la muerte…

Pero cualesquiera que sean las circunstancias de mi muerte, moriré con una fe inquebrantable en el futuro comunista. Esta fe en el hombre y su futuro me da aun ahora una capacidad de resistencia que ninguna religión puede otorgar.