El 1º de Mayo fue el día elegido por la Segunda Internacional como día internacional de los trabajadores, un día de lucha contra las clases poseyentes, una jornada consagrada a la unidad de la clase trabajadora internacional contra la clase capitalista.
Es en EEUU donde comienza a tomar cuerpo la idea de huelgas generalizadas para conseguir la reivindicación de las tres 8, ocho horas de trabajo, ocho de descanso y ocho de cultura y ocio.
En julio de 1889 la II Internacional aprobó una resolución convocando una gran manifestación internacional en un día fijo, el 1º de Mayo, para reivindicar las 8 horas y en memoria de los mártires de Chicago. Las manifestaciones fueron un éxito y fueron acompañadas de huelgas. El éxito haría que en un prefacio al Manifiesto Comunista en 1890, Federico Engels escribiera: “El espectáculo a que asistirán hoy hará ver a los capitalistas y a los terratenientes de todos los países que, en efecto, los proletarios de todos los países están unidos.”
Así pues, el 1º de Mayo es la primera manifestación internacional de la clase social trabajadora. Hoy en día aparece como un día de fiesta más; pero no hay que olvidar que en los principios del movimiento obrero esta idea de lucha, abandonando el trabajo de forma generalizada y en todas las ramas productivas, imponía el terror a los empresarios y a los gobiernos del capital.
Y puede ser que ante los graves problemas que hoy día estamos sufriendo,la historia del 1º de mayo nos muestre el camino. Porque solo con la unidad de todos los trabajadores conseguiremos evitar la catástrofe social y económica que nos tiene preparada el capitalismo para salvaguardar sus beneficios.
Las “mareas” en contra de los recortes ya están movilizando a gran parte de la población y a muchos trabajadores; nunca en los últimos años habíamos visto, por ejemplo, a médicos, enfermeros, personal sanitario, etc salir juntos a la calle en defensa de lo público, en contra del negocio de las privatizaciones. Lo que está ocurriendo con la sanidad es aplicable también a otros sectores, la educación, la función pública…
Pero aún nos queda mucho camino; la jornada de 8 horas de trabajo no se consiguió en dos días; fueron años de luchas encarnizadas que a menudo supusieron la cárcel cuándo no la propia muerte. Hoy no hay que ser ningún héroe para luchar por otro tipo de sociedad que no se base únicamente en el beneficio; los trabajadores y la población en general cuentan con infraestructuras y medios que superan con creces los de antaño. Nunca, digan lo que digan, los trabajadores, los asalariados de todo tipo, los autónomos, han sido tan numerosos como hoy día.
No hay que olvidar, pues, que los trabajadores juntos, pueden imponer a la patronal la prohibición de los despidos y el reparto de trabajo entre todos sin bajar los salarios. Que se puede luchar por hacer efectivo el derecho a la vivienda. Y que estos objetivos no son ninguna utopía, como no lo fue el conseguir la jornada laboral de 8 horas.
Por ello es necesario apoyar a todos aquellos que luchan, hay que unificar y ampliar las luchas, hay que salir a la calle en las manifestaciones previstas para el 1º de Mayo. Hoy como ayer, es necesario gritar ¡proletarios del mundo, uníos!