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Los inicios de CCOO

La aparición de CCOO no se puede explicar sin conocer las consecuencias de la guerra civil. La derrota de la clase obrera a manos de los franquistas supuso la destrucción humana e ideológica de todo el movimiento obrero que tanto trabajo había costado construir desde el siglo XIX. La posguerra supuso un verdadero genocidio de la vanguardia histórica de la clase trabajadora. Los intentos de reconstrucción por los sindicatos tradicionales, la CNT y la UGT, fueron baldíos. Y no era para menos, a la derrota a manos de los franquistas con la terrible represión subsiguiente, había que añadir la desmoralización entre los trabajadores por la propia política de sus dirigentes. El ahogamiento de la revolución social producida por los estalinistas, la socialdemocracia y la dirigencia anarquista defendiendo la república burguesa, cuyo exponente fueron los sucesos de mayo de 1937, había hundido los sectores más revolucionarios en una impotencia de la que era muy difícil salir airoso de cualquier intento de resistencia, aunque fuera mínimo. Y aún en esta situación la propaganda del PC estalinista, de los socialistas y de la CNT hablaba de una pronta caída de Franco y de ilusiones a la terminación de la II Guerra Mundial.

Las palabras desgraciadamente proféticas de Trotski al terminar la guerra fueron de una lucidez implacable: “Para los obreros y campesinos españoles, la derrota no es sólo un episodio militar; constituye una terrible tragedia histórica. Significa la destrucción de sus organizaciones, de su ideal histórico, de sus sindicatos, de su felicidad, de las esperanzas que han alimentado durante décadas, incluso siglos. ¿Puede imaginarse un ser dotado de inteligencia que esta clase pueda en uno, dos, o tres años construir nuevas organizaciones, un nuevo espíritu militante y derrocar así a Franco? No lo creo. Hoy España está más alejada de la revolución que cualquier otro país.” En otra entrevista de 1939 respondía que “Los obreros españoles van a tener que atravesar inevitablemente un periodo de desaliento antes de empezar lenta pero obstinadamente a buscar un nuevo camino. El periodo de postración de las masas coincidirá precisamente con la duración de la dominación de Franco.”

Una nueva generación de obreros tuvo que nacer para que el miedo dejara paso a la lucha por los más mínimos derechos obreros. Los cambios producidos por la ola de industrialización de los años 60 produjo la base social para un nuevo movimiento obrero. Millones de emigrantes llegaron a las grandes ciudades desde las zonas rurales. España se convirtió en un país urbano; había dejado de ser un país rural. Este nuevo proletariado que procedía del campo, no tenía experiencia de luchas obreras, ni tradiciones que le sustentaran en su nueva andadura. Sólo el miedo y el ansia de dejar la miseria en la que habían estado sumidos eran los compañeros de viaje de la nueva generación obrera. El trabajo político y sindical no podía hacerse a cara descubierta y la orientación de confiar en los regímenes burgueses europeos impedía conectar con la situación real de los trabajadores. Por eso cuando el PC comienza a hacer el trabajo en el sindicato vertical fascista comienza a obtener algunos éxitos. La situación de represión hace nacer nuevas formas de lucha. Las comisiones obreras son en su origen la agrupación de los militantes que por reivindicaciones mínimas, en la mayoría de los casos, buscando la solidaridad o como delegados de un taller o empresa intentan discutir con el patrón de sus problemas.

Desde sus principios hasta su conversión en sindicato en 1976, Comisiones Obreras es la organización en la cual se basa la reconstrucción del movimiento obrero después de la guerra civil. Es una organización construida básicamente en sus comienzos como respuesta a la necesidad espontánea de los obreros de organizarse. Toda la historia del movimiento obrero en el franquismo, que es el antecedente de la situación actual, se construye en un proceso que va de la espontaneidad a la conciencia, que aúna la legalidad del sindicato vertical franquista y la ilegalidad cuando la situación lo requiere, que unifica luchas dispersas, genera solidaridad, mejora las condiciones de vida de los trabajadores y se propone unos objetivos políticos a largo plazo y todo ello en un movimiento de carácter unitario.

En este proceso de construcción de Comisiones está la abnegación de miles de militantes obreros, la dedicación a la lucha, la solidaridad, las grandes huelgas y luchas colectivas que ayudaron a mejorar la situación de los obreros. Y no faltaron tampoco las escisiones, debates y rupturas. Todo este cúmulo de experiencias vivas, son las fallas por las que reconocemos el movimiento y que marcan las arrugas de la imparable acumulación de fuerzas de la clase obrera durante estos años. Este trabajo en el sindicato vertical, llevado a cabo por los hombres de CCOO y la dirección en manos de militantes del PC, les proporcionó la credibilidad y la implantación en miles de empresas siendo durante muchos años la única vanguardia militante. La socialdemocracia y la UGT y la CNT, tradicionalmente las organizaciones de los trabajadores españoles, al no realizar el trabajo sindical y político en el vertical brillaron por su ausencia y sólo la recuperación de las libertades públicas después de la muerte de Franco permitió, con ayuda gubernamental en el caso de la UGT, la reconstrucción e implantación de la misma, quedando reducida a un papel minoritario las dos fracciones en las cuales se dividió la CNT.

Pero los dirigentes de CCOO eran militantes en su mayoría del PCE y la política de éste buscaba la colaboración de clases continuamente. Con la justificación de la democracia, fueron horadando su credibilidad al supeditar las necesidades obreras y sus reivindicaciones a los intereses económicos de la patronal y los gobiernos de la Transición, pues en realidad, como el tiempo ha verificado, buscaban las libertades, no para fortalecer al movimiento obrero consiguiendo acogotar a la patronal y sacar mejores condiciones de trabajo, sino para obtener el reconocimiento del Estado, la burguesía y la patronal, y ser entronizados a base de prebendas y privilegios como los intermediarios entre los trabajadores de base, el Estado y la patronal.

Sólo cuando, en los distintos gobiernos, no han sido reconocidos como intermediarios o han intentado reducir su papel y el malestar obrero ha sido grande, como el caso de las reconversiones o las primeras reformas laborales de los socialistas, han convocado a paros o manifestaciones, respondiendo la clase trabajadora, como el famoso 14-D de 1986.


25 años de la constitución en sindicato de CCOO, noviembre de 2001