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La corrupción forma parte del sistema capitalista

Los últimos hechos acerca de la corrupción en altos cargos socialistas está haciendo mella en Pedro Sánchez; no es para menos pues si con anterioridad la gente trabajadora y de izquierda podía pensar que las denuncias a su círculo más próximo procedían de la extrema derecha, -que todo lo judicializa y que usa como medio la propagación de bulos-, ahora ya no hay duda: ¡“PSOE, PP la misma mierda es”!

El miedo principal del gobierno en estos momentos, es que puedan salir más implicados. De momento, dada la indignación generalizada, parece que el hecho de esgrimir una y otra vez que se trata de elegir lo menos malo, la estrategia del miedo a que venga la extrema derecha, no le está siendo suficiente. Así como insuficiente también el hecho de que pida perdón y anuncie medidas contundentes contra la corrupción sin haberlo hecho antes.

En el caso Koldo, parece clara la utilización de sociedades tapaderas para captar dinero público a través de contratos millonarios por parte de Ábalos y Santos Cerdán. Al parecer también se están investigando más de 400 cuentas bancarias para seguir el dinero de las “mordidas” y saber finalmente si el dinero está en bolsillos particulares o si también PSOE tiene su caja B, al igual que PP con Bárcenas.

Principalmente, son tres las compañías señaladas en la investigación: Acciona, Obras Públicas y Regadíos (OPR) y Levantina, Ingeniería y Construcción (LIC). En total, según los datos recogidos que van apareciendo, estas empresas se adjudicaron contratos por más de 620 millones de euros en total, concedidos por dos entidades públicas dependientes del Ministerio de Transportes: ADIF (Administrador de Infraestructuras Ferroviarias) y la Dirección General de Carreteras.

Pedro Sánchez, de momento, no va a adelantar las elecciones pues la corrupción “cero” no existe, dice cínicamente. Su comparecencia en el Parlamento ha sido arrojar en la cara de Feijo “y tú más”. Por su parte, Yolanda Díaz, como el resto de la izquierda parlamentaria y reformista, quiere hacer creer que el capitalismo no es corrupto, que la corrupción es evitable, que afecta solo a ciertos políticos y que hay que actuar contra las empresas corruptoras. ¡Increíble adaptación al sistema! Mientras tanto, lanza alguna que otra crítica de sentido común y trata de no salir en ninguna foto con Pedro Sánchez.

Por su parte Podemos, igual de oportunista y reformista que Sumar, aunque ahora quiere aparentar que es el partido más a la izquierda al olor de las próximas elecciones, se ha desmarcado de todo el bloque de investidura y no ha acudido a las reuniones que convocó Sánchez en Moncloa, señalando con el dedo al bipartidismo como inherente a la corrupción en política.

Pues no, el capitalismo es corrupción porque en él todo tiene precio, ya juegue a dos bandas o a tres. No es solo España, por todo el mundo el capitalismo expande su red clientelar y compra parlamentos enteros, si le hace falta. La corrupción y la combinación de grandes empresas y gobierno son herramientas de dominación de la burguesía sobre la clase trabajadora, porque para la primera es un medio más de acumulación de capital y beneficios.

Así pues, para acabar con la corrupción hay que poner fin al capitalismo; mientras tanto son necesarias medidas de control transitorias: que los sueldos de los políticos sean iguales al de un trabajador cualificado, que puedan ser revocados en cualquier momento; que se deje de contratar a empresas corruptas y se nacionalicen sin indemnización, que se abran públicamente las cuentas de las grandes empresas y bancos derogando el secreto comercial que los ampara. Y el control obrero de las empresas y de la producción.

La corrupción lastra las condiciones de vida de la población y de los trabajadores; es una plaga que hay que extirpar y que indigna. Pero muestra solo, a pesar de las cantidades multimillonarias que hay en juego, una pequeña parte de la explotación del sistema capitalista porque, detrás de la corrupción de los políticos de turno, está el saqueo legal de las grandes empresas de las riquezas que produce toda la clase trabajadora y que se apropia la patronal a través de la propiedad privada de los medios de producción.