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Intervenciones de los grupos invitados de la UCI

The Spark (Estados Unidos, en relación fraternal con la UCI)

La victoria de Trump, este reaccionario patológico, no debería sorprender a nadie. Hillary Clinton prometió durante su campaña «seguir con los avances realizados por Obama»; pero ¿de qué avances se está hablando y para quién? En ocho años las riquezas se han incrementado considerablemente pero el 95% fue absorbido por la clase capitalista y las capas más privilegiadas. Clinton se jactó de que el nivel del desempleo hubiera bajado pero la parte de la población activa que tiene realmente un empleo es más reducida de lo que era cuando llegó Obama. Además, los empleos que han encontrado los parados han sido empleos a tiempo parcial, de interinos o trabajos muy mal pagados. Obama siguió con los esfuerzos lanzados por Bush para desmantelar la educación pública indispensable para los niños de las clases populares; expulsó a más inmigrantes que Bush; siguió con las guerras que iniciara éste y lanzó otras nuevas. Los jóvenes que no encuentran un trabajo siguen terminando en la cárcel o son asesinados en las calles. Los demócratas, que no han hecho otra cosa que prometer más de lo mismo, abrieron así el paso a Trump.

Éste declaró que la cosa no iba bien y muchos trabajadores lo votaron. La mayoría de los que lo hicieron puede que sean blancos, pero no son los únicos. Casi la tercera parte de los hispanos lo han votado también. Los trabajadores negros mostraron más desconfianza, pero muchos de ellos simplemente no fueron a votar. Lo que fue decisivo en estos votos de trabajadores son las promesas que hizo Trump en el terreno del empleo y no se quedó corto. Muchos de sus votantes de las clases populares, aunque no sea con certeza la mayoría, no están realmente de acuerdo con su racismo, su xenofobia y su machismo, pero han pensado que se pueden conformar con ello. En realidad, este discurso les ha impactado. Los antagonismos que Trump utilizó y agravó durante su campaña no van a desaparecer de la noche a la mañana.

Esto es una consecuencia más del hecho de que no existe en los Estados Unidos un partido de la clase obrera, reconocido como tal; de hecho, hace más de un siglo que no lo hay. Un demagogo santurrón que vomita una especie de nacionalismo populista ha sembrado una semilla envenenada en el seno de la clase trabajadora. (…) Ésta es la situación en la que nos hemos encontrado el año pasado.

Tras presentar en 2014 unas candidaturas individuales, sin la etiqueta de un partido, pensamos que sería útil de presentarnos como partido y defender concretamente la idea de que la clase obrera necesita un partido propio. Trabajadores en relación con The Spark militaron en Michigan para presentar en las elecciones un nuevo partido, llamado Working Class Party (Partido de la Clase Obrera).

Para poder presentarse como partido en las elecciones, en este Estado, es necesario presentar casi 31.000 firmas de personas registradas en el censo electoral del mismo, que afirmen que quieren este partido y ponen su nombre y dirección. Decidimos intentarlo y pensamos que, aunque no lo consiguiéramos, defenderíamos una idea importante.

Entre mediados de enero y mediados de julio de 2016, estuvimos en la calle para pedir a la gente que firmara. Por supuesto, pedimos a la gente que conocíamos que firmara e hiciera firmar a su alrededor; pedimos a nuestros compañeros de trabajo, a nuestros familiares y amigos, a los camareros de los bares y restaurantes que frecuentamos. Algunos pidieron a los empleados de la tintorería o lavandería, al peluquero e incluso al dentista. Pero con eso no bastaba, y faltaba mucho.

En la calle, a veces empezamos con un largo discurso. Pero rápidamente comprendimos que lo más sencillo era lo más eficaz: «Necesitamos su firma para que un partido de la clase obrera se pueda presentar a las elecciones.» En algunos casos, esto provocaba una larga discusión. Sin embargo, la gente común y corriente firmaba fácil y rápidamente. «La clase obrera necesita su propio partido, no lo tenemos.». Esta frase sencilla encontraba una respuesta favorable en los barrios populares. En sitios como Ann Arbor, una ciudad próspera organizada en torno a una de las grandes universidades del Estado, había muchas menos personas dispuestas a firmar, y muchas nos decían que no estaban de acuerdo. Ocurrió que algunos responsables sindicales nos criticaron porque, decían, íbamos a quitarles votos a los demócratas.

Pero hubo personas que conocimos durante actividades militantes que se llevaron una petición y nos la devolvieron con firmas. Algunas otras, más escasas, se quedaron con nosotros en la calle, durante unos minutos, para ayudarnos a recoger firmas. Algunos jueces simpáticos nos dijeron dónde había que ir porque ellos también recogían firmas para presentarse.

Hemos ido a todos los sitios posibles: a un festival de la fresa organizado por una iglesia, a unos fuegos artificiales organizados por el municipio, a mercados populares. Fuimos a un desfile del 4 de julio, donde la gente esperaba y hablaba con nosotros, firmaba la petición y se la llevaban a otros para que la firmasen. Nos pusimos frente a los tribunales en los que la gente iba a pagar sus multas, frente a los edificios oficiales en los que iba a recoger su carnet de conducir y su permiso de circulación; o sea nueva gente cada semana. Ya que se producen supresiones de personal en todas partes, las colas solían ser muy largas; la gente estaba enfadada y dispuesta a discutir. Entramos en empresas que tenían una entrada directa en la calle. Legalmente, teníamos que mantenernos en el espacio público. (…) En las ciudades pequeñas, lejos de los grandes centros, íbamos de puerta en puerta.

Al principio, algunos de nosotros pensamos que la recogida de firmas era un gasto de energía obligatorio que teníamos que terminar lo antes posible para pasar a la «campaña de verdad»; pero resultó que estos seis primeros meses podían ser el corazón de la campaña. La recogida de firmas fue la oportunidad de sacar a la luz un problema que luego fue evidente en la campaña presidencial: nadie habla de los problemas de la clase obrera, desde su propio punto de vista de clase. Y, partiendo de lo que nos contestaba la gente, entendíamos que la idea de que la clase obrera debe tener su propio partido parecía totalmente evidente, aunque no factible inmediatamente.

Llevábamos chapas rojas «Working Class Party»; luego empezamos a llevarlas siempre, lo que provocaba discusiones y firmas incluso cuando no las estábamos buscando. (…) Sí, hicimos muchos esfuerzos para recoger estas firmas, pero al fin y al cabo las conseguimos porque la idea de un partido de la clase obrera le sonaba a la gente. Expresábamos el deseo que sienten muchos trabajadores, el de hablar con voz propia.

Al mismo tiempo, en Baltimore (Estado de Maryland), nuestro compañero David Harding se presentó a las elecciones a concejal del ayuntamiento y consiguió sus 500 firmas y el 8,3% de los votos.

En Michigan, tuvimos que esperar seis semanas antes de saber si se aceptaban nuestras listas. Teníamos trabajo. Organizamos una «convención» para elegir nuestros candidatos, como los grandes partidos. Se trata de una obligación legal, pero a nosotros nos sirvió para reunir a la gente que había participado en la recogida de firmas y vino la mayoría de ellos. Aprovechamos para definir los ejes de nuestra campaña, diciendo claramente que se basaban en la campaña que hicimos en 2014.

Los candidatos del Working Class Party se expresaron durante la Fiesta anual de Spark, hablando de las ideas que íbamos a defender en la campaña y en primer lugar de la necesidad que tiene la clase obrera de organizarse políticamente.

Cuando las autoridades anunciaron, el 22 de agosto de 2016, que el Working Class Party estaba autorizado a presentar a sus candidatos, hicieron hincapié en nuestras 50.000 firmas. Esta cifra provocó un interés y nos abrió la puerta de una entrevista en una radio que emite en todo el Estado. Fue una de las pocas entrevistas que nos hicieron. Al final, esta entrevista fue suficiente para convencer a tres personas de hacer nuestra campaña en sitios en los que no existíamos. Una de estas personas se las arregló para que nuestra candidata participase en un foro en Battle Creek. Este foro fue difundido en un canal de televisión local y lo pusimos en nuestra web.

El aviso de las autoridades fue reproducido en algunos periódicos locales de pequeñas ciudades en las que no conocíamos a nadie. Los periodistas añadieron información que encontraron en nuestra web y escribieron artículos favorables a este partido nuevo. No sabemos si hubo otros artículos porque solo supimos de su existencia a finales de octubre, mientras que se escribieron en agosto.

Los grandes medios no nos hicieron ningún caso. Lo que conseguimos, lo conseguimos gracias a nuestro medio. Un antiguo compañero de escuela de un conocido de Detroit nos entrevistó en una radio pública, con la siguiente introducción: «Cien años después, vuelve a surgir un partido de la clase obrera». Es un poco exagerado en comparación con lo que somos, puesto que la frase se refiere a Eugene Debs, un militante revolucionario socialista y candidato a la elección presidencial entre 1900 y 1920; pero expresaba un sentimiento real entre los trabajadores, el que su clase lleva un siglo siendo excluida de la política.

Durante las nueve semanas de la campaña oficial, fuimos al mismo tipo de sitios que durante la recogida de firmas. Teníamos panfletos con la foto de los candidatos y una mera declaración que decía que la clase capitalista, en su afán de beneficios, robó las riquezas que toda la sociedad necesita y que la clase obrera debe recuperar, que la clase obrera tiene la capacidad y el poder, cuando se moviliza, de responder a todos los problemas con los que nos enfrentamos a diario. Insistimos en la idea de que necesitábamos de todas nuestras fuerzas para la lucha y no podíamos dejar que nos dividieran los políticos. Dijimos claramente que las elecciones no pueden cambiar nuestra situación, pero sí se las puede utilizar para mostrar que estamos hartos de estos dos partidos, que queremos nuestro propio partido, que exprese nuestros intereses de clase, distintos de los de otras clases.

Íbamos repartiendo cartitas que servían para recordar el nombre y apellido de los candidatos, llevaban su foto y un llamamiento a votarlos porque la clase obrera necesita un partido que la represente. (…)

Para terminar, algunas palabras sobre nuestros resultados. Hay compañeros aquí que nos dijeron que les sorprendió el número de votos obtenidos con tan pocos recursos. Contábamos con obtener unos 35.000 votos, lo suficiente para conservar el derecho a presentarnos las siguientes veces. Al final, nuestra candidata para todo el Estado, Mary Ann Hering, tuvo casi 225.000 votos, más que cualquier otro candidato de los otros cuatro partidos pequeños, que llevan décadas presentándose. Casi el 40% de los votos proceden de los cuatro grandes condados que rodean Detroit, otro 40% procede de otros dieciséis condados la mayoría urbanos en los que hicimos la campaña. Pero queda el 20% procedente de los demás 63 condados en los que nunca hemos ido y no conocemos a nadie. En realidad, es en estos pequeños condados donde Mary Anne obtuvo sus mejores porcentajes, más del 4%, aunque esto no sume un gran número de votos. Son condados semi rurales en los que cerraron pequeñas fábricas, y cuyos habitantes son casi todos muy pobres. Así que sólo votaron por el nombre del partido.

También son significativos los resultados de Gary Walkowicz y Sam Johnson, cuyo nombre y apellido estaban debajo del nombre del Working Class Party en la papeleta. Sam obtuvo más del doble de votos que la última vez. En algunas ciudades obreras cerca de Detroit y que están en su circunscripción, obtuvo hasta el 6,5%. En cambio, Gary obtuvo menos del 1% en la parte de su circunscripción que abarca «Ann Arbor la próspera», lo cual impide que su resultado total sea tan bueno como el de Sam, aunque haya conseguido casi el doble de su resultado anterior.

Está claro que tuvimos los sufragios de trabajadores que, en la presidencial, votaron a Clinton por miedo a Trump. Pero también nos votaron trabajadores que en la presidencial votaron a Trump porque están hartos y les parecía que Trump estaba fuera del sistema. Una parte de nuestros votos proceden de trabajadores que simplemente están hartos y buscan cómo expresarlo.

Pero hubo votantes que sólo nos votaron a nosotros. En el Estado de Michigan, es posible votar simplemente a un partido sin mencionar a los candidatos individuales. Mientras que no se toma en cuenta este voto en todos los distritos, el Working Class Party obtuvo 15.000 votos.

Aunque el Working Class Party no es más que un partido electoral, una casilla en la papeleta electoral, los votos demuestran que una parte de la clase obrera quiere tener su propia organización política, basada en sus intereses de clase, incluso en los Estados Unidos…

Workers’ Fight (Lucha Obrera, Gran Bretaña)

Así pues, salió el Brexit el pasado mes de junio, con una diferencia del 3% de los votos. La abstención alcanzó el 27% de los votantes, entre los cuales muchos jóvenes y trabajadores politizados que no pudieron decidirse a dar el visto bueno a la política de Cameron ni tampoco a la xenofobia de los partidarios de la salida de la UE. Con el respaldo de tan solo el 39% de los votantes, el Brexit está muy lejos de expresar la «voluntad democrática del pueblo británico» como nos lo vienen repitiendo hasta la náusea.

Recordemos que Cameron apostó por este referéndum para acabar con las luchas internas en el seno de su propio partido conservador. Al perder su apuesta, dimitió. El mercadeo al que dio lugar este acontecimiento desembocó en el traspaso del poder a Theresa May, que se había mostrado muy discreta en su defensa de la permanencia en la UE. Luego ésta repartió los principales ministerios entre partidarios del Brexit, salvo el puesto central de Finanzas para el cual nombró a Philip Hammond, que aparte de haber estado a favor de quedarse en la UE se considera un hombre de confianza de la City de Londres. Y a la City no le gusta nada el Brexit.

En teoría, Theresa May debe lanzar el proceso de abandono de la UE en marzo. Pero entre tanto, su propio partido se divide cada día más entre los partidarios de un Brexit «duro» y los de uno más «suave». Sin embargo, hoy en día, todos los ministros partidarios del Brexit, incluso los que quieren cerrar las fronteras, admiten que quieren preservar el libre acceso del Reino Unido al mercado europeo.

Ahora bien, el gobierno no puede tenerlo todo al mismo tiempo: por una parte, el libre acceso al mercado europeo como lo reclama la City y por otra parte el control sobre la inmigración europea tal y como lo reivindica. Theresa May está en la cuerda floja, atrapada entre la minoría del electorado que votó a favor de la salida, las presiones de las facciones de su propio partido y los medios de los negocios.

Su margen de acción queda muy limitado; tanto más cuanto que, en un año, la libra cedió un 20% de su valor frente al euro y el dólar. Este dato viene a aumentar el déficit comercial mientras las numerosas fábricas británicas que utilizan componentes importados trabajan con costes de producción más elevados

En lo que al partido laborista de Jeremy Corbyn se refiere, no se atreve a poner en tela de juicio el Brexit, por miedo a ser acusado de pasar de la «voluntad popular». Corbyn dejó claro que no iba a hacer nada para contrarrestar o bloquear el proceso de salida. Pero algunas figuras dirigentes de su partido van más allá y proponen defender medidas demagógicas contra la inmigración.

En Londres, el 60% votó en contra del Brexit, mientras que es allí donde vive la mayoría de los trabajadores inmigrantes y la crisis de la vivienda es más grave, desde lejos. En cambio, en las ciudades de las provincias en las que hay muchos menos inmigrantes sin que la situación social deje de ser mucho peor, el voto a favor del Brexit pudo alcanzar el 70%. En una de estas ciudades, en el norte de Inglaterra, la diputada laborista Jo Cox fue asesinada por un individuo al grito de «Inglaterra primero».

¿Por qué una parte de los trabajadores más pobres, a menudo votantes habituales del partido laborista, han votado a favor del Brexit? Los prejuicios xenófobos y las mentiras que usaba el bando del Brexit han tenido su papel, sin duda alguna. Pero para la mayoría de los trabajadores, fue un gesto de protesta. Pensaron que podían tomarse su revancha de esta manera contra una clase política que según ellos fue la responsable de la crisis social y la pobreza creciente.

Seis meses después del referéndum, muchos de los que votaron al Brexit reconocen que ya no lo volverían a hacer. Y están preocupados. Ya pueden ver cómo sube el precio de muchos productos importados en los supermercados. Por otra parte, el gobierno acaba de anunciar que se había disparado el déficit del presupuesto del Estado. También reconoció que el coste del Brexit iba a ser de unos 120.000 millones de euros, a lo largo de cinco años; esto se debe en parte a que se prevén indemnizaciones para las empresas que podrían sufrir pérdidas por causa del Brexit. ¿Acaso no firmó Theresa May un pacto secreto con Nissan, tras la amenaza de este grupo de suspender sus inversiones en el país?

Ni que decir tiene que la clase obrera, por su parte, no tendrá derecho a ninguna indemnización. Se le exigirá que pague la factura, de varios modos, y en particular con recortes en los servicios públicos y el empleo. Por eso necesita prepararse para luchar contra la próxima ofensiva de la burguesía…

Bund Revolutionärer Arbeiter (Unión de los Trabajadores Revolucionarios, Alemania)

Alemania también está en campaña electoral: entre marzo de 2016 y mayo de 2017 tienen lugar ocho elecciones regionales, cada una de las cuales se interpreta como un termómetro para la previsión de las elecciones parlamentarias que se producirán en septiembre de 2017. Estas elecciones determinarán quién será el próximo canciller, o mejor dicho la próxima. Resulta que Angela Merkel, canciller desde hace doce años, fue elegida otra vez por su partido, la CDU (centro derecha). Es verdad que se redujo su popularidad, pero mantiene buenos niveles y, en las encuestas, su partido está muy por encima de todos los demás. (…)

Cada una de las cinco elecciones regionales que se han producido desde marzo de 2016 mostró una progresión importante para el nuevo partido de la derecha radical AfD (Alternativa para Alemania); éste pudo sacar de la noche a la mañana resultados del 12%, del 15% o incluso del 24% en una región del este. Lo consiguió en gran parte mediante una campaña abyecta contra los refugiados y los inmigrantes, relacionándolos con el terrorismo y la criminalidad y en particular crímenes contra mujeres.

En Alemania, hasta hace poco, la extrema derecha no había conseguido ejercer ninguna influencia. La llegada de los refugiados fue su oportunidad. Pero independientemente de este tema, un partido de ese tipo habría surgido tarde o temprano, por los mismos motivos por los que aparece por doquier: la crisis, la ausencia de respuesta por parte de la clase obrera, y un asco profundo frente al actual sistema político. Es verdad que, en Alemania ya no existe alternancia ni siquiera en la forma. A lo largo de los últimos once años, los dos grandes partidos, CDU (centro derecha) y SPD (socialdemócrata), gobernaron juntos durante siete años en una gran coalición. Solía ocurrir que hasta el día antes de las elecciones, la mitad de las personas a las que se encuestaba ni hablaban del voto porque, en estas condiciones, muchos no iban a votar. La AfD logró movilizar en particular a estos abstencionistas, presentándose como una verdadera «alternativa». Subió claramente la tasa de participación en las últimas elecciones.

El núcleo de su electorado es, ante todo, un medio pequeñoburgués reaccionario y golpeado por la crisis; allí la AfD recluta a casi todos sus miembros. Es un medio que odia a Merkel, tanto por motivo de la introducción del salario mínimo como por su política para con los refugiados, y que se encuentra a gusto en la AfD, abiertamente anti obrera, reaccionaria y xenófoba.

Sin embargo, también en las clases trabajadoras, hay obreros agobiados por la situación que empeora, la precariedad, la pobreza creciente, las pensiones de miseria y los políticos arrogantes, y que empiezan a dar su voto a algo que les parece ser una alternativa frente a la gran coalición de los partidos tradicionales. A veces, obreros que quieren votar a la AfD dicen claramente que su política xenófoba no les gusta pero que «si todos los demás partidos los odian, algo bueno tiene que haber en ellos». En estas regiones obreras, algunos trabajadores de tradición socialdemócrata o afines a los sindicatos empiezan a plantearse votar a la AfD. Una cosa que también impactó a mucha gente fue cuando políticos locales del SPD, militantes sindicalistas y socialdemócratas de base en los barrios obreros de Berlín o del Ruhr, se pasaron a la AfD y se convirtieron en sus candidatos. Independientemente de la cuestión de los refugiados, existen fuertes probabilidades de que se instale e incluso avance el voto a la extrema derecha dentro de los medios obreros y sindicales, en los que hasta ahora el fenómeno era inexistente e impensable.

Pero es evidente que los partidos burgueses no pueden analizar correctamente los motivos del voto a AfD porque hacerlo supondría cuestionar toda su propia política. Más cómodo les parece rechazar la responsabilidad de esta tendencia sobre la política de acogida a los refugiados. Así se explica una situación indignante en la que los mismos partidos que, por su política, provocan la subida de la ultraderecha, rechazan la responsabilidad de este fenómeno sobre las primeras víctimas: los refugiados. Son víctimas a varios niveles: víctimas de las leyes que el gobierno CDU-SPD hace para frenar su entrada, en particular la limitación de la reagrupación familiar incluso para los que llegan de Siria. En general, los jóvenes que han llegado solos ya no pueden hacer venir por vías legales y seguras a su pareja o sus niños pequeños y éstos se quedan en un país en guerra. Los refugiados también son víctimas de los pequeños grupos de ultraderecha que, apoyándose en los éxitos electorales de la AfD, les dan caza, en particular en algunos puntos de Alemania del este. El mayor riesgo es que la permanencia de una corriente de extrema derecha que saque entre el 10% y el 20% de los votos puede contribuir a ampliar la ruptura entre los refugiados y los demás trabajadores, tanto más cuanto que la mayoría de los refugiados se encuentra debajo de toda la pirámide social, con los empleos peor pagados, si es que los encuentran.

Dicho lo dicho, de momento éste no es el ambiente mayoritario: cuando se habla en la calle, incluso la gente que piensa que Alemania no puede acoger a más refugiados expresa cierta piedad para con los que están aquí y piensan que a éstos sí hay que ayudarlos. Desde que se cerró la frontera entre Turquía y Grecia, sólo pueden llegar hasta Alemania unos pocos refugiados y ya han desaparecido los centros de acogida de emergencia en las estaciones y los barrios de tiendas de campaña. Como consecuencia se hace menos visible la ayuda por parte de gente común y corriente. Sin embargo, miles de personas siguen involucrándose en la ayuda a los refugiados: acogen a un menor en su casa, organizan visitas con los refugiados de un centro, integran a otros en sus clubes de fútbol, organizan fiestas de barrio con ellos, etc. (…)

Las corrientes de derecha también se vieron reforzadas por los acontecimientos de Turquía, que han ocupado mucho espacio en los medios y en la consciencia de las clases populares de Alemania, que cuentan con varios millones de trabajadores de origen turco. Entre ellos existe una corriente profunda de apoyo a Erdogan y los militantes de dicha corriente se han vuelto más agresivos desde el golpe de Estado fracasado. Por ejemplo, organizaron una manifestación de apoyo a Erdogan en Colonia, con más de 30.000 participantes. Al contrario, mucha gente se indignó de las detenciones masivas en Turquía y no entendían cómo su vecino o su compañero de trabajo podía seguir apoyando a Erdogan. La derecha utilizó la situación. El ala derecha de la CDU acaba de imponer al partido, contra Merkel, la integración en su programa de la eliminación de la doble nacionalidad, con el pretexto de que no se puede ser leal a la democracia alemana y al dictador Erdogan al mismo tiempo. También se aprovechó para volver a hablar de cerrar las fronteras. Desde el pacto sucio con Turquía, la derecha del partido de Merkel difunde la idea de que la canciller puso a Alemania en una situación de dependencia para con el dictador turco. En vez del pacto con Turquía, este sector reivindica que se cierre la frontera alemana.

Este deslizamiento hacia la derecha se hace visible en la evolución de Die Linke (la izquierda pseudorradical). Su única perspectiva política, acceder al poder junto con el SPD, se aleja cada día más de la realidad, mientras una parte de sus votantes de las clases populares cae bajo la influencia de la AfD. Die Linke ha caído en la trampa de discursos nacionalistas que hasta hace poco casi no existían en el partido. En una región, hizo su campaña en torno al eslogan «por el amor a nuestra región». Su portavoz en las elecciones parlamentarias, Sarah Wagenknecht, que representaba al ala izquierda del partido, ya provocó comentarios durante la primavera de 2016 cuando reivindicó una cuota de refugiados y la expulsión de los inmigrantes culpables de un crimen. Esta vez alabó los proyectos económicos de Trump, las inversiones públicas por la nación, y demandó el mismo tipo de política en Europa, con acento nacionalista. Pide que los ricos y el gobierno paguen más para la seguridad social porque, si no se hace, «la llegada de centenas de miles de refugiados desempleados en nuestro sistema se hará a costa de las cajeras y los carteros que tendrán que pagar más cotizaciones.» Formular las cosas así es otra manera más de oponer entre ellos a los trabajadores pobres y los refugiados.

Como sucede en todas partes, la evolución de las corrientes reaccionarias dependerá de muchos factores de los cuales lo esencial es la evolución de la crisis y las reacciones de la clase obrera.

La crisis, de momento, no es tan aguda como en otros países, pero sí está presente y se hace evidente en las empresas con los ataques continuos contra los trabajadores. Estos ataques se llevan a cabo desde una gran coalición, por decirlo así, de los patrones, los partidos de gobierno y… los sindicatos. Volkswagen anunció la supresión de 30.000 empleos, de los cuales 23.000 están situados en Alemania (de sus 120.000 empleados totales), mientras que ha vendido más coches que nunca y sus principales accionistas han acumulado una fortuna de 65.000 millones de euros. Y ¿qué reacciones hay? El gobierno alabó al presidente del grupo por su decisión «difícil pero valiente», mientras la dirección del sindicato IG Metall de la empresa valida los despidos, que «permitirán a todos los demás asalariados no tener más miedo porque su futuro está garantizado unos años más». Así que, de momento, no se ha producido ni un solo paro contra este ataque brutal. (…)

El único sector en el que se han visto reacciones este año son las aerolíneas. Los trabajadores, en particular los pilotos y las azafatas organizados en pequeños sindicatos corporativistas, se defienden contra la transformación de su compañía en sociedad low cost, con salarios y condiciones de trabajo igual de low cost. Los patrones intentan sistemáticamente conseguir que los tribunales prohíban las huelgas o las condenen después de haberse producido, basándose en un derecho a huelga cada vez más limitado.

Cuando la compañía Air Berlin anunció una fusión que provocaría supresiones de empleos y reducciones de salarios, esperaba unos meses de negociación tranquila con los sindicatos para que se tragasen los ataques porque los empleados no tenían derecho a hacer huelgas. Pero al día siguiente, empleados –y entre ellos todos los pilotos– empezaron colectivamente a darse de baja por enfermedad, declarando ante la prensa que, con semejantes ataques en perspectiva, no se sentían aptos para trabajar. Al cabo de una semana de esta huelga casi abierta, Air Berlin retiró (provisionalmente) los ataques contra los salarios.

Esta reacción espontánea y determinada provocó una amplia simpatía en el mundo del trabajo. Y esto al menos les daba ideas a otros trabajadores, que siempre escuchan lo mismo por parte del patrón y los sindeicatos: «Ustedes no están autorizados a ponerse en huelga»…

Lutte ouvrière/Arbeidersstrijd (Lucha Obrera, Bélgica)

Hace poco, la ministra de Asuntos Exteriores de Canadá tuvo que visitar una capital europea de primer plano: Namur. Esta pequeña ciudad de 110.000 habitantes es la capital de Valonia, región belga dirigida por el ministro-presidente socialista Paul Magnette, que durante unos días impidió que se firmase el tratado de libre comercio entre la Unión Europea y Canadá, el famoso CETA.

Una vez encontrado el camino hacia Namur, tras haber tenido alguna dificultad seguramente para saber en qué país minúsculo se encuentra Bruselas, la ministra canadiense llegó y se firmó el tratado.

Pero Paul Magnette cuenta con hacerse una fama de luchador contra las multinacionales y sus tratados que, dice él, «ponen en peligro nuestras instituciones democráticas». El ministro está obligado a agitarse mucho y hacer mucho ruido, porque no tiene estrictamente nada que oponer, por ejemplo, a la multinacional Caterpillar que anunció el cierre de su planta en Valonia, lo que causará la desaparición de 2.200 empleos.

Este disparate de un ministro-presidente, o sea un miembro de gobierno, aunque sólo sea de un gobierno regional, pudo sorprender un poco en los países europeos. (…)

Encuentra su justificación en la demagogia sobre la «especificidad de Valonia», que el gobierno socialista pretende proteger: los pequeños agricultores valones, las pymes valonas, las asociaciones valonas, la «economía de circuito corto» valona, el empleo valón y los ciudadanos valones, Magnette promueve el «patriotismo económico valón» y el «comprar valón» en Valonia. El ejercicio se podría titular «cómo insertar la palabra ‘valón’ al menos dos veces en cada frase». Efectivamente, sólo se trata de un ejercicio de léxico y en ningún caso de la defensa de la gente, ni siquiera la pequeña burguesía. Pero estas palabras difunden el nacionalismo y, peor aún si cabe, el nacionalismo regional, y tienden a dividir a los trabajadores.

De telón de fondo está la sexta reforma del Estado, decidida por el anterior gobierno de Bélgica, bajo dirección del Partido Socialista. Esta reforma prevé la transferencia a las regiones casi de la tercera parte de las competencias que pertenecían al ámbito estatal. Por ejemplo, la política del empleo. O sea, más claramente: las ayudas a las empresas y las sanciones contra los parados. Varias centenas de funcionarios de la Oficina de Empleo estatal han tenido que moverse hacia las regiones para seguir controlando y castigando a los desempleados, pero al nivel regional.

El siguiente asunto en la lista es el subsidio familiar. En vez de una caja única como ahora, se implementarán tres distintas cajas y según el lugar de residencia, en Flandes, Valonia o Bruselas, los niños no tendrán derecho al mismo importe. También existen varias competencias en el campo de la sanidad, la acogida de los mayores y los discapacitados, etc.

Claro está que, si se regionalizan las competencias, no es tan sencillo a la hora de hablar de los fondos. Los importes previstos no cambian hasta 2024 pero, en adelante, las reglas de repartición de los recursos financieros entre las regiones y las comunidades a su vez cambiarán. Dicho de otra manera, se trata de la desaparición progresiva de las transferencias de recursos desde la región rica de Flandes hacia Valonia que es más pobre. Así pues, se está montando desde el gobierno de Valonia, así como desde el flamenco, cada uno en su región, un plan de austeridad gigantesco, de varios años.

Ahora bien, es posible que los tratados comerciales internacionales causen daños, pero los distintos gobiernos belgas, entre los cuales el de Magnette, en este asunto no necesitan ayuda exterior. Y al contrario de lo que se suele afirmar, el Partido Socialista valón no se queda corto a la hora de dar tijeretazos una y otra vez en el mapa de Bélgica. Ya se escuchan voces reclamando en Namur una séptima reforma del Estado. Una vez lanzados en esta dinámica de cortar en trozos la Seguridad Social entre Flandes, Valonia y Bruselas (región aparte), no hay límite.

Esta historia del rechazo al CETA era también una manera de oponerse al gobierno federal de toda Bélgica en el que no está representado el Partido Socialista francófono.

Este gobierno federal se compone de tres partidos flamencos y un partido francófono (el MR, los liberales francófonos). En este gobierno, el partido nacionalista flamenco N-VA participa y son los social-cristianos flamencos los que hacen de «ala izquierda». Este gobierno de derecha sigue atacando a los trabajadores desde donde se detuvo el gobierno anterior, dirigido por el Partido Socialista. Propuso en particular una reforma del estatuto de los trabajadores, muy parecida a la reforma laboral de 2016 en Francia y cuyas consecuencias irán más allá de la mera eliminación de la semana de 38 horas que denuncian los sindicatos.

Está en discusión también una reforma de pensiones que va más lejos de aplazar la edad de jubilación a los 67 años. El gobierno quiere cambiar el método de cálculo de las pensiones para que los periodos de paro, tiempo parcial, estudios, etc. ya no se tomen en cuenta de la misma manera, incluso para el acceso la pensión mínima, lo cual tiene mucha probabilidad de impedir que accedan a ella muchos trabajadores.

El Partido Socialista valón denuncia la austeridad del gobierno federal. Es hipócrita porque Valonia la pone en marcha. (…) Sobre todo, el PS denuncia el MR (liberales francófonos), por haber «traicionado a los valores» con su entrada en el gobierno con tres partidos flamencos…

Estas tendencias centrífugas que agitan Bélgica se hacen sentir también al nivel sindical. En varios sectores y en particular en la FGTB vinculada al Partido Socialista, ya se ha producido una separación sindical. En la educación, esto se produjo cuando el paso de la gestión educativa a la comunidad, en 1989. En la metalurgia, fue en 2006. Incluso en los sindicatos que permanecen unificados, las tensiones son reales. Por ejemplo, en abril de este año, cuando el secretario general de la FGTB de los trenes, que es francófono, llamó a la huelga en los ferrocarriles, los dirigentes sindicales flamencos no quisieron que les ordenase la huelga… un francófono. Es verdad que algunos trabajadores flamencos fueron a la huelga sin reparar en ello. Pero desde el lado francófono, no se hizo nada para ayudarlos a resistir a la hostilidad de los aparatos sindicales.

Al mismo tiempo, los sindicatos de todos los servicios públicos convocaron una manifestación estatal en Bruselas. Pero los dirigentes francófonos decidieron, en el último minuto, que más valía realizar acciones en Valonia. Usaban el pretexto de la huelga de los trenes que «impedía» llevar a los manifestantes hasta Bruselas. Pero fueron capaces de alquilar autobuses para llevar a sus afiliados desde Bruselas hasta Valonia en vez de animarlos a sumarse a la manifestación de la capital.

Desde el punto de vista de los trabajadores, se trata de una tendencia muy grave hacia el nacionalismo. No olvidemos la gran huelga de 1960-1961. Partiendo de Flandes, se convirtió en un movimiento estatal a pesar de la oposición de las direcciones sindicales. Luego fue transformada en una huelga «valona», en particular por el dirigente sindical FGTB liejense André Renard. No solo permitió llevar la huelga a un callejón sin salida, mientras que no le faltaba combatividad, sino que este acontecimiento fue el punto de partida de los tijeretazos en el mapa del país. Después de la huelga y en parte en su nombre, se trazó en 1962 la «frontera lingüística» entre el norte y el sur del país.

Cincuenta y cinco años más tarde, después de cinco reformas del Estado, Magnette y varios dirigentes socialistas y sindicalistas siguen con la misma demagogia nacionalista, que se disfraza siempre de un vocabulario de izquierdas, pero que podría recuperar sin problema una extrema derecha valona si lograra estructurarse.

El PTB (Partido del Trabajo de Bélgica), de origen maoísta y estalinista pero que ya no se presenta públicamente como comunista, es el único partido en no haberse separado en dos a nivel nacional. Todos los demás partidos son o bien flamencos o bien francófonos. (…) Pero el PTB aplaudió ante el circo de Magnette como si fuera una señal positiva para la izquierda europea.

En lo que a nosotros se refiere, contamos con mantener nuestra dedicación a la clase obrera y nuestra convicción internacionalista que son nuestra identidad.

Unión Africana de los Trabajadores Comunistas Internacionalistas (UATCI, Costa de Marfil)

El presidente de Costa de Marfil, Ouattara, se congratula de la pseudo prosperidad económica que dice ha vuelto al país gracias a él; en realidad la miseria golpea a cada vez a más personas. La actividad económica ha recuperado vigor en particular en el sector inmobiliario (con altibajos) pero también en la industria. En la zona industrial del puerto de Abiyán, se han implantado fábricas nuevas, mientras otras amplían sus naves. Pero los trabajadores, incluso cuando tienen un trabajo, se hunden en la pobreza a causa de los bajos salarios y la generalización del trabajo de jornalero.

Los llamados «déguerpissements» siguen produciéndose. Esta es la expresión que usan las autoridades que echan sin piedad a la gente pobre so pretexto de lucha contra la insalubridad y la ocupación ilegal del espacio público. Se trata de pequeños tenderos, madres de familia o incluso niños que intentan llevar adelante un comercio informal a lo largo de las calles para poder sobrevivir. El gobierno sigue arrasando los barrios precarios con sus bulldozers, lo que llena de felicidad a las inmobiliarias. Éstos se regocijan porque saben que hay un montón de dinero que ganar en la construcción de casas o centros comerciales en los nuevos barrios evacuados. Se ha echado y se sigue echando de sus casas a decenas de miles de familias. De la noche a la mañana se encuentran sin techo.

El trabajo de jornalero se hace cada vez más general. Hasta en la administración pública. En los hospitales públicos, enfermeras, ayudantes, camilleros, conductores de ambulancia son o jornaleros o empleados de subcontratas, que es lo mismo.

En la situación social de Costa de Marfil destaca la actual huelga de los funcionarios, en reacción de protesta contra la degradación de las condiciones de existencia. Del 7 al 11 de noviembre de 2016, varios sectores se pusieron en huelga: la educación, los hospitales, la administración. Esta huelga fue masiva. Las reivindicaciones son diversas: por las pensiones, por el pago de los salarios y primas pendientes, por la integración de los jornaleros como funcionarios. Los profesores tienen sus reivindicaciones específicas. Por ejemplo, los maestros de escuela tienen que enseñar un día más a la semana, el miércoles, un día que hasta ahora no era laboral.

Los tipos de impuestos que se restan de la nómina han aumentado mientras que el importe de las pensiones se ha rebajado. En total son muchos los descontentos y esta situación explica la gran participación en la huelga. Por supuesto, el presidente Ouattara tachó la huelga de ilegal. Uno de sus ministros amenazó con suspender los salarios de los huelguistas si no volvían al trabajo el lunes 14 de noviembre. El gobierno encontró a algún que otro dirigente sindical dispuesto a venderse y llamar al fin del movimiento, pero no funcionó porque muchos empleados públicos siguieron movilizándose.

El ministro de la Administración pública, que se reunió con los líderes del movimiento, intentó dividirlo. De este encuentro no salió nada en concreto. Las amenazas que se pronunciaban en un principio fueron descartadas. Sin embargo, ya se ha anunciado una nueva huelga del 9 al 13 de enero de 2017, lo cual demuestra que existe un descontento real y cierta combatividad en el cuerpo de los funcionarios.

En el sector privado los trabajadores también reciben golpes, en particular los que están más abajo en la escala. Pero ninguna central sindical legal busca organizarlos. Los dirigentes de estos aparatos, cuando no forman directamente parte del sistema, se han vendido a él. No es nada nuevo. Frente al vacío, se montan nuevos sindicatos, pero en general o bien son gente rara que se santiguan o rezan antes de cada reunión o bien chiringuitos dirigidos por individuos más bien interesados por el dinero. En las zonas industriales, la generalización del trabajo a jornal es una catástrofe para los trabajadores. Esta situación podría llevarlos a movilizarse si hubiera estructuras que organizaran la lucha por las aspiraciones que se expresan…

L’Internazionale (La Internacional, Italia)

Para resumir la situación política italiana, digamos que está en evolución permanente. Como sabéis, se hizo un referéndum sobre una propuesta de modificación de la Constitución que promovían Renzi y su gobierno. El 60% de los votantes votó en contra. En un principio, Renzi elaboró el proyecto de reforma conjuntamente con Berlusconi. Pero con esta consulta pensaba realizar el consenso masivo que nunca obtuvo en las elecciones, puesto que llegó al gobierno por una especie de complot de palacio, montado por sus partidarios en el seno del PD, el Partido Demócrata.

De hecho, el referéndum del 4 de diciembre fue una derrota severa para él. Además, la reforma de Renzi, orientada hacia una mejor gobernabilidad y un ahorro de costes, tenía el respaldo de los diarios más importantes y de los grupos decisivos del gran capital. Sus partidarios no eran solo italianos: tanto el Financial Times como el Wall Street Journal lo apoyaban, así como varios representantes de gobiernos europeos, encabezados por Angela Merkel.

La misma noche de los resultados del referéndum, Renzi anunció que iba a dimitir. Desde este momento, paradójicamente, fue entre los partidarios oficiales del «No» donde aumentó la confusión. Se trata de un abanico político muy amplio y heterogéneo que va desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha, de la Asociación de los Guerrilleros hasta los grupos neonazis; sus principales representantes son el Movimiento Cinco Estrellas de Beppe Grillo, la Liga ed Matteo Salvini (antiguamente Liga del Norte) y el partido Forza Italia de Berlusconi.

Parece que el frente de los opositores se encuentra ahora con un problema gordo. Renzi les pidió que formularan propuestas para formar un gobierno de emergencia para afrontar los asuntos más inmediatos, entre los cuales el rescate al banco Monte dei Paschi di Sienna, un banco cuya quiebra podría provocar la de muchas otras entidades.

Y lo que no simplifica la cosa, si se quiere organizar elecciones como lo desean tanto el PD como las demás fuerzas políticas, es que primero es necesario hacer una nueva ley electoral. Así es: la ley electoral actual fue declarada ilegítima por el Tribunal Constitucional y la que el gobierno elaboró hace unos meses está sometida al escrutinio de este mismo Tribunal, que debería dar su conclusión a finales de enero. Se trata de un juego complicadísimo y a las variables del cual es necesario añadir la crisis interna del PD. Un juego en el que los «ganadores» pueden convertirse en perdedores mientras que los perdedores, puede que no hayan perdido del todo.

Ya sabemos que la política no es una ciencia exacta; pero la política italiana parece proceder directamente de la tienda de un astrólogo o un quiromántico y en ningún caso de un laboratorio científico.s

En cuanto al referéndum, sí se puede interpretar como un termómetro de los humores que existen en la sociedad, y aquí el terreno es un poco más sólido y se pueden sacar algunas conclusiones. Quisiera insistir en tres elementos: primero, la participación fue más elevada de lo previsto, por encima del 68%; luego, la importancia del «No» en particular en los barrios populares; y por fin, el aspecto masivo de este «No» entre la juventud.

Son el proletariado y las clases populares los que más claramente han dicho que no al gobierno. Es verdad que existe, dentro del voto «No», un componente reaccionario relacionado con el miedo a la inmigración; un miedo que amplifican y utilizan los partidos de derecha, que especulan políticamente con el tema. Pero, aunque sea de manera confusa, se expresa el rechazo a toda una política que se viene llevando a cabo por los intereses de los privilegiados y contra la gente pobre.

Los datos que publicó unos días antes de la votación un centro de investigación social muy famoso, el Censis, ponían de relieve el aumento de la pobreza y las desigualdades sociales en Italia a lo largo de los años de crisis. Lo confirmó más recientemente el Lstat, el Instituto nacional de estadística, que revela que el 28,7% de la población está en riesgo de pobreza o exclusión social.

Desde hace meses, Renzi y sus ministros muestran su optimismo y sus mejores sonrisas, regocijándose de una recuperación económica ya en marcha y un crecimiento del empleo. Resulta que, evidentemente, millones de trabajadores, jóvenes y desempleados consideran que estos mentirosos se han burlado de ellos.

En lo que a nosotros se refiere, durante la campaña del referéndum, insistimos en la esterilidad de un enfrentamiento de dos bandos rivales, ambos relacionados de una manera u otra con la gran burguesía; uno quiere mantenerse y fortalecerse, y el otro conquistar el derecho a representar los intereses del capital. No hicimos una propaganda activa por la abstención, pero sí explicamos que lo que esta situación realmente plantea a los trabajadores no es elegir entre sí o no a una propuesta de perfeccionamiento del aparato del Estado sino elegir entre seguir siendo una masa con la que maniobran los partidos de la burguesía y moverse para construir su propio partido de clase.

La gran participación en la votación muestra que debe haber aumentado la preocupación por las cuestiones políticas. Dentro de los estrechos límites de nuestras fuerzas, como pequeño grupo propagandístico, debemos aprovechar la oportunidad para defender las ideas del comunismo revolucionario y una línea política que se fundamente en ellas…

Sınıf Mücadelesi (Lucha de Clase, Turquía)

Ya se sabe cómo se viene degradando la situación en Turquía desde hace un año. Después de la tentativa de golpe de Estado el 15 de julio se produjo una ola de depuraciones en las instituciones; luego vinieron los atentados del Estado Islámico y las detenciones en masa. Estos acontecimientos vinieron a agravar una situación ya muy tensa. Ayer, 10 de diciembre, un atentado mató a 29 personas en Estambul. Además de todo eso, la crisis económica se manifiesta cada día con más evidencia.

El gobierno del AKP decretó el estado de excepción y, desde entonces, gobierna con decretos. En este contexto, puede detener a cualquiera bajo la acusación de terrorismo. Con este término se habla tanto de los miembros del PKK –organización de guerrilla kurda– como de los llamados Fetocu, miembros o gente cercana a Fethullah Gülen, imán refugiado en los EEUU con el que se enfadó Erdogan y que éste acusa del golpe de Estado fallido. Según Erdogan, Turquía está bajo la amenaza de un gran proyecto terrorista procedente de la comunidad de Gülen y a la vez del movimiento nacionalista kurdo. Es contradictorio y absurdo porque unos y otros no tienen nada en común, pero en este contexto se ha suspendido o despedido a más de 125.000 personas en la administración. Los afectados proceden sobre todo de los medios de la justicia, la policía, la enseñanza y en general los funcionarios. Basta con una confusa sospecha para ser suspendido o incluso detenido.

De la noche a la mañana, estas personas pierden sus ingresos, sin posibilidad ninguna de recurrir contra la decisión que los echa a la calle. Más de 39.000 de estas personas están en la cárcel. Por otra parte, más de 2.600 empresas o asociaciones han cerrado, entre los cuales 5 agencias de información, 16 canales de televisión, 24 emisoras de radio, 62 periódicos, 19 revistas y 29 editoriales, y es evidente que todos no son gulenistas.

En 2002, al principio de su gobierno, la AKP hacía grandes discursos sobre la democracia y denunciaba la dictadura del periodo anterior, consecuencia del golpe militar de septiembre de 1980. Ahora se ha vuelto peor que en aquella época: un informe reciente de la ONU ofrece un balance inquietante de la situación después del 15 de julio de 2016, hablando de «torturas, malos tratos aparentemente frecuentes […], sospechosos encerrados hasta 30 días sin acceso al aire libre.»

Más de 690 empresas están afectadas, bajo la acusación de haber tenido relación con la comunidad de Gülen. Entre estas entidades, están un banco, varias escuelas, hospitales, medios de información que se ponen bajo control del Estado y se venden para beneficiar a éste. Hace poco tiempo, Erdogan declaró ante los medios: «Me acusan de ser un dictador, pero me da igual, me entra por un oído y me sale por el otro. Tenemos listas y vamos a seguir eliminando a todos los terroristas.» En realidad, se considera terrorista a todo el que critica al gobierno Erdogan y entre ellos están profesores de universidad, jueces, periodistas como los del diario Cumhurriyet, un periódico de información que sería el equivalente de «El País» en España. ¡Imaginaos que se detenga a periodistas de «El País» acusándolos de terrorismo porque han escrito artículos para intentar explicar el fenómeno!

Parece que el gobierno del AKP y el propio Erdogan temen una segunda tentativa más seria de golpe de Estado, que podría derrocarlos. De ahí este ambiente de terror que imponen a todo el país, sin tomar en cuenta ninguna ley existente y pasando de la Constitución. Según ésta, Erdogan, como presidente, debería tener un papel sobre todo representativo y es el Primer Ministro el que debería ejercer el poder. Las medidas de suspensión, las detenciones de diputados o grandes alcaldes no tienen ninguna base legal. Por eso mismo Erdogan se preocupa mucho por cambiar la Constitución actual y establecer un régimen presidencial a medida de sus ambiciones, para protegerse contra cualquier denuncia. De ahí también la colaboración estrecha con un partido de extrema derecha, el MHP, para conseguir el apoyo del Parlamento en la organización de un referéndum que permitiría cambiar dicha Constitución. Al mismo tiempo, los afines a Erdogan, y en particular los miembros de su propia congregación –los Nakshibendi– se apoderan de un gran número de instituciones, escuelas, clubes, empresas que controlaban antes los seguidores de Gülen. No sólo está en juego la conservación del poder sino, para el clan de Erdogan, la colocación de sus hombres en los puestos lucrativos, la ocupación de puestos importantes en las empresas y la economía.

Todo eso crea un ambiente de miedo, en particular entre los intelectuales, en el seno de la izquierda en general y en particular en los medios kurdos que están bajo el foco principal de los ataques. La policía se comporta de manera completamente arbitraria. Por ejemplo, gente de una revista de izquierdas fue detenida a causa de que eran homónimos de una institución gülenista. Les costó semanas hacer entender a la policía que se había producido un error. Se puede detener a la gente por error, ir a la cárcel sin motivo y luego quedase allí, quizás durante años, sin ninguna posibilidad de ejercer sus derechos.

En lo que atañe a la situación económica, también se degrada muy rápidamente como consecuencia de la crisis mundial pero también por razones propias de la situación turca. En unos meses, la libra turca perdió casi el 20% de su valor frente al dólar y el euro; esto provoca una fuerte inflación y una pérdida de poder adquisitivo para los trabajadores y toda la población. Muchas pymes están en quiebra, con los despidos que esto representa. Otro problema es la reducción del turismo que tiene consecuencias económicas. En el Gran Bazar de Estambul, sitio extremadamente turístico, 1.600 tiendas han tenido que cerrar, y las otras tienen dificultades para sobrevivir.

La clase obrera, por su parte, no sufre mucho de las detenciones ni siente mucho el clima de terror que impone el gobierno. Sin embargo, la golpean los despidos y la actitud de la patronal. Los patrones turcos nunca dudaron en librar una guerra de clase contra sus trabajadores y en estos tiempos son más violentos que nunca. Así pues, la clase obrera es más víctima de la arbitrariedad patronal –con los despidos, la inflación y el bloqueo de los salarios– que de la del gobierno. Se producen reacciones frente a todo eso puesto que, para los trabajadores, esta situación dura y tensa no es ninguna novedad.

Las negociaciones para los convenios de empresa, que en adelante tienen lugar cada tres años en vez de cada dos años como se hacía anteriormente, deben realizarse a principios de 2017, en particular en la siderurgia y metalurgia. En algunas fábricas, comienza a manifestarse cierto descontento y hay reacciones. Por ejemplo, hace dos semanas, los 3.000 trabajadores de una empresa siderúrgica de Eregli, en el norte de Turquía, se manifestaron todos juntos a la salida de la fábrica. Querían mandar un mensaje a los patrones y a los dirigentes sindicales: en estas negociaciones van a pedir subidas importantes de sueldo para recuperar el poder adquisitivo que han ido perdiendo, al mismo tiempo que mejores condiciones de trabajo. Los trabajadores gritaban el lema tradicional de las manifestaciones obreras: «çiyiz haklyz, kazanacaz», es decir «¡Somos obreros, tenemos razón, vamos a ganar!» Así pues, no todo el mundo permanece indiferente.

De la misma manera, se produjo otro acontecimiento positivo en estas últimas semanas, cuando el gobierno quiso hacer votar una ley para absolver a los violadores de menores de edad, siempre que se casen con las víctimas. Este proyecto de dar el visto bueno a prácticas medievales suscitó una masiva indignación y se convocaron manifestaciones en todo el país, con las mujeres en las primeras filas. El movimiento obligó al gobierno a retirar su ley, por lo menos hasta ahora; además el propio partido AKP está dividido respecto al tema. ¡Así que este gobierno de Erdogan que enseña sus músculos puede verse obligado a retroceder ante la movilización!

La situación en Turquía sigue siendo muy tensa, es una situación de crisis y represión. Mucha gente tiene miedo. Incluso el gobierno tiene miedo (…) Un buen día Erdogan declara que quiere recuperar las islas del mar Egeo, al día siguiente que Mosul pertenece a Turquía, o incluso que le da completamente igual lo que puede decir de él la Unión Europea. Dijo que Bachar El Asad era como un hermano y luego fue a hacerle la guerra; ahora puede que se esté reconciliando con él. Fue capaz de ordenar que se derribase un avión y luego ir a hacerse amigo con Putin… y callamos todo el resto. En este contexto, es muy difícil saber a dónde quiere llegar Erdogan…

Organización de los Trabajadores Revolucionarios (OTR, Haití)

El huracán golpeó cinco de los diez departamentos del país y fue clasificado categoría 4 en el Gran Sur, que ha sido completamente arrasado. La situación de las poblaciones siniestradas empeora día tras día por estar abandonadas a su suerte. Aproximadamente dos semanas después de pasar el huracán, las poblaciones siniestradas no han visto llegar la más mínima ayuda del Estado o de ONGs. Los candidatos que tenían grandes recursos, como Jovenel Moïse, candidatos del expresidente cantante Martelly, aprovechaban para aumentar su capital político ofreciendo bolsitas de agua con su logotipo y su foto. Después del huracán, el cólera, la hambruna y la ausencia de cuidado han diezmado las poblaciones víctimas cuya situación es alarmante. La ayuda material y en efectivo, recogida masivamente principalmente por las ONGs, se desvía en gran parte, como ya fue el caso en 2010 después del terremoto. Los problemas quedan sin resolver.

La fauna y la flora del Gran Sur están destruidas en un 80%. Ahora bien, esta región se considera como el granero del departamento más poblado del país, así como del Oeste donde se encuentra Port-au-Prince, capital de Haití, con más de 3 millones de habitantes.

Más de un millón de muertos. La mayoría de las casas están destruidas, sin techo, ganado y aves diezmados, huertos y cosechas arrasados. Así describe un campesino la situación sobre la catástrofe y los habitantes de su pueblo: «Solo quedamos nosotros en pie: las casas, los árboles, los animales, las aves están en el suelo y sin vida.»

Una campesina relata como en su localidad, donde casi todas las casas han sido destruidas, mucha gente se aloja en tumbas para dormir o protegerse del sol del día. Otro campesino, fan del fútbol, rechaza la teoría de la maldición y prefiere comparar su situación a la de un equipo de fútbol sin defensas ni tampoco goles. Y ha añadido: «He aquí por qué encajamos tantos goles», en referencia a los efectos de la catástrofe, defendiendo de tal manera lo contrario de la declaración de un senador en función, médico, además: «Si ocurren todos estos dramas aquí es porque hay demasiados homosexuales en nuestro país.»

En nuestras intervenciones en la radio y en las discusiones, afirmamos que al menos para beneficiarse de las ayudas que llegan, las poblaciones siniestradas y las que no lo son tienen interés en obtener los medios y la organización para controlar el transporte y el reparto. A falta de este control, todo volverá a ser desviado por pequeños y grandes mercachifles que buscarán como sacar ganancias de ello a costa de la salud y la vida de la población. Como ejemplo, hace 6 años, la Cruz Roja americana construyó 6 casas con 500.000 dólares recogidos en nombre de las víctimas del seismo del 12 de Enero de 2010.

Si la situación de las poblaciones siniestradas es la menor preocupación de los dirigentes políticos y económicos, no es el caso de las elecciones que han absorbido ya más de 150 millones de dólares de Hacienda sin hablar de la financiación de los candidatos por hombres de negocio.

En 2011, un año después del terremoto, un músico-cantante llamado Michel Martelly, con el mote de Tèt kale (cabeza rapada), se había convertido en el presidente del país gracias a trapicheos y manipulaciones de todo tipo orquestadas por las embajadas americana y francesa, y sobre todo en un contexto de rechazo del poder saliente odiado por el pueblo, especialmente por su indiferencia y su falta de reacción en el terremoto. Martelly fue investido el 14 de mayo de 2011 y ha salido por la puerta de atrás el 7 de febrero de 2016 por no haber organizado ningunas elecciones durante su mandato.

Un presidente provisional ha sido electo por el parlamento (o sea de manera indirecta) para organizar las elecciones. En efecto, las elecciones presidenciales y las legislativas parciales del pasado domingo 20 de noviembre ocurrieron en la calma aparente en todo el país. Pero la población pasó masivamente de estos comicios.

Estas elecciones han sido organizadas después de que una comisión instaurada por el gobierno provisional presidido por Jocelerme Privert hubiese invalidado las organizadas por Martelly en octubre de 2015, con una segunda vuelta entre Jovenel Moïse en cabeza (con 30% de los votos), el candidato de Martelly, y Jude Celestin, que podemos considerar como uno de los numerosos avatares del movimiento Lavalas de Aristide.

Según los resultados preliminares publicados al final del pasado mes de noviembre, el candidato Martelly se puso en cabeza con el 56% de los votos y los tres candidatos que le seguían vienen todos del movimiento Lavalas de Aristide, el cual no ha parado de fragmentarse desde la expulsión de Aristide en 2004 y su marcha al exilio.

Se trata pues de Jude Célestin, quien ha llegado a segunda posición con el 19% de los sufragios. Era el favorito en 2011 y había sido apoyado por el presidente saliente René Préval, delfín de Aristide que había hecho dos mandatos seguidos. Luego vienen Moïse Jean-Charles, exsenador, un disidente de Lavalas de Aristide y principal oponente al poder de Martelly, y Maryse Narcisse de la Fanmi Lavalas d’Aristide, en cuarta posición (…) Jovenel Moïse ha sido elegido en la primera vuelta de las elecciones, según las disposiciones de la ley electoral, pero los otros tres candidatos, en particular el de Aristide, movilizan a sus partidarios en las calles desde la publicación de resultados preliminares para denunciar un golpe de Estado electoral. De momento estas manifestaciones son severamente reprimidas por la policía.

Empresario de 48 años, Jovenel Moïse, era un desconocido antes de ser designado por Martelly. Dos años antes, este último hizo sacar alrededor de 26 millones de dólares de la Agencia Tributaria en beneficio del que iba a ser su candidato y lanzar su empresa de plátanos ayudándose de estos fondos. El candidato Jovenel Moïse también se benefició del apoyo total y abierto de las embajadas que han preferido un neófito en lugar de políticos tradicionales, que son sin duda lacayos suyos pero cada vez más difíciles de controlar. Este apoyo de la diplomacia internacional de los ricos de Haití e incluso de los traficantes de droga se tradujo en importes enormes inyectados en la campaña de Jovenel Moïse cuyos carteles gigantes aparecían en todos los municipios del país y se hablaba de él en toda la prensa radiofónica, escrita y televisada. Esto hizo decir a una periodista muy escuchada y muy informada que el 95% de la financiación de Jovenel provenía del sector privado mientras que en los demás candidatos era solo un 5%. Después del huracán Matthew,que arrasó varios departamentos del país, el hombre de Martelly estaba más presente en las regiones siniestradas que el Estado haitiano cuando llegaron los barcos, los productos alimentarios provenientes de EEUU.

El porcentaje muy bajo de participación también trabajó a favor del hombre de Martelly, que obtuvo menos de 600.000 votos de 6 millones de electores: un 23% según el organismo electoral y menos de un 15% según otros observadores. En efecto, cuando las clases pobres no se movilizan en masa para votar y controlar sus votos, como fue el caso en 1991 para Aristide, los comicios se vuelven básicamente una historia de dinero. ¡Es el más acaudalado el que gana!

Sin embargo, la cuestión es saber cómo Jovenel, que en las elecciones presidenciales invalidadas obtuvo el 30% de los votos gracias a sus fraudes masivos, logró un año más tarde obtener un 55% de los votos en la primera vuelta sin fraude. Los pocos trabajadores y pequeños comerciantes que se desplazaron para votar admitieron haber votado a Jovenel Moïse para impedir el paso a la candidata de Aristide, pues temían la vuelta por la fuerza de las Chimères, miembros de las milicias de Aristide que hacían estragos contra los habitantes de los barrios populares.

Los testimonios de los trabajadores que han ido a votar hacen pensar que la popularidad de Aristide se reduce cada vez más en los parados, los lumpens de barrios pobres que no tienen carta electoral en su mayoría. Pero su capacidad de movilizar esta base social suya queda intacta.

Estas elecciones han ocurrido con el fondo de una agravación de la miseria de las clases pobres. Durante los cinco años de Martelly ya el dólar americano había pasado de 40 a más de 60 gourdes (moneda de Haití) y el precio de los productos de alimentación se había disparado gradualmente con la caída del gourde. En la zona industrial y en los barrios pobres, la degradación brutal de las condiciones de vida salta a la vista. Se añaden ahora los efectos colaterales del huracán Matthew.

El ambiente del país se desmorona, el país se muere bajo los ataques violentos de los capitalistas sin vergüenza que no se satisfacen con hacer fructificar sus capitales, y de los políticos corruptos que a su vez vacían lo que queda de las cajas del Estado como buitres. El país está arruinado y despedazado. Los pobres se empobrecen cada día más y de manera más brutal. Los ricos se enriquecen sobre las ruinas.

Este año ha sido particularmente duro para los trabajadores, las clases pobres en general…


El 46° congreso de “Lutte Ouvrière”, febrero de 2017

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