Las elecciones legislativas celebradas en Portugal el pasado 18 de mayo traen a la escena política el parlamento más a la derecha en la reciente historia de Portugal. Ha salido vencedora la coalición de derechas conservadora Alianza Democrática (AD), de Luís Montenegro, con 89 diputados -32,7% de los votos-
Lo más reseñable, no obstante ha sido que Chega! (¡Basta!), formación de extrema derecha, se ha situado como la segunda fuerza parlamentaria, con 60 escaños, por delante del Partido Socialista que por primera vez en la historia ha sido desplazado a tercer lugar dejando por el camino unos 900.000 votos. Por la crisis generalizada que vive Portugal, que ahonda su crisis política, estas son las terceras elecciones anticipadas en los últimos tres años y sumando los votos de las tres derechas -AD, Chega e Inciativa Liberal- superan el 60%. La abstención ha sido alta, votando tan solo el 64,38% del electorado llamado a urnas.
Llama la atención como Ventura, líder de Chega, en tan solo 6 años ha tenido un ascenso vertiginosamente rápido pues en 2019 era diputado único en el parlamento y en cada elección subió, hasta superar el millón de votos en las elecciones de 2024 y obtener 50 diputados. En estas, ya cuenta con 60 diputados y 1,3 millones de votos. Su argumentario no es novedoso: el mismo que utiliza toda la extrema derecha tanto en Europa como en América: postularse como el líder del cambio, agitando el guante de la corrupción generalizada que impera en todos los grandes partidos, un uso masivo de las redes sociales y la culpabilización del emigrante como el principal actor de la delincuencia en el país y causante de todos los males. De esta forma incluso ha ganado zonas, como el Alentejo, que han sido tradicionales de la izquierda desde abril de 1974, tras la llamada Revolución de los claveles, cuando miembros progresistas del ejército, el movimiento de los capitanes, acabó con la dictadura trayendo la democracia al país.
Para los socialistas el varapalo ha sido enorme, acostumbrados como estaban al papel tradicional que han tenido en los últimos 50 años dónde han estado o bien gobernando o como principal partido en la oposición. No hay más ciego que el que no quiere ver, pues ya la extrema derecha venía pisando fuerte y en 2024 fue incluso la fuerza más votada en el Algarve.
Pero no es solo la corrupción la que golpea a los socialistas; es su propia política reformista la que los aleja de la población en general y de los trabajadores. Lo mismo le ocurre al Bloco de Esquerda y la Coalición Democrática Unitaria (CDU) —de la que son parte el Partido Comunista de Portugal y Los Verdes, que no han tenido nunca una política independiente del reformismo, sino todo lo contrario, se han sumado a él ofreciendo estabilidad y paz social asumiendo así los recortes en todos los servicios públicos, los despidos, la creciente precariedad laboral y la caída del nivel de vida. Sumando los votos de estas formaciones dichas de “izquierdas”, en el parlamento quedan reducidos a un 30,4%.
Así pues la conclusión evidente de la trayectoria política en Portugal es la misma que se puede hacer aquí en España, por poner solo un ejemplo: no se hacen políticas a favor de los trabajadores y de la población en general con la “unión de partidos de izquierdas” creer que participando en el gobierno con los socialistas van a girar hacia la izquierda es una ilusión. La única manera sería la movilización obrera y popular. Sumar no va a hacer del PSOE un partido de los trabajadores, entre otros motivos porque ni siquiera Sumar representa los intereses de la clase trabajadora. Igualmente en Portugal, donde a la vista está, no solo se acaba siendo un partido reformista más, sino que muestra claramente que esta estrategia es impotente para frenar el ascenso de la extrema derecha. En Portugal, como en España y por todo el mundo, urge la creación de un verdadero partido de los trabajadores, partido revolucionario que defienda intereses propios del mundo del trabajo y combata a la extrema derecha con luchas y movilizaciones laborales que vayan aumentando la conciencia de clase y lleven a la población trabajadora, que son mayoría, a dictar su propio destino.