Se va a cumplir un cuarto de siglo y las guerras y conflictos bélicos recorren el mundo, la mayoría de ellos llevan años en activo y están presentes en este año que recién ha comenzado. Otros muchos que los medios no nombran siguen latentes, pero basta una nueva chispa para que prendan y se reanuden los enfrentamientos.
Con cada guerra o conflicto armado las principales víctimas es siempre la población trabajadora, incluso los soldados que son lanzados al combate en cualquiera de los bandos. Tras la destrucción de vidas y de los medios de vida de la población están los intereses económicos que mueven estos conflictos, que no son otros que los intereses del capital internacional respaldado por sus respectivos gobiernos. El capital y los negocios de la burguesía han convertido el mundo en un campo de batalla y cada crisis de la economía capitalista es el rescoldo de un nuevo conflicto bélico que termina pagando la propia población trabajadora.
La guerra de Ucrania iniciada en 2022 por Rusia, apoyada por EE.UU. y la UE ha causado hasta 2023 más de 95.000 muertos, junto a otras 70.000 contabilizadas a 20 de diciembre de 2024.
La masacre del pueblo palestino a manos de Israel y sus socios capitalistas continua. El Ministerio de Sanidad gazatí, controlado por Hamás, ha elevado a 45.541 el número de muertos —la mayoría de ellos niños y mujeres—según “El País”, 30/12/24.
Estos conflictos pueden llegar a normalizarse, como ha ocurrido con la gran mayoría de los que hoy en día continúan latentes en el mundo. Según cifras publicadas este diciembre pasado por el diario Público, unos 96 países mantienen 56 conflictos bélicos activos, destacando que se han producido unos 200.000 actos de violencia armada en el último lustro, con un ritmo de crecimiento constante.
El nivel más alto registrado en los últimos 30 años se dio en 2016. Según Naciones Unidas, a nivel mundial el número absoluto de muertes en las guerras ha venido disminuyendo desde 1946 pero los conflictos y la violencia van en aumento, la mayoría a manos de milicias políticas, grupos terroristas internacionales y grupos delictivos locales o regionales. Al mismo tiempo son cada vez más fragmentados: por ejemplo, el número de grupos armados que participan en la guerra civil siria ha aumentado de solo ocho a varios miles desde el estallido del conflicto. Además tienden a ser más largos y más mortíferos debido al perfeccionamiento del armamento; recordemos los ataques selectivos lanzados por Israel que han sido noticia este año pasado.
Pero sobre todo estos nuevos conflictos cada vez más se circunscriben a regiones concretas, vinculadas con intereses políticos, económicos y militares.
Todo esto sucede junto a un cada vez mayor incremento del gasto militar, del perfec-cionamiento del arsenal armamentístico a la par que aumenta el control de fronteras de los gobiernos, todo ello incrementando el gasto que proviene del dinero público, algo que vienen impulsando tanto EE.UU. como la propia UE dentro sus propios estados desde hace años. Estas dos potencias parecieran que llevan intereses enfrentados en lucha por la competencia y el control del mercado mundial, pero históricamente cumplen idéntico papel en los enfrentamientos habidos y por haber pues ambas financian de un modo u otro muchos de estos conflictos en función de sus intereses.
La guerra y la rapiña financiada por el gran capital recorre el planeta de norte a sur y de este a oeste. Es la crisis del capitalismo mundial, es decir el imperialismo, que para funcionar necesita conquistar nuevos mercados y así dar salida a las mercancías, hacer circular los capitales y mover la rueda del beneficio. Para seguir funcionando el capitalismo necesita controlar las materias primas y producir más barato, se lanza a la conquista de territorios, al expolio de las riquezas naturales. Todo ello a costa de incalculables pérdidas de vidas humanas, del desplazamiento de poblaciones enteras, de un escenario de muerte.
Las antiguas potencias coloniales, Inglaterra, Francia, Bélgica o Alemania ya sabían que el continente africano era rico en minerales y piedras preciosas. Más del 40 % de las existencias del oro, el 55 % de los diamantes, el 66 % del cobalto y más del 80 % del platino.
Durante años la industria en manos de la burguesía se ha afanado en el expolio sistemático de estas regiones. Hoy en día no existen colonias, pero la gran industria extranjera continúa instalada explotando las riquezas de África. Como toda industria capitalista, esta continua necesitando mano de obra dócil y barata para obtener beneficios.
No por casualidad en el continente africano persisten conflictos que duran años, en Sudán, los países del Sahel, en Etiopía, República Democrática del Congo. La prensa oficial apenas presta atención.y solo menciona las apariencias, pero bajo las aparentes luchas por el control del gobierno que libran diferentes etnias a lo largo de los años existen además de los intereses políticos, intereses económicos, por el control de los recursos y las materias primas, intereses de la burguesía y sus negocios que se ocultan tras el velo de los conflictos en estos territorios.
La población vive en continua degradación de las condiciones de vida, acompañada de la dictadura de las armas y observa cómo las riquezas que ellos mismos ayudan a extraer podrían mejorar los salarios, los servicios públicos, el nivel de vida de las clases trabajadores, pero obtienen todo lo contrario; el nivel de renta de la población trabajadora cae hasta mínimos, la pobreza y el desempleo se enquistan, y existe una enorme carencia de recursos.
La población trabajadora sufre no solo la explotación patronal, también es víctima de las epidemias, de la escasez de agua potable, alimentos básicos, cuidados sanitarios, educación. Mientras que la patronal y la burguesía mantiene un tren de vida acorde con las riquezas que explota, la corrupción está a la orden del día. Bajo estas condiciones a menudo la patronal o el estado emplean la violencia, con frecuencia a manos de bandas armadas para controlar el malestar y la rabia, actuando contra los trabajadores, sus familias, contra la población.
Los conflictos que el capital financia al otro lado del mundo
Al otro lado del mundo desde hace años existen conflictos armados relacionados con el narcotráfico, por ejemplo en México o en Colombia. La aparición de cárteles y bandas armadas han surgido al calor de los intereses capitalistas que explotan este tipo de negocios. Hace un año la revista Science publicó un estudio que confirmaba al crimen organizado como el quinto empleador más grande de México, por delante de algunas empresas trasnacionales.
Desde 2006 México dice haber incrementado la lucha contra el narcotráfico. Si no se ha resuelto ya es debido a los elevados niveles de corrupción, no solo entre los jueces y la policía. Sus raíces se encuentran entre la propia burguesía del país, permeando las instituciones políticas en las que está presente y facilitando su traspaso de gobierno a gobierno. Es por tanto una parte de la economía de esos países que funciona al igual que el resto de la producción capitalista, solo que el capitalismo ha encontrado para estas mercancías un mercado potencial a costa de vidas humanas, gasto sanitario y sobre todo para mantener funcionando grandes redes de corrupción. Con todo, diversos cálculos estiman que el narcotráfico mueve algo más de 100 billones de dólares al año en el mundo.
Ante un mundo donde el capitalismo nos empuja cada vez más a la barbarie, la clase trabajadora debe reaccionar y luchar contra su enemigo común. Oponer a la anarquía capitalista una economía organizada para satisfacer las necesidades sociales. La lucha por el socialismo, prioridad de la clase trabajadora mundial.