En los últimos meses, vemos con perplejidad como la derecha más rancia de este país está intentando blanquear lo que fue y supuso la dictadura de Franco. De hecho no es nada nuevo; por ejemplo, hace poco, Manuel Mariscal, parlamentario de Vox en el Congreso, negó que el franquismo fuese una “etapa oscura” y la calificó como una época de “reconstrucción, progreso y reconciliación para lograr la unidad nacional”. El propio Feijoo, con anterioridad, se refería a la guerra civil como una pelea que tuvieron nuestros abuelos…
Pedro Sánchez, contraatacando, ha declarado que 2025 verá “más de un centenar de actos para conmemorar medio siglo de libertad en nuestro país”. Dice el presidente estar “volcado” preparando “una labor pedagógica para que las generaciones más jóvenes vean lo que fue y lo que supuso el franquismo”; los eventos se van a desarrollar en la calle, escuelas, universidades, etc, a partir del 8 de enero, bajo el nombre de “España en libertad”.
Está muy bien explicar lo que fue y supuso el franquismo, pero mucho nos tememos que los actos ministeriales seguirán sin excavar muy profundo la verdad de lo que fue el franquismo, al igual que hacen con el tema de la fosas comunes, de la reparación de todo lo expoliado a las víctimas y del trabajo a destajo que explotó a los trabajadores de forma brutal y provocó el enriquecimiento de la burguesía a costa del trabajo forzado y de aprovecharse de la mano de obra barata de la migración, tanto exterior como interior en los años 60.
Ya hace dos años de la reforma de la Memoria Histórica que precisamente Pedro Sánchez realizó en octubre de 2022, convirtiéndola en Ley de Memoria Democrática dónde ni siquiera –como denuncian tanto familiares como asociaciones memorialistas- eliminó los obstáculos para que puedan investigarse judicialmente los crímenes cometidos por el franquismo.
Siguiendo al periodista Antonio Maestre “celebrar que Franco lleva 50 años pudriéndose” está bien, pero para blindar la democracia y honrar a las víctimas, para no ser un negacionista histórico, lo que el autodenominado “gobierno más progresista de la historia” debía hacer es devolver el patrimonio expoliado a las familias represaliadas y apoyar incondicionalmente la exhumación de fosas comunes que siguen tapadas por toda la geografía española.
Para decir la verdad, Pedro Sánchez y las instituciones deben explicar que la guerra civil y la postguerra fue un verdadero genocidio obrero, con cientos de miles de muertos –cifra aun sin aclarar-, fusilados, torturados, desaparecidos… Deben explicar el miedo terrible que hubo a las venganzas, represalias, los campos de concentración así como la explotación y miseria con la que tuvo que vivir gran parte de la población. Y todo ello para acabar con un movimiento obrero que había amenazado al poder político y económico de la burguesía, los terratenientes y su Iglesia católica, realizando en plena guerra una revolución social.
Pedro Sánchez puede difundir a los cuatro vientos, con todo el peso de sus ministerios, las alocuciones grabadas, por ejemplo, de Queipo de Llano, pues con ellas sobran más explicaciones de lo que fue y supuso el Franquismo: “En todo gremio que se produzca una huelga o un abandono de servicio… serán pasadas por las armas inmediatamente todas las personas que compongan la directiva del gremio y además, un número igual de individuos de este, discrecionalmente escogidos…”
Sobre la guerra civil hay mucho escrito; sin embargo, lo que no se divulga es que también fue una revolución social; esto tampoco lo va a divulgar ahora Pedro Sánchez. Desde el primer momento los trabajadores no solo se organizaron para parar el golpe, – a pesar de algunas direcciones de sus propias organizaciones y a pesar de que el gobierno de la República en un primer momento se negó a distribuir armas, teniendo por ello que asaltar cuarteles para conseguirlas- sino que convirtieron el golpe de estado en guerra civil contra el fascismo y la burguesía. Llevaron a cabo una transformación revolucionaria de la sociedad, que afectaba a las bases del régimen capitalista. De esta forma, desde el primer momento organizaron milicias, incautaron fábricas, colectivizaron tierras, controlaron la producción y la distribución.
Eran trabajadores y campesinos en alpargatas, pero con una gran conciencia de clase, a la que no daba respuesta el gobierno republicano del Frente Popular. De los trabajadores dijo Trotsky: “el proletariado español ha manifestado cualidades militares de primer orden. Por su peso específico en la economía del país, por su nivel político y cultural se encontró desde los primeros días de la revolución no por debajo sino por encima del proletariado ruso al comienzo de 1917”. ¿Hasta dónde podrían haber llegado?
¿Estará Pedro Sánchez y todo el aparato ministerial “de progreso” dispuesto a aclarar y difundir que esta es precisamente la causa de que España esté llena de fosas comunes? ¿Estará también dispuesto a aclarar “pedagógicamente” por qué esta verdad no sale a la luz y qué responsabilidad tienen en ello las propias organizaciones de izquierdas, incluida la suya? ¡No!
Por otra parte, también se quiere blanquear la llamada “Transición” y elevar al máximo rango a la “democracia” y la Constitución que ahora “nos ampara”, cuando en realidad fue un pacto de PSOE y PCE con el aparato de estado franquista asesino que permitió mantener el sistema capitalista y su Estado con una monarquía parlamentaria y todo su aparato represor y judicial.
No, decir la verdad para la clase trabajadora y para las nuevas generaciones es explicar el mantenimiento en el poder de los antiguos franquistas, de los capitalistas, a cambio de un sistema bipartidista donde la izquierda se convierte en el ala izquierda de la burguesía. Y si es verdad que las movilizaciones no pudieron derribar el franquismo fue precisamente, entre otras razones, por la integración del PCE y PSOE en el sistema económico y político, abandonando toda crítica al sistema capitalista y su Estado que hubiera permitido, por lo menos, mantener la bandera de la clase obrera en alto.