Terminamos esa serie de artículos con los que intentamos dar a conocer, a través de testimonios y textos revolucionarios, la excepcional intensidad de la lucha de clase que llevó la clase obrera al poder, hace 100 años, en Rusia.
Desde luego la lucha de clase, las transformaciones sociales en Rusia y las repercusiones de la revolución de Octubre para los proletarios y los explotados de todos los países, no pararon al terminar el año 1917. Una ola revolucionaria proletaria sacudió Europa y el mundo.
Esa época de revoluciones no desembocó en el derrocamiento del capitalismo. La burguesía no consiguió derrotar la revolución en Rusia, pero el reflujo revolucionario fue uno de los factores de la degeneración burocrática del Estado nacido de la revolución de 1917.
En noviembre de 1932, Trotsky, expulsado por la burocracia estalinista, tenía que seguir manteniendo la lucha contra aquella y por la revolución mundial desde fuera de la URSS, aunque siempre vinculado a los militantes de la Oposición de izquierda soviética. Bajo arresto domiciliario en Noruega, había obtenido de las autoridades de ese país la posibilidad de aceptar la invitación de estudiantes socialdemócratas daneses que le pedían venir a Copenhague para dar una conferencia en ocasión de los 15 años de la Revolución rusa.
Como conclusión de nuestra serie de artículos, reproducimos aquí un extracto.
«Cualquier persona con una experiencia de la vida puede encontrar en su memoria la imagen de un adolescente conocido –impresionable, lírico, en fin, sentimental– que se volvió luego, de golpe, por la acción de un fuerte choque moral, más fuerte, mejor templado, irreconocible. En el desarrollo de una nación, la revolución lleva a cabo transformaciones del mismo estilo.
La insurrección de Febrero contra la aristocracia, la lucha contra la nobleza, contra la guerra imperialista, por la paz, la tierra, la igualdad de las naciones, la insurrección de Octubre, el derrocamiento de la burguesía y de los partidos que tendían a buscar un acuerdo con la burguesía, tres años de guerra civil con un frente de 8.000 kilómetros, los años de bloqueo, de miseria, hambruna y epidemias, los tensos años de edificación económica, las nuevas dificultades y privaciones: ruda pero eficaz escuela. Un martillo muy pesado destroza el vidrio pero templa el acero. El martillo de la revolución templa el acero del carácter del pueblo.
‘¿Quién se lo creerá?’ Bien había que creérselo. Poco después de la insurrección, uno de los generales zaristas, Zaleski, se sorprendía de que ‘un portero o un vigilante se volviese de golpe presidente de un tribunal; un enfermero, director del hospital; un peluquero, diplomático; un suboficial, comandante supremo; un jornalero, alcalde; un cerrajero, dirigente de una empresa.’
‘¿Quién se lo creerá?’ Bien había que creérselo. De hecho era imposible no creérselo, ya que los suboficiales derrotaban a los generales, el alcalde antiguamente jornalero doblegaba la resistencia de la vieja burocracia, el electricista ponía orden en los transportes, el cerrajero, como director, restablecía la producción industrial.
‘¿Quién se lo creerá?’ Pues que uno intente no creérselo.
Para explicar la extraña paciencia de las masas populares de la Unión Soviética en los años de la revolución, muchos observadores extranjeros hablaron, como era de costumbre, de la pasividad del carácter ruso. ¡Grosero anacronismo! Las masa revolucionarias aguantaron las privaciones con paciencia, pero no con pasividad. Construyen con sus propias manos un futuro mejor y quieren construirlo, a cualquier precio. ¡Que el enemigo de clase intente imponer a esas masa pacientes, desde fuera, su voluntad! ¡No, mejor no lo haga!
Para concluir, intentemos determinar el significado de la revolución de Octubre, no solo en la Historia de de Rusia sino en la Historia mundial. Durante el año 1917, a lo largo de aquellos ocho meses, dos curvas históricas se cruzaron. La revolución de Febrero –aquel eco lejano de las grandes luchas que tuvieron lugar en los siglos pasados en los territorios de los Países Bajos, de Inglaterra y de Francia, de casi toda la Europa continental– se vincula con la serie de las revoluciones burguesas. La revolución de Octubre proclama y abre la dominación del proletariado. Fue el capitalismo mundial el que sufrió en el territorio de Rusia su primera gran derrota. La cadena se rompió por su eslabón más débil. Pero fue la cadena, y no solo el eslabón, la que se rompió.»