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Ante el caos político y económico del sistema capitalista

Los últimos acontecimientos políticos y económicos desencadenados por Trump, la guerra de Ucrania, la masacre del pueblo palestino, el rearme y la militarización de la sociedad, la propaganda de guerra continua en los medios, muestran el camino hacia el caos económico y político y la guerra. La disyuntiva entre socialismo o barbarie se vuelve real ante un sistema económico en bancarrota. En España, la catástrofe de la DANA en la comunidad valenciana, el apagón eléctrico del lunes 28 de abril, los colapsos ferroviarios, unidos al deterioro de los servicios públicos, como la sanidad y la educación, las pensiones, la precariedad laboral y la crisis de la vivienda digna para la juventud y la población en general, muestran la realidad caótica del sistema capitalista. Porque más allá del gobierno que se tenga, el problema viene dado por la incapacidad de solucionar los problemas de la población mundial, de la organización social y económica en manos de una oligarquía capitalista, que se mueve por y para el beneficio.

¿Estamos presenciando el final de una época como se comenta en muchos medios? La globalización capitalista llega a sus límites con la crisis económica de 2008. Sobrepasado el hundimiento de 2008, la economía mundial no se ha restablecido y tampoco se ha desarrollado un ciclo alcista. Es decir, asistimos desde 2008 al estancamiento del proceso de globalización capitalista. El Banco Mundial en su informe Perspectivas económicas mundiales predice que las economías en desarrollo, que generan el 60 % del crecimiento mundial, terminarán el primer cuarto del siglo XXI con las perspectivas de crecimiento a largo plazo más desalentadoras desde el año 2000. Y las perspectivas no son muy halagüeñas: “Los próximos 25 años serán más difíciles para las economías en desarrollo que los últimos 25 años”, dijo Indermit Gill, economista en jefe y vicepresidente sénior de Economía del Desarrollo del Grupo Banco Mundial. La mayoría de las fuerzas que antes favorecieron su auge ahora se han disipado. En su lugar, han surgido factores adversos desalentadores: elevadas cargas de la deuda, escaso crecimiento de la inversión y de la productividad, y aumento de los costos del cambio climático.” (bancomundial.org).

Contradicciones del sistema capitalista que llevan a la crisis

El capitalismo necesita expandirse para valorizar la acumulación de capital, invertir, producir, vender y obtener ganancias. Necesita nuevos mercados o posibilidades de ascenso de la productividad, que son condiciones para su expansión.

Como sabemos, las ganancias capitalistas provienen de la plusvalía extraída a la clase trabajadora mundial. Esta plusvalía se obtiene al venderse las mercancías producidas por el mundo del trabajo. La diferencia entre el capital invertido en salarios – siendo estos el coste de reproducir en una sociedad dada de la fuerza de trabajo- y las mercancías producidas por la clase trabajadora es la plusvalía. Si el sistema económico no se puede expandir, la productividad no aumenta, las ganancias bajan, la competencia entre las grandes corporaciones se recrudecen y tienen que buscan ganancias continuas para seguir produciendo. Como estas ganancias proceden del mundo del trabajo y se estancan, es necesario medidas de intensificación del trabajo, degradación de las condiciones de empleo y trabajo, precarización laboral.

El empeoramiento al que asistimos de la juventud trabajadora y en general de las condiciones laborales, el deterioro de los servicios públicos y su privatización y la externalización de servicios y producción, más la intensificación de la competencia y guerras comerciales con los aranceles, tipos de interés, divisas etc., son las armas para mantener las ganancias de esta oligarquía burguesa que ya gobierna directamente en EEUU y que en otros países lo hace a través de sus intermediarios políticos.

Desde 2008 y la crisis económica mundial, los grandes mercados regionales están estancados, con un crecimiento del comercio mundial lento. Si en el siglo XIX Gran Bretaña, -más tarde EEUU la sustituyó-, se convirtió en el taller del mundo donde su imperialismo y control del mundo mantenía un mercado para la exportación sus productos y la obtención de materias primas hoy esta dinámica se ha invertido. EEUU pierde su hegemonía industrial en su territorio, en la producción de mercancías fundamentales y manufactureras y es superado ampliamente por potencias emergentes, y esto es así porque sus multinacionales han invertido en mano de obra barata fuera de sus fronteras, conservando el liderazgo militar, pero teniendo todavía en sus manos las palancas financieras, la moneda y los servicios de las últimas tecnologías de las GAFAM.

El taller del mundo en Asia, especulación financiera y bursátil, deuda y dominio del capital financiero del imperialismo

China supera en el terreno manufacturero y comercial ampliamente a las otras potencias internacionales, y además es el segundo acreedor principal – por su tenencia de bonos del tesoro-, después de Japón de EEUU, y empieza a contar con un buen papel en el terreno tecnológico. Sin embargo, EEUU no sólo compite en esta arena con China, también quiere subordinar a la UE que cae en recesión en sus potencias fundamentales como Alemania y Francia, y abre una competencia directamente con ella si no lo acepta. Trump ha desatado a través de sus aranceles la mayor guerra comercial conocida desde los años 30. Pero era una política básica que realizaba Biden y el partido Demócrata. El actual presidente solo la ha ampliado y mostrado su “matonismo” en los medios.

Escuchando algunos medios de comunicación en España los “malos” son Putin y Trump, y por supuesto, sin blanquear sus políticas que responden a los intereses de sus burguesías y oligarcas enriquecidos con el trabajo explotado de millones de trabajadores y trabajadoras, pero los “nuestros”, los de la Unión Europea no son para nada mejores. No sólo porque apoyan sin grietas el genocidio palestino de Israel. Son responsables también de la guerra de Ucrania porque se apropiaron de sus riquezas y sus mercados con la caída de la URSS y sus países aliados del este europeo.

De esta manera, desde comienzos de los años ochenta, crece una especulación financiera que desarrolla una burbuja financiera a través del crecimiento de las ganancias obtenidas de la plusvalía mundial pero no reinvertida en los procesos directamente productivos de los Estados imperialistas sino en la compra-venta de activos financieros como acciones, bonos, deudas y derivados que cotizan en bolsa. Por ello el dominio del capital financiero sobre la economía para recuperar la rentabilidad del capital. En 2025 según el diario económico “Cinco días” hasta marzo de este año “la Bolsa estadounidense ha registrado entradas de fondos de inversión por 115.308 millones de dólares (107.670 millones de euros) (…)Estados Unidos representa ahora el 64% de la capitalización mundial, debido en gran parte al rendimiento superior de los grandes valores tecnológicos. La concentración del mercado estadounidense es la más elevada de los últimos 92 años”. El endeudamiento de Estados Unidos ha alcanzado los 36,2 billones de dólares, y una cifra asombrosa de 9,2 billones de dólares de esta deuda vencerá este año. Este parasitismo rentista ya lo describió Lenin en 1916. “¡El beneficio de los rentistas es cinco veces mayor que el beneficio del comercio exterior del país más “comercial” del mundo! ¡He aquí la esencia del imperialismo y del parasitismo imperialista! Por este motivo, la noción de “Estado rentista” (Rentnerstaat) o Estado usurario ha pasado a ser de uso común en las publicaciones económicas que abordan el imperialismo.” De ahí que las grandes ganancias obtenidas de la explotación mundial del mundo del trabajo se reinviertan en la especulación bursátil, deuda de los estados etc.

La crisis y la gran contradicción del capitalismo

La crisis del 2008, sacó a la luz una de las grandes contradicciones de un mercado capitalista mundial globalizado: una producción social mundial sin una dirección políticamente unificada que pudiera planificar de forma equitativa la producción, y la distribución de bienes y servicios; con la consiguiente apropiación privada de toda esa riqueza repartida entre una oligarquía capitalista multimillonaria. En este sentido, la necesidad de la gran burguesía de mantener el estado-nación, las áreas de influencia, es decir el imperialismo, necesario para la supervivencia del sistema económico de explotación, se convierte a su vez en un gran obstáculo para armonizar el potencial productivo global y las necesidades sociales. De ahí que las burguesías entren en competencia con sus guerras comerciales, el populismo nacionalista de sus clases dominantes. He aquí uno de los elementos clave del por qué la crisis y los límites del capitalismo globalizado han derivado hacia la extrema derecha como salida a la crisis del sistema económico. La vuelta a la reindustrialización de EEUU, que Trump vocea como salida a la crisis de EEUU, no es nada más que la justificación para la guerra comercial contra China fundamentalmente, para poder imponer los intereses de la burguesía que busca sus beneficios a costa de sus competidores.

¿Qué hacer en esta situación social y económica de crisis y derechización de la política?

Tenemos que ser conscientes de la situación de desmovilización generalizada de la clase trabajadora y de la sociedad. El gobierno de coalición de la izquierda parlamentaria entre PSOE y Sumar con sus apoyos parlamentarios, practica una política de mantenimiento del sistema capitalista y de la burguesía. Sus medidas cosméticas de carácter laboral y social son solo el envoltorio que esconden la misma política de siempre en favor de la burguesía. Ni la reforma laboral de 2021, que fue el maquillaje a la reforma perniciosa de Rajoy, ni la subida del SMI, han logrado frenar la precariedad laboral de amplias capas de jóvenes y menos jóvenes. El deterioro de la sanidad y la educación pública, la privatización y externalización de los servicios públicos, se han desarrollado. En esta situación la decepción y desmoralización de amplias capas de la clase trabajadora puede llevar a la derecha al poder. Elegir entre el cólera o la peste, o lo menos malo, ante la llegada de la extrema derecha y el PP no servirá por mucho tiempo.

La clase obrera existe, aunque esté desmoralizada y no se movilice. Y de la misma forma que ante periodos de crisis se respondió con luchas y la solidaridad obrera, esos momentos habrán de llegar otra vez. Es cuestión de supervivencia. Por ello es necesario exponer de nuevo los principios básicos de crítica política al capitalismo. La lucha de clases es ineludible en la sociedad capitalista y el enfrentamiento será inevitable entre el proletariado y la burguesía. El abandono de la solidaridad y la lucha obrera, el abandono de la lucha política en las empresas y centros de trabajo para integrarse en la dinámica parlamentaria y en las instituciones burguesas solo trae desilusión y desmoralización y con ellas la pasividad y la desmovilización.

Las crisis del capitalismo se repiten de forma distinta, pero continúan con la misma intensidad, porque en su esencia el capitalismo no puede solucionar sus contradicciones y tarde o temprano nos llevan a la barbarie. Ante el ascenso de la extrema derecha no hay otra salida que la lucha y la movilización obrera. Una vez más se nos plantea mantener las ideas socialistas y revolucionarias y como León Trotsky planteaba en su época, la única solución a la crisis del capitalismo y los fascismos es el socialismo, es decir, la expropiación de los medios de producción de la burguesía a manos de los trabajadores. En su último artículo fechado en 1940 escribió que “la socialización de los medios de producción es la única solución al problema económico en una etapa determinada del desarrollo de la humanidad. La demora en solucionar este problema conduce a la barbarie fascista. Todas las soluciones intermedias emprendidas por la burguesía con ayuda de la pequeña burguesía sufrieron un fracaso miserable y vergonzoso.”

No tenemos otra salida que denunciar el sistema capitalista y mantener vivas las ideas de revolución social en la clase trabajadora para avanzar hacia una organización política de la classe trabajadora.

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