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La crisis económica internacional y su reflejo en España

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La crisis económica que azota España está conduciendo a la mayor catástrofe social de la historia reciente. Nunca las últimas crisis económicas propias del capitalismo habían llegado tan lejos en la destrucción del tejido económico y social de las clases trabajadoras. Y no solo España sino toda Europa y directa o indirectamente el mundo entero están afectados. Pero esta claro que, por lo menos en España, Portugal o Grecia, nunca las últimas crisis habían llegado tan lejos en la destrucción del tejido económico y social de las clases trabajadoras. Los diversos gobiernos que se suceden en los últimos años no logran estabilizar la situación. Y sobretodo, y es lo esencial para nosotros, que han provocado las mayores luchas populares en los países afectados y en el nuestro, desde la Transición.

La crisis española no proviene ni es causada por el subdesarrollo, ni del atraso del país. Tampoco viene de la falta de capitales. Al contrario, en todo el mundo España era una potencia económica, un modelo de desarrollo y la clasificaban como la 8ª potencia mundial, y la cuarta a nivel europeo. Esta riqueza económica viene dada por la explotación de los trabajadores y la concentración de las fortunas entre las manos de los capitalistas que ha sido una constante histórica de la política de las clases dominantes tanto del poder económico como los políticos a su servicio. Desde el siglo XIX y sus regímenes, hasta la dictadura de Franco y la actual monarquía parlamentaria la constante ha sido la misma: acumular capital en manos de la burguesía proveniente del trabajo humano. Y lo monstruoso de la situación de hoy, es precisamente que, todo este histórico progreso económico y social se ha transformado en catástrofe.

En realidad esta crisis expresa una contradicción fundamental del sistema capitalista y demuestra lo actual que siguen siendo los análisis de los que, hace más de un siglo y medio, realizaban los militantes marxistas y se atrevían a afirmar que el sistema capitalista no podía ser el porvenir de la humanidad.

Como explicaba Engels en el prólogo a las Luchas de clases en Francia, son en última instancia los factores económicos los que determinan los cambios sociales y políticos y “los más importantes de ellos actúan, en la mayoría de los casos, escondidos durante largo tiempo antes de salir repentinamente y de un modo violento a la superficie.” La crisis fue tan inesperada, en su virulencia, como más tarde lo fueron las movilizaciones populares. Nadie podía prever la extensión y la masiva asistencia de los sectores populares de la población a las manifestaciones y la indignación expresada. Por eso nos parece importante que la crisis tan inesperada en su virulencia, ha tenido como consecuencia movilizaciones populares inesperadas. Nadie podía prever la extensión y la masiva asistencia de los sectores populares de la población y las manifestaciones. Pero estas reacciones deben abrir la puerta a otros movimientos sociales más amplios, más conscientes de la fuerza que representa la clase obrera y de su futuro.

Y tan virulenta como el caos económico, han sido las actuaciones de los gobiernos atacando las condiciones de vida de la población y llevando a la miseria a sectores cada vez mayores de trabajadores. Comenzaron los socialistas, el gobierno de Zapatero, con los primeros recortes salariales, despidos y ayudas al sistema financiero y ha seguido, con una agresividad inaudita, el gobierno de la derecha de Mariano Rajoy. El aumento de la pobreza, el drama de los desahucios, están convirtiendo a los sectores más débiles de la clase trabajadora en pobres de solemnidad y mendigos de la caridad pública. Los bancos de alimentos han nutrido a 1,5 millón de personas, repartiendo 120 millones de kilos de comida más que en 2011.

No obstante, tres años más tarde de la crisis de 2008, un movimiento iba a abrir las puertas a las protestas contra la crisis. El 15M supuso la vuelta a la lucha de muchos militantes y la iniciación en ella de jóvenes – y menos jóvenes – que, por primera vez, se lanzaron a las calles a protestar y crearon un foro libre de discusión en las plazas, que después pasaría a los barrios. A esta primera oleada de movilizaciones que preparaba el camino, le siguió la entrada de los mineros asturianos en lucha. Su marcha a Madrid fue la entrada de la clase obrera en lucha y en masa en la movilización. Y le siguieron los trabajadores públicos en las “mareas”, la verde de Educación y la blanca de Sanidad. Esta última, en Madrid, ha supuesto una de las mayores movilizaciones de todos los tiempos, de todos los trabajadores de la sanidad pública en contra de su privatización.

La situación social empeora día tras día

La clase trabajadora se ha empobrecido a marchas forzadas. Las familias que tienen todos sus miembros en paro superan los 1,8 millones y sólo el 67% de los desempleados cobran el subsidio. Desde que empezó la crisis aumentó el número de personas pobres, del 19% en 2007 al 21,8% en este año, lo que supone más de 10 millones de personas. En nuestro país el 90% de la población es asalariada, la clase trabajadora, de la cual 6 millones – más del 25% – está en paro y nos queda crisis para mucho tiempo. En cuanto a los salarios, la pérdida de poder adquisitivo ha sido dramática. La mitad de los trabajadores son mileuristas o menos. Un estudio de CCOO sobre los salarios aparecido el pasado octubre muestra que el 35% de los asalariados cobran ya, como máximo, el salario mínimo interprofesional 645,30 euros al mes. Los planes de la patronal marcan este criterio. La vuelta “a las alpargatas” está más cerca cada vez.

La bajada de los salarios, los despidos con indemnizaciones cada vez más bajas por la reforma laboral, provocan el aumento de las ganancias de los capitalistas. Por primera vez desde que existen las series estadísticas, la participación de los salarios en el PIB es menor que los beneficios empresariales en el primer trimestre de 2012. Los beneficios empresariales son el 47,8% del PIB cuando los salarios superan el 46%. Es decir, la minoría de capitalistas, se lleva la mitad de todo lo que se produce en el país, mientras que la inmensa mayoría, los asalariados, se reparten el resto. Son 535 consejeros de las 40 mayores empresas del país – Ibex 35 – los que dominan y controlan todos los resortes económicos y políticos. Esta situación social y económica que nos lleva a la catástrofe no es, por consiguiente, ninguna fatalidad natural.

La burbuja inmobiliaria: manifestación de la crisis del capitalismo

No podemos deslindar la crisis general del sistema capitalista de la propia de nuestro país. Pero hay un factor que la agrava: la burbuja inmobiliaria. El resultado de la explosión de la especulación: millones de viviendas sin vender, miles de hipotecados en los juzgados por desahucios, las empresas constructoras en quiebra y millones de trabajadores en paro.

El funcionamiento del sistema capitalista se ha manifestado a través del crecimiento irracional del sector inmobiliario con subidas de precios increíbles en lo que se ha llamado la burbuja inmobiliaria. Durante aproximadamente 10 años, hasta 2008, el precio de las viviendas aumentó un 100%, mientras que los salarios, según las estimaciones más altas, un 30%. La única manera de mantener un negocio así de venta de viviendas es proporcionar hipotecas y créditos bancarios masivos.

En España esto fue posible por los préstamos europeos a los bancos españoles, fundamentalmente de alemanes y franceses, 150.000 y 120.000 millones de euros respectivamente. Crearon dinero bancario, capital ficticio, en proporciones inimaginables y con un negocio especulativo de préstamos a constructoras e inmobiliarias que construían a futuro sin poseer dinero. Es más, entre 2006 y 2007 los bancos más poderosos vendieron sus inmobiliarias a los promotores más importantes del sector y les prestaron el dinero para que las compraran. Con la crisis las inmobiliarias quebraron y devolvieron sus casas a los bancos por los créditos impagados. Ahora los bancos españoles son los mayores propietarios de viviendas del país.

Durante estos diez años el negocio fue millonario. El dinero cambia de manos pero no desaparece; hoy los bancos prestan al Estado con dinero del BCE y especulan con la deuda soberana para seguir haciendo negocio. Negocio que pagamos los trabajadores con los recortes sociales, los despidos y los bajos salarios. Un robo social del trabajo de la sociedad que se hace con la connivencia de los políticos, antes del PSOE ahora del PP. Es el funcionamiento del capitalismo: ganar dinero hasta la extenuación a costa del trabajo asalariado, creando tal desproporción en la distribución de la riqueza que es imposible poder comprar lo producido. ¡5 millones de viviendas vacías, en manos – la mayoría – de los bancos y millones de personas sin casas, desahuciadas o expulsadas de sus viviendas!

En el sistema capitalista las crisis son congénitas y cíclicas. El funcionamiento de la economía depende de los beneficios y ganancias privadas. El motor del sistema económico es el beneficio. Mientras las mercancías se producen colectivamente, socialmente, la propiedad sigue siendo privada. Los beneficios sólo pueden salir, en una producción colectiva, del trabajo asalariado que produce más valor del que reciben a cambio de su salario. Cada vez se produce más sin que haya capacidad salarial en la población para absorber las mercancías producidas. Cuando se llega a los límites de la expansión del crecimiento, las mercancías – sean pisos o productos financieros – no se pueden vender y aparece la crisis: se cierran empresas, aumenta el paro y hay que articular medidas para que los beneficios vuelvan a hacer circular el dinero, las inversiones, las mercancías. La crisis, es decir, la interrupción de la circulación de mercancías de una forma brusca y en nuestro caso brutal, es la forma de regulación del sistema capitalista a costa de los trabajadores y de la sociedad.

En definitiva, como analizó Carlos Marx en El Capital “la razón última de todas las crisis reales es siempre la pobreza y la limitación del consumo de las masas frente a la tendencia de la producción capitalista a desarrollar las fuerzas productivas como si no tuviesen más límite que la capacidad absoluta de consumo de la sociedad.”

La incorporación a la Unión Monetaria en 1999 contenía en este sentido dos elementos fundamentales: en primer lugar, España se integraba en una unión con una sola moneda y con libertad completa de movimientos de capital; esto permitió buscar dinero en el exterior y endeudarse al máximo para invertir en la construcción. Lo que popularmente se llamó “los años del ladrillo”. Según los informes del Banco de España “la inversión en construcción en España aumentó su peso en el PIB desde el 15% en 1998 al 22% en 2007, pero más del 70% de ese incremento se debió a la inversión en vivienda” mientras en la zona euro la media era del 6% del PIB.

El endeudamiento del sector privado en los años de la burbuja inmobiliaria se encuentra ligado al sector de la construcción: así, el crédito a familias para la adquisición de vivienda se duplicó, en porcentaje del PIB, entre 2000 y 2007, al pasar del 30% a más del 60%. El resto de las empresas no financieras, se ligó directamente o indirectamente a las actividades de construcción e inmobiliarias. Este sector pasó de representar algo más del 10% del PIB en el año 2000 a superar el 40% en 2007. La mayoría del negocio se hacía con la construcción.

Cuando aparecieron los primeros síntomas de la crisis y el sistema financiero internacional se colapsó, Zapatero hizo creer que la crisis no era más que un proceso pasajero. Las cifras de la crisis del mismo Banco de España constataron la catástrofe: El PIB empezó a descender en España en el tercer trimestre de 2008 y siguió disminuyendo durante el resto de 2008 y todo el año 2009, completando seis trimestres consecutivos de caídas, que, en términos acumulados, supusieron un descenso del nivel de producción de en torno al 5%. España destaca por ser el país que experimentó el retroceso más brusco de su demanda nacional. Y además se constató la gravedad de la crisis, aún mayor que las anteriores de mediados de los setenta y la de 1992. La destrucción de empleo en la crisis actual es de, aproximadamente, el doble de lo observado en las dos anteriores.

La crisis actual tiene su raíz en las medidas para combatir la crisis anterior. La última crisis en España correspondió al final de la Expo 92. En todo el mundo los Estados vendieron sus empresas públicas al capital privado, y se abarataron los créditos mediante la bajada de los tipos de interés de los bancos centrales. Entonces, en nuestro país, el negocio empezó a generarse en la construcción de viviendas.

Los desahucios: la punta del iceberg de la crisis

En 2012 los responsables de la Plataforma Afectados por la Hipoteca dan la cifra de 76.724 desahucios – lanzamientos, en la jerga judicial. Desde 2008 hasta el tercer trimestre de 2012 en España se han producido al menos 334.080.

Cientos de miles de familias han sido expulsadas de sus casas por los bancos. La mayoría de ellas, al quedarse sin trabajo todos o algunos de sus miembros. Como analizamos anteriormente, el boom inmobiliario español se produjo gracias a los préstamos hipotecarios que se dieron a estas familias. En absoluto fue producido por aumentos salariales de los trabajadores.

Durante diez años la especulación de la vivienda se produjo con la complicidad del Estado que, en época de Aznar, facilitó leyes para mercantilizar al máximo posible el suelo; de los ayuntamientos que recalificaron terrenos aumentando los ingresos y como consecuencia la corrupción urbanística, los “pelotazos” que se dieron en esos años.

Los precios estaban inflados por los propios especuladores, las grandes constructoras e inmobiliarias, los bancos, que en una espiral sin fin obtenían los beneficios en la subida continua de los precios que se compraban en base a hipotecas tras hipotecas.

Durante 10 años los beneficios fueron inmensos. Ahora los paganos son los trabajadores y el dinero ha cambiado de manos pero no ha desaparecido, llenando los bolsillos de banqueros y empresarios.

Las consecuencias humanas de la crisis han sido 5 millones de viviendas vacías y centenares de miles de personas en la calle sin vivienda con la deuda de por vida en manos del banco. El drama está servido. Hasta ahora han salido a la luz 6 suicidios pero han sido muchos más. Una periodista desahuciada comentaba en un programa de radio que su desahucio comenzó cuando se quedó sin trabajo; hasta el desalojo pueden pasar hasta tres años. Tiempo en el cual se buscan mil y una soluciones individuales y familiares. En el fondo del pozo, el paro obrero causa oculta y raíz de todo el proceso.

Las movilizaciones contra los desahucios han tenido éxito mediático inmediato y han popularizado el problema. Al salir a la luz los suicidios el estamento judicial pidió públicamente la moratoria en los desahucios e incluso dieron directrices a los jueces para frenarlos. El gobierno de Rajoy anunció que haría una moratoria en algunas condiciones extremas, que no ha solucionado nada. Y dice que va a realizar un programa de viviendas sociales a bajo alquiler con ¡6000 viviendas en toda España!

Las mentiras sobre la deuda: el “apalancamiento” de las empresas

Una de las palabras que con la crisis se han escrito con profusión en la prensa es el “apalancamiento” de las empresas. Consiste en endeudarse para realizar una actividad económica reportando suculentos beneficios. Para un especulador la ganancia es mucho mayor si utiliza dinero prestado en vez de dinero propio. De ahí que cuando se expandió el ladrillo, las constructoras, las inmobiliarias y los bancos financiaron la burbuja con deuda. El gobierno, primero de Zapatero y después de Rajoy en su forma más brutal, engañan a la sociedad cuando explican la deuda como algo a pagar por toda la sociedad. Y es precisamente la deuda de los banqueros y de las empresas las que quieren utilizar para hacernos pagar su quiebra y así mantener sus negocios.

La economía española, como el capitalismo imperialista internacional, es, en su mayor parte, una economía especulativa y parasitaria del Estado. Lenin al analizar el imperialismo ya explicó como una característica fundamental del capitalismo senil lo que hoy se llama “la financiarización” de la economía. “El imperialismo es la enorme acumulación en unos pocos países de capital monetario, el cual, como hemos visto, alcanza la suma de 100 a 150 mil millones de francos en valores. De aquí el incremento extraordinario de la clase o, mejor dicho, del sector rentista, esto es, de individuos que viven del «corte del cupón», completamente alejados de la participación en toda empresa y cuya profesión es la ociosidad. La exportación del capital, una de las bases económicas más esenciales del imperialismo, acentúa todavía más este divorcio completo del sector rentista respecto a la producción, imprime un sello de parasitismo a todo el país.”

Lo que se llama deuda pública no es más que el negocio usurario de los banqueros y gran patronal a través de lo que Lenin llamaba “Estado usurero” o “Estado rentista”. La deuda total de la economía española, la suma de valores distintos de acciones y el saldo vivo de préstamos, ascendía a finales de 2011 a 4,3 billones de euros, o lo que es lo mismo, un 402% de nuestro PIB.

Mientras que la deuda de las familias representaba a cierre de ese año el 83% del PIB, los empréstitos de las sociedades no financieras y de las entidades financieras alcanzaban, respectivamente, el 136%, y el 107% del PIB. El resto, alrededor del 77% del PIB, correspondía a las administraciones públicas.

La deuda de España es básicamente privada y es un negocio en manos de los financieros que, aún sabiendo que no se podrá pagar en su totalidad y realizarán quitas – como en Grecia, seguirán ahogando a la sociedad para obtener beneficios a través del Estado. Esta forma usuraria de obtener ganancias se complementa con la explotación directa del trabajo a través de la bajada de los salarios y la venta de empresas públicas, como ocurre en Madrid, con la red de hospitales y centros de salud, de la sanidad pública.

La deuda pública es históricamente una herramienta del capital financiero y sus bancos

“Desde el momento mismo de nacer, los grandes bancos, adornados con títulos nacionales, no fueron nunca más que sociedades de especuladores privados que cooperaban con los gobiernos y que, gracias a los privilegios que éstos les otorgaban, estaban en condiciones de adelantarles dinero.” Carlos Marx explicaba así en 1867 el nacimiento de la gran banca y su ligazón con el Estado y la deuda pública. Transcurridos 146 años desde la publicación del Capital, el fundamento y funcionamiento del capitalismo no ha cambiado.

Los gobiernos europeos, y en España Zapatero en su momento y Rajoy en la actualidad, imponen la “austeridad fiscal”, que no es más que la reducción de gastos públicos para pagar los empréstitos recibidos de los bancos.

Muchos han descubierto en la actualidad la deuda pública como una gran estafa de la banca y claman con razón contra ella, exigiendo una auditoría de ésta o negarse a pagarla, e incluso la elevan a la causa última de la crisis económica y de todos los recortes sociales que se están realizando.

Sin embargo, lo que llaman el problema de la deuda, no es más que el funcionamiento clásico del capitalismo. La deuda pública es una palanca más de acumular ganancias en manos de la burguesía. Es la utilización del Estado capitalista y la fuerza concentrada que ello conlleva, para sus fines especulativos.

Marx estudió como se formaron los primeros capitales que dieron origen al capitalismo y explicó que “la deuda pública se convierte en una de las palancas más potentes de la acumulación originaria. Es como una varita mágica que infunde virtud procreadora al dinero improductivo y lo convierte en capital sin exponerlo a los riesgos ni al esfuerzo que siempre lleva consigo la inversión industrial e incluso la usuraria”, “la deuda pública ha venido a dar impulso a las sociedades anónimas, al tráfico de efectos negociables de todo género, al agio; en una palabra, a la lotería de la bolsa y a la moderna bancocracia.” Marx explica que la formación de los primeros capitales se originaron “en Inglaterra, donde a fines del siglo XVII se resumen y sintetizan sistemáticamente en el sistema colonial, el sistema de la deuda pública, el moderno sistema tributario y el sistema proteccionista.”

Esta bancocracia, en España, domina el Estado desde el desarrollo del capitalismo y en concreto con el nacimiento de la banca moderna para la industrialización del país que coincide con la construcción del ferrocarril en 1856 con la primera ley que regulaba el sistema bancario. Esta ley facultaba a los bancos a “descontar, girar, prestar, llevar cuentas corrientes, ejecutar cobranzas, recibir depósitos y contratar con el Gobierno”.

El monopolio de la banca española sobre la economía y el Estado, su ligazón con la burguesía industrial y terrateniente ha tenido siempre en el Estado y sus gobiernos sus fieles servidores. El poder de la banca española desde sus orígenes se materializaba a través de lo que se llama la pignoración automática de la deuda soberana. Es decir, los banqueros tenían el privilegio de tener garantizado inmediatamente el pago de los préstamos de la deuda por el Estado. Esto supuso el enriquecimiento seguro y sin riesgo de los banqueros durante todo el final del siglo XIX y toda la primera mitad del siglo XX. Esta situación se mantuvo hasta 1962 que se nacionalizó el Banco de España y se sustituyó la pignoración automática por el “redescuento” de créditos a la banca por aquel, ahora ya estatal. Suponía dar a los banqueros un circuito especial de crédito a bajo interés. “Redescontarían” a tipos de interés privilegiados, los créditos cedidos por los bancos a ciertos usuarios y sectores que al gobierno le interesaba. Esto hizo que la banca continuara disfrutando de una virtual “garantía de liquidez” durante este período y que mantuvieran unos márgenes de beneficios muy altos. Hay que entender que el Banco de España, ya estatal, era la única fuente de moneda. Este vendía a los bancos el dinero a un interés para que estos dieran el crédito a sus clientes. Ahora es el Banco Central Europeo quien emite la moneda que vende a menos del 1% a la banca, que después presta al 5, 6 o 20% de interés a los Estados.

Esto se mantuvo hasta la transición, que se modificó, para actualizar los mecanismos de beneficio bancarios potenciando las fusiones hasta pasar de los siete grandes a los cinco y a los dos y medio de hoy en día – BS, BBVA y Caixa – y la creación de organismos públicos de salvación de las quiebras financieras como son el Fondo de Garantía de Depósitos y ahora el Fondo de Reestructuración y Ordenación Bancaria de 2010.

La práctica de organizar la política financiera en reuniones “privadas” entre los grandes bancos y los gobiernos ha sido una de las formas “tradicionales” de imponer la dictadura del capital. En el último escándalo financiero de Bankia el periodista Íñigo de Barrón cuenta en su libro El hundimiento de la banca la reunión entre Botín del Banco de Santander, Francisco González del BBVA e Isidro Fainé de la Caixa con el ministro Luís de Guindos y Rodrigo Rato para obligarle a éste a dimitir y rescatar al banco.

No es nuevo, por tanto, en el capitalismo la utilización de la deuda pública y del Estado como fuerzas organizadoras de los negocios de la burguesía y en especial de los banqueros. Es más, la deuda pública no es sino una de las palancas de explotación social que enriquece a las burguesías y para poner un ejemplo histórico de los préstamos y créditos internacionales Marx explica que “ya a comienzos del siglo XVIII, las manufacturas holandesas se habían quedado muy atrás y Holanda había perdido la supremacía comercial e industrial. Por eso, desde 1701 hasta 1776, uno de sus negocios principales consiste en prestar capitales gigantescos, sobre todo, a su poderoso competidor: a Inglaterra.”

En consecuencia es el capitalismo, el sistema económico internacional de explotación social del trabajo, el que utiliza al Estado y su deuda pública, como una forma más de ganar dinero a costa del pueblo trabajador, utilizando la subida de impuestos, los recortes sociales y salariales o la venta de empresa públicas, de la misma forma que explota la patronal bajando los salarios, despidiendo con la reforma laboral y con los trabajadores de los países pobres. La diferencia con el siglo XVIII o XIX es que el capitalismo se ha hecho parasitario del Estado como forma predominante de obtener sus ganancias y la “bancocracia”, como decía Marx, transformado en capital financiero ha provocado la “financiarización” de la economía y su dominio total de la sociedad.

Definir correctamente el mecanismo de explotación y de robo social a través de la deuda pública nos lleva a dos conclusiones importantes.
En primer lugar, la deuda pública es un mecanismo especulativo de ganar dinero los banqueros y empresarios seguro y rentable y más en época de crisis económica.

En segundo lugar, romper esta dinámica conllevaría la expropiación del sistema financiero en última instancia y obligar a los banqueros a que sean los que paguen la deuda soberana y no la sociedad. Para esto sería necesario la creación de un único banco público con la expropiación del actual sistema financiero con un control transparente de su contabilidad y en manos de los trabajadores y la sociedad. Sólo esto, permitiría convertir el medio de pago e intercambio, que es el dinero, en algo útil para la sociedad y no en una mercancía especulativa donde cristaliza la explotación del trabajo.

El plan de la burguesía y sus gobiernos y la respuesta obrera

“Hoy, el poder público viene a ser, pura y simplemente, el consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa.” Esta frase del Manifiesto Comunista escrita en 1848 no ha perdido en absoluto nada de su valor. Y es la gestión de la crisis capitalista realizada por Zapatero desde 2007, y ahora Rajoy, lo que muestra a las claras esta aseveración. Se ve aún más claro cuando vemos los ministros del gobierno de Mariano Rajoy. Tres botones de muestra: Luís de Guindos, ministro de economía, es un banquero reconocido en el mundo financiero por ser el responsable del Lehmand Brother para España – banco que estafó con las hipotecas subprime y cuya quiebra originó el comienzo de la crisis. Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda, es un conocido representante de la patronal española – CEOE – y de su Instituto de Estudios Económicos, y Pedro Morenés, en la cartera de Defensa, es directivo de empresas de armamento.

La burguesía española, como la europea, ha puesto en marcha un plan económico y social para hacer pagar a la población trabajadora la crisis económica provocada por ellos mismos. Este plan que empezó a realizar Zapatero lo está prosiguiendo Rajoy en toda su amplitud y dureza. Está conscientemente organizado por sus intelectuales y políticos, verdaderos títeres de la burguesía. Fundamentalmente consiste en bajar los salarios, despedir y aumentar el paro, como presión y chantaje a los que trabajan, recortar salarios y presupuestos de los servicios públicos, vender la sanidad y las empresas públicas que quedan y convertir las pensiones públicas en un negocio en manos de los bancos.

Esto último se comenzó a realizar con la reforma de Zapatero que aumentaba la edad de jubilación a los 67 años y el cómputo de años trabajados para el cálculo de la pensión. El argumento es que las cotizaciones de los que trabajan no dan para pagar las jubilaciones. De hecho cada vez se cotiza menos y se necesita más tiempo, con lo cual buscan pensiones mínimas del Estado y el resto que sean planes de pensiones para los que puedan pagarlo. El objetivo no es más que realizar una labor de zapa en el dinero público para ir convirtiendo las pensiones en un negocio en manos de los bancos; convirtiendo progresivamente el sistema de pensiones públicas en un sistema de capitalización donde las cotizaciones serían objeto de especulación por parte de los fondos financieros. Ya es un hecho que el 90% del fondo de reserva – 65.000 millones de euros – ha sido invertido por el gobierno en deuda pública del Estado. Es por tanto una posibilidad real un recorte masivo de pensiones a medio plazo.

Esta es una política consciente que se acompaña con el rescate del sistema financiero y el aumento de poder en todos los órdenes de la gran patronal. Así buscarán un país con una mano de obra barata preparado para el próximo ciclo de crecimiento. Es la vuelta a las condiciones sociales de los años 50 y 60 del pasado siglo.

Son los intereses de los banqueros y grandes empresarios los que deciden las medidas y la política a seguir para, como ellos dicen, “salir de la crisis”. De hecho lo han hecho siempre en todas las crisis del sistema. No es posible que Zapatero y su gobierno creyeran que esta crisis fuese una más dentro de los ciclos propios del capitalismo. Ellos ocultaron la situación de quiebra del sistema bancario. Zapatero cuando decía que “España tiene el mejor sistema financiero de la comunidad internacional” o que “somos la 8ª potencia mundial, la envidia de Europa y pronto superaremos a Francia como ya hemos hecho con Italia” o más aún: “estamos en la Champions League de la economía”, intentaba ocultar la realidad a la gente.

¿Y eso por qué?, ¿no sabían nada de economía?, ¿o es que los gobiernos de Zapatero, como los de Rajoy, son muy torpes? Ellos saben perfectamente cómo funciona la economía y también saben perfectamente qué es lo que están haciendo. Ellos prefieren solucionar los problemas de deuda y déficit antes que los problemas de crecimiento económico porque es un negocio para los banqueros y los empresarios y desean, ante todo, una estabilidad financiera. E invertir en la producción da menos beneficios. Ellos saben que las crisis del capitalismo son cíclicas y se repiten porque es la manera de resolver las contradicciones del sistema. Saben perfectamente que sus beneficios van a ahogar a la población. Pero no les importa porque el capitalismo sólo funciona si hay beneficios. Es un círculo vicioso que llevará a la desaparición del capitalismo.

En definitiva sólo hay, en última instancia, una salida a la crisis capitalista: acabar con el capitalismo expropiando a la burguesía, sus bancos, tierras, fábricas y medios de producción para organizar la economía para la sociedad y los seres humanos.

Para los planes de los banqueros el PSOE les ha servido de maravilla. Los socialistas desde Felipe, Zapatero y ahora Rubalcaba, que se llevaban millones de votos de las clases trabajadoras, no han hecho más que engañar históricamente a los obreros. En el periodo de estos últimos 40 años, desde la muerte del dictador y la desaparición de la dictadura franquista, no hicieron más que defender los intereses de la burguesía a cambio de tener sus espacios de poder político y de migajas sociales para la población. El descrédito ha sido tan grande que un grupo de jóvenes socialistas ha realizado un vídeo pidiendo perdón por la política antisocial y anti obrera de Zapatero.

Con Felipe González en 1982 se “resolvió” la mayor crisis bancaria española conocida hasta la presente. Pero en vez de seguir su programa y crear una banca pública con la nacionalización de bancos en quiebra, lo que hizo su ministro de Economía, Boyer, fue salvar estos bancos con dinero público para después integrarlos en los grandes bancos. Posteriormente Solchaga, ante la integración en la UE, llevó a cabo la fusión de bancos, quedaron 5 grandes bancos, hasta llegar a la actualidad a ser el Banco de Santander y el BBVA los dos grandes que monopolizan el sistema bancario español. Zapatero y Solbes, su ministro de Economía, llevaron a partir de la crisis actual la política de salvar a la banca y fusionar las Cajas de Ahorro convirtiéndolas en bancos. Esta política de apoyo a la banca, Rajoy la ha superado hasta calcularse en más de 250.000 millones de euros el dinero público con el cual se rescatado al sistema financiero.

La política de Zapatero a favor de la gran patronal se hizo efectiva el sábado 27 de noviembre de 2010 cuando el presidente se reunió con las 37 personas más poderosas del país. Alierta de Telefónica, Botín del Banco de Santander, González del BBVA, Álvarez de El Corte Inglés y los demás capitalistas que dominan nuestra economía. Tienen en sus manos el 40% del PIB. Desde 2007, año en que arrancó la crisis, las empresas del Ibex 35, ya llevan acumulados 229.141 millones de euros en ganancias. “Que no le tiemble el pulso, que sea firme, rápido y contundente” le dijo la gran patronal al presidente del gobierno. La exigencia, aceptada por Zapatero, nos muestra quienes son los que gobiernan. Los recortes comenzados por éste, la reforma laboral y el aumento de la edad de jubilación, no fueron más que el prólogo de las medidas de Rajoy.

Las elecciones termómetro de la situación

Las elecciones generales de 2011 mostraron el rechazo de los trabajadores a la política de los socialistas con los 4,3 millones de votos perdidos por el PSOE. La subida al gobierno de la derecha del PP ha supuesto seguir el plan de la burguesía con el agravante de toda una serie de medidas que han empeorado las condiciones de vida de la población hasta el extremo de la pobreza de millones de personas. Sabíamos que esto sucedería aunque hubiera ingenuos que creyeran que peor que con Zapatero no podría llegar a ser la situación social.

Las elecciones son un barómetro que mide la opinión de la gente y que nos puede servir para saber los apoyos de un partido u otro. Y la derecha no ha subido notablemente de votos. Sus 10,8 millones de votos en las elecciones generales de 2011, muestran que sólo ha aumentando en medio millón respecto a las anteriores. Si Rajoy tiene mayoría absoluta en el congreso y el senado es por la ley electoral. Sólo el 30% del electorado le ha votado. Es la caída de los socialistas la que provocó el trasvase de diputados. Y si se ha mantenido en la elecciones gallegas, con mayoría absoluta a pesar de la disminución de 200.000 votos, es por la misma razón de legalidad electoral.

Sin embargo los socialistas no han levantado cabeza. Su electorado, a pesar de la política de Rajoy, le sigue pasando la factura de su gestión de la crisis a favor de los capitalistas. Sólo en Asturias y en Andalucía pueden seguir gobernando con el apoyo de IU, que sí ha subido en porcentajes de votos. Todo indica hasta ahora, que se ha roto parte de la confianza del electorado que votaba socialista y que en su mayor parte lo hacía como mal menor ante el PP. La corrupción política, su apoyo a la patronal y a la banca han hecho ya un camino de no retorno – por ahora – por el que transita ese electorado que votaba socialista.

Sin embargo IU, que sería la receptora de ese electorado, todavía no ha recogido esa cosecha. Ha subido, es verdad, en todas las elecciones realizadas hasta ahora pero sus porcentajes de votos sólo le han dado la posibilidad de ser apoyo de los socialistas en Asturias y Andalucía. En la situación actual de crisis, se han convertido en Andalucía en cómplices de una política de recortes sociales del gobierno de Rajoy pues no pueden más que gestionar los presupuestos que desde el gobierno central les entregan. Sólo pueden aspirar con esta política a que los recortes sean menos brutales que en las autonomías donde gobiernan los “peperos”.

La trampa del nacionalismo al servicio de la burguesía en Cataluña y la sumisión de la izquierda

En las elecciones autonómicas catalanas se ha visto claramente la utilización del nacionalismo para desviar la atención de la población ante los recortes y medidas contra los trabajadores.

Artur Mas presidente de la Generalitat catalana y del partido derechista Convergencia i Unio adelantó las elecciones catalanas para así utilizar el nacionalismo independentista y el derecho de autodeterminación como cortina de humo de sus ataques a la población. En efecto, la Diada catalana de 2012 donde cientos de miles de personas se manifestaron en la calle con el lema convocante de “Catalunya, nou estat d’Europa” (“Cataluña nuevo Estado de Europa”). Esta manifestación fue interpretada como expresión del pueblo catalán para construir un Estado propio hacia la independencia del Estado español.

Convergencia que había sido el primer gobierno que había recortado servicios públicos, salarios, que había despedido a trabajadores y que su presidente había sido tildado como el “campeón de los recortes” se convertía de la noche a la mañana con su presidente a la cabeza en el partido independentista que abriría el camino de libertad hacia un nuevo Estado europeo. La excusa perfecta para tapar los ataques del gobierno y de la burguesía catalana a los trabajadores. Ya habían utilizado el llamado “déficit fiscal” para justificar sus recortes. Decían que Cataluña daba más impuestos que servicios estatales recibía. Sin embargo en la manifestación de la Diada había un descontento popular que se manifestaba ante la crisis social del capitalismo.

La trampa estaba preparada. No había mejor estrategia para la burguesía y la derecha catalana, tanto como la del PP, para convertir un problema del capitalismo que explota a las clases populares en un problema nacional con todo el pueblo detrás de una consigna – el derecho a decidir y la independencia – liderado por la burguesía y la pequeña burguesía catalana. Pues al PP le venía de mil amores esta estrategia en la que tenía todo que ganar. En Cataluña esta derecha se posicionaba por la “unidad de la patria española” y le servía para mantener en todo el Estado su política anti obrera.

Finalmente la izquierda se quedó a dos aguas. Por el derecho a decidir sí, pero no por la independencia, o por lo menos no tan claro. La izquierda que presume de revolucionaria y anticapitalista se puso también detrás de la consigna. Como si crear un Estado nuevo fuera algo que permitiera acabar con el capitalismo. O como si “el derecho de autodeterminación de los pueblos” fuera una consigna doctrinaria fuera del contexto social. Es hasta ridículo y cínico que el derecho de autodeterminación necesario para los pueblos colonizados y oprimidos por el imperialismo sea utilizado para tapar y oprimir a los trabajadores catalanes y del resto del Estado por la derecha catalana representante de la burguesía.

Las elecciones dieron la posibilidad de mantener el mismo juego engañoso y seguir desviando a la población trabajadora de sus objetivos de clase. Aunque CiU bajó en votos que ganó ERC, la izquierda también ganó y entraron en el parlamento 5 diputados independentistas y anticapitalistas, pero el PP y Ciutadans, las fuerzas españolistas, subieron en votos de una manera importante. Mas se encontró que podía seguir engañando a la población y mantener los ataques a los trabajadores y ahora con ayuda de Esquerra con la perspectiva del referéndum en 2014.

Desgraciadamente la falta de una izquierda revolucionaria impide destapar el engaño nacionalista. La ausencia de ideas internacionalistas y de clase y por supuesto de un partido comunista que defienda los intereses de clase y no los de nación, que defienda el internacionalismo de la clase obrera sea de la región o nación que sea en su unidad y lucha, permite a la burguesía, que sí es internacional, mantener su plan para explotar a las clases populares.

Las reacciones a la crisis, la clase obrera entra en la lucha

Después de la crisis de 2007 y 2008 se entró en lo que los economistas llamaron la Gran Recesión, por analogía con la Gran Depresión de 1929. Ante los ataques de la patronal, del gobierno de Zapatero y con la situación social empeorando por momentos, se vivía una especie de calma chicha que engañaba a primera vista. Parecía que la población no reaccionaba ante la ola de cierres de empresas, el paro en aumento vertiginoso, la corrupción galopante y la inoperancia de los sindicatos.

Sin embargo, la reacción de la población fue la movilización continua y masiva desde el 15 mayo de 2011. Antes de esa fecha nadie podía prever que las movilizaciones llegaran a ser tan masivas que atrajeran la atención de toda la población española simpatizando masivamente con este movimiento, el 15M.

Si bien es verdad que las movilizaciones fueron dirigidas por sectores de la juventud que rechazaban la política, los partidos políticos y los sindicatos con un odio visceral a todo lo que oliera a organización, se fue desarrollando un activismo contra los banqueros y el sistema parlamentario imperante. Grupos organizados a través de redes de internautas como ¡Democracia Real Ya!, o Juventud sin futuro, organizaron la primera protesta. Ni ellos mismos podían suponer el éxito de la movilización. Miles de personas en toda España salieron a la calle. El maremoto había empezado. Esta movilización fue una explosión popular que criticaba la situación de crisis económica y social que se desarrollaba. El movimiento del 15M reflejaba la rabia e indignación popular contra la crisis y las políticas de Zapatero.

Pero también reflejaba el apoliticismo de una sociedad que había olvidado las luchas obreras y políticas, que confundía apoliticismo reaccionario con los partidos podridos al servicio de la oligarquía financiera, que veía los males en los políticos sin ver la burguesía que detrás los manejaba, que confundía sindicalismo de clase con reformismo burocrático, culpando a los sindicatos sin adjetivos de los males obreros, y que en definitiva volvía a plantear cuestiones como la banca ética, el comercio justo, el cooperativismo y autoempleo, el pacifismo en los métodos, como soluciones a la crisis capitalista. Así planteaban la reforma constitucional, las listas abiertas, la reforma electoral o un periodo constituyente. Esto suponía, ni más ni menos, que volver a discusiones del principio del movimiento obrero del siglo XIX, a los socialistas utópicos, a los que Marx llamaba socialismo burgués, como si la historia hubiera que aprenderla de nuevo. Pero esta savia nueva de los jóvenes también se liberó del corsé institucional y aprendía a discutir en las plazas y poco a poco permitía expresar las ideas comunistas, al principio discretamente, después abiertamente.

Este movimiento evolucionó hacia los barrios y las asambleas populares, lo que permitió entrar en contacto con sectores populares a muchos militantes y contactar con nuevos activistas que se entregaban a la lucha. Al año del movimiento ya casi no queda nada de las asambleas de barrio. Quedan activistas alrededor del movimiento contra los desahucios y ocupaciones de viviendas, o en iniciativas como “Rodea el Congreso”. Pero la capacidad movilizadora de masas pasó a las organizaciones obreras en las dos convocatorias de huelgas generales, que fueron un éxito de participación y lucha en las calles. Y también los trabajadores de los servicios públicos tomaron el relevo.

A partir del verano de 2012 la lucha de los mineros asturianos abrió la puerta a las luchas obreras que se iban a desarrollar en adelante. La marcha organizada por los sindicatos mineros desde Asturias hasta Madrid llenó de solidaridad los pueblos por donde pasaba y convirtió Madrid en una marea humana de apoyo a los mineros y a la clase trabajadora. Al grito de ¡viva la lucha de la clase obrera! cientos de miles de personas acogieron la columna minera cambiando el sentido de las movilizaciones, que hasta ese momento la habían liderado el 15M. Esta marcha mostró como la entrada en la lucha de la clase obrera puede cambiar la situación. A partir de septiembre de 2012 fueron los trabajadores de la sanidad, enseñanza y de los servicios públicos los que se pusieron en lucha. La reacción a los recortes presupuestarios, los intentos de privatización de la sanidad en Madrid pusieron en pie a sectores de asalariados que antes se habían encuadrado en el corporativismo. La movilización de todos los estamentos sanitarios en Madrid, médicos, enfermeros, auxiliares, limpiadoras, enfermos, y población popular, en contra de la venta de los hospitales públicos, muchos emblemáticos de la investigación médica en España, continúa actualmente.

Cada día son más los trabajadores que se suman a la lucha en defensa de sus salarios o en contra de los despidos. La huelga general de marzo mostró, aún más que la anterior, el malestar popular por la situación de crisis que el gobierno de Rajoy, como buen representante de los banqueros, intenta hacer que la paguemos los trabajadores. Miles de manifestaciones han tomado las calles y por ahora no paran. Estas movilizaciones no son más que la reacción de los trabajadores ante la situación de explotación, despidos y miseria a que nos están llevado la burguesía.

El papel de los sindicatos y sus organizaciones principales CCOO y UGT

Las organizaciones obreras de masas por excelencia han sido históricamente los sindicatos. Estas organizaciones, ligadas en las empresas a los trabajadores, han supuesto la defensa inmediata y cercana de las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera. Sin embargo, sectores cada vez mayores de trabajadores y de la población, tienen una visión crítica y peyorativa del sindicalismo y sobre todo de los grandes sindicatos en el ámbito nacional, CCOO y UGT. Este rechazo se mostró en las movilizaciones del 15M, rozando las posiciones anti-sindicalistas y reaccionarias. A veces también se expresa, aún de forma minoritaria, en las asambleas generales de trabajadores y en las abstención en las elecciones a comité de empresa.

Las causas de este desafecto son claras. Los sindicatos mayoritarios se han convertido prácticamente en empresas de servicios donde aplican EREs a sus propios trabajadores. En estos días trabajadores de CCOO se han manifestado a la puerta del sindicato en Sevilla por los despidos de cientos de ellos en Andalucía. Su estructura sindical está reglamentada por las leyes y a través de las elecciones sindicales se han convertido en prácticamente en instrumentos del Estado e intermediarios entre las bases de trabajadores, la patronal y el Estado. Estas “empresas” ofrecen todo tipo de servicios a sus afiliados y a los trabajadores en general. Desde un viaje de turismo, hasta dentista. Desde la negociación de un ERE, hasta el despido. Y cobrando. Además reciben subvenciones del Estado para mantener su estructura. Parte de la formación profesional, la que se llama formación ocupacional, o la preparación de oposiciones, están en sus manos, conjuntamente con la patronal. Por ello reciben millones de euros que les sirven también para desviar fondos y mantener su estructura. Finalmente tienen miles de liberados.

Esta situación ha permitido la degeneración del sindicalismo hasta convertirse en un apéndice del Estado y por ende de la patronal. Todos estos privilegios sindicales se han conseguido desde la transición a cambio de pactos sociales, de una paz social y de ciertas migajas para los trabajadores en las grandes empresas, sobre todo. Así, por poner el ejemplo clásico, en 1977 los llamados pactos de la Moncloa, que aunque fue un pacto político de los partidos fue aceptado por CCOO y UGT, y supusieron una caída de los salarios generalizada al negociarse la subida salarial por la inflación prevista y no la pasada perdiendo poder adquisitivo en los salarios.

Naturalmente esta situación corresponde no sólo a una voluntad reformista de los dirigentes sindicales ligados a la socialdemocracia o en su momento al PC, sino también a una situación social y económica. En efecto, el crecimiento económico desigual del capitalismo en España ha permitido a éste entrar en la rapiña imperialista internacional – casos de Telefónica, Repsol, Banco de Santander… – y pagar de sus beneficios, sacados en los países pobres, ciertas mejoras en condiciones salariales y de trabajo en las grandes empresas, tanto privadas como públicas. En este sentido los sectores de trabajadores de las grandes empresas han conseguido salarios y condiciones más o menos dignas pero bastantes separadas del resto de trabajadores. Esta “aristocracia obrera” ha sido la fuente de su apoyo sindical. Algo que ya denunciaba Lenin como una forma de compra de sectores militantes obreros y como forma de integrarlos en el sistema. Es una característica del capitalismo imperialista. Trotsky en los años 30 denunció esta situación, siguiendo la estela de Lenin, como un peso en contra de los trabajadores. Los sindicatos, ya en estos años, se habían convertido en agentes del Estado. El viejo revolucionario explicaba, que la vinculación cada vez mayor con el Estado del sindicalismo era de todas las tendencias, desde el anarquismo a la socialdemocracia, porque proviene de “las condiciones sociales de todos los sindicatos” es el capitalismo imperialista el que corrompe la situación.

La situación de la clase trabajadora española ha empezado a cambiar con la crisis. Hasta ahora los sindicatos mayoritarios podían negociar migajas, empresa por empresa. Esto había hecho de la negociación la herramienta fundamental del reformismo. Negociando, decían, se consiguen mejoras para los trabajadores. Lo que no decían es que también se corrompían consiguiendo del Estado y de la patronal privilegios para ellos. Ahora la patronal aprieta y aprieta, despide y baja los salarios y no hay negociación que valga. Si hay pactos o convenios firmados, ahora son papel mojado.

Cada vez hay menos salida en la negociación empresa por empresa, incluso empresa aislada del mismo grupo empresarial. La degeneración sindical ha llegado hasta tal punto que las políticas nacionalistas, regionalistas o locales, han podrido las relaciones obreras. Desde la óptica sindical de la negociación es la autonomía, el “país” o la región el centro de los cambalaches. Esto supone impedir la visión internacionalista de una clase obrera unida contra la patronal independientemente de la región, cultura o nacionalidad. Mientras, la internacional del dinero está unida y no hay fronteras para la explotación. El ejemplo lo tenemos ahora en la empresa de saneamientos Roca. Empresa de origen catalán con tres grandes factorías en Barcelona, Madrid y Sevilla. La empresa se ha propuesto cerrar la empresa de Sevilla dejando a 248 trabajadores en la calle. La patronal quiere negociar en Madrid, sin embargo los sindicatos CCOO y UGT de la empresa sevillana quieren hacerlo en Sevilla, pues argumentan que “aquí es donde tenemos la fuerza” y los planes de la empresa con las factorías de Madrid y Barcelona “son distintas” pues no plantean allí el cierre y los sindicatos de estas factorías van a negociar aparte. Uno de los dirigentes llegó a decirles a los trabajadores en una asamblea que “estamos solos”.

En esta situación podría parecer que habría que enfrentarse directamente con los sindicatos reformistas, incluso creando otros nuevos. Pero esta posición es falsa y no da resultados. Hay que diferenciar entre las direcciones y los burócratas de los sindicatos y las bases. Todavía CCOO y UGT tienen una estructura estatal que está basada en las elecciones a comité de empresa y representan al 80% de los trabajadores con representación sindical en los comités de empresa y la afiliación sindical de todos los sindicatos se cifra en un 16%. Tienen miles de afiliados en los núcleos obreros más importantes y muchos de ellos son críticos con la dirección. Sabemos que las direcciones sólo pretenden negociar o imponer un referéndum al PP sobre los recortes y esto será un dique para las luchas.

Y para desbordar el dique que frena la lucha, que son estas direcciones sindicales, es necesario acumular y concentrar toda la energía de la lucha obrera para que salga del cauce de la negociación, del aislamiento de empresa por empresa. Es necesario en nuestra situación apoyar, empujar a la lucha a la máxima gente posible, sea de la organización que sea. Que los trabajadores y la población salgan a la calle y se unan por sus reivindicaciones. Por eso cualquier lucha obrera, venga de donde venga, hay que apoyarla, generalizarla hasta llegar a reivindicaciones que aglutinen al máximo número de trabajadores.

La crisis abre la posibilidad de mantener la puerta abierta de la lucha de clases y poder mantener una posición de clase, de lucha obrera de la minoría de revolucionarios. Si como está ocurriendo las luchas obreras se expanden y se radicalizan ante la situación, existe la posibilidad que estas direcciones sindicales sean desbordadas. Esto es la primera tarea de los militantes comunistas: sacar la lucha a las calles, generalizarlas y en la medida de lo posible llegar hasta el final.

La única perspectiva posible es el derrocamiento del capitalismo a través de la revolución social. El futuro de la humanidad está en la clase trabajadora

La crisis del capitalismo es también la crisis histórica de las organizaciones obreras de la izquierda. Las organizaciones reformistas, sindicales o políticas, que se reclamaron del socialismo o comunismo, se han acomodado al sistema capitalista y han llevado a la clase trabajadora, negociación tras negociación con la patronal y los gobiernos, a la resignación, la sumisión a la patronal, y al fracaso.

La bancarrota del capitalismo se profundiza cada vez más. Las fuerzas productivas se estancan y toda la situación nos lleva a una catástrofe social y económica que está sufriendo la población trabajadora. Sin embargo, los banqueros y grandes empresarios son ayudados por el Estado, mantienen y aumentan sus ganancias a costa del trabajador. El paro se agudiza y los despidos aumentan. Derrocar el capitalismo es cada vez más una necesidad, y esto significa la expropiación de los medios de producción de la burguesía y la toma del poder político por los trabajadores para organizar y planificar la sociedad de acuerdo a las necesidades humanas y no según los beneficios de la patronal y los intereses del dinero.

Todo indica que la recesión económica no va a remitir en los próximos años. Progresivamente los sectores de empleados públicos y de trabajadores en general irán entrando en la lucha. El plan previsto por la burguesía y el gobierno es la venta de las empresas públicas, autonómicas o municipales que quedan. Seguramente pedirán un “rescate” a la UE, que no es más ni menos que un préstamo para resolver la falta de ingresos de éste y así seguir robando los banqueros a la población trabajadora. Esto llevará como contrapartida la privatización de los servicios públicos, la subida de los impuestos y de precios.

Esta situación obligará a mantener las movilizaciones y luchas populares. Puede que la situación se agrave y provoque explosiones sociales. En consecuencia, nuestra tarea como comunistas revolucionarios será apoyar, ayudar a organizar, generalizar y ampliar hasta el final las movilizaciones, dar un contenido de clase, plantear reivindicaciones que permitan conectar con los trabajadores para que avancen en la compresión de que, para acabar con el capitalismo, se necesita tomar en nuestras manos la sociedad y expropiar a la burguesía ladrona. Es un camino que necesita unos objetivos, saber a dónde vamos y qué queremos.

Tenemos que intentar transformar el malestar individual en malestar social y este en una explosión social dirigida contra los banqueros, grandes empresarios, el Estado y sus gobiernos. Para ello las asambleas, la democracia obrera y popular en los tajos, empresas y barrios son el método que puede permitir en una discusión libre, aprender y no ir a ciegas en la lucha.

El malestar social, que puede dar lugar a explosiones sociales, tiene que dotarse de objetivos sociales y políticos que terminen en el derrocamiento del sistema capitalista. Si la explosión social es ciega y no hay un análisis y objetivos racionales, la derrota está asegurada. Esto sólo puede solucionarse con una organización obrera de militantes activos en la clase trabajadora. Para resolver este problema, para la lucha de la clase obrera, es imprescindible una organización política comunista e internacionalista, con militantes preparados, que analice y prepare el derrocamiento del capitalismo. Esta organización puede salir de las próximas luchas. Nuestra responsabilidad como militantes comunistas es mantener delante de los trabajadores nuestras posiciones comunistas y apoyar sus luchas.

Cada día que pasa el desempleo es mayor, los despidos están a la orden del día y contra ello tenemos que oponer el reparto del trabajo sin bajar los salarios y la necesidad de prohibir los despidos. Debemos explicar que los parados y los que trabajan son una misma clase y tienen los mismos intereses. La patronal y el gobierno intentan separar y hacer competir unos contra otros. Los 6 millones de parados son el chantaje de la patronal para bajar los salarios y que el miedo entre dentro de nosotros. El miedo tiene que cambiar de bando. Debemos ligar a aquellos que tienen trabajo con los que carecen de él. El trabajo hay que repartirlo entre todos los trabajadores existentes y es así como se determina la duración de la semana de trabajo. El salario, con un mínimo estrictamente asegurado, debe seguir el movimiento de los precios. La lucha contra la desocupación es inconcebible sin la creación de empleo público en todos los servicios y obras públicas.

Contra la carestía de la vida, que se acentúa cada vez más, en la medida que sube el IVA y la patronal quiere aumentar los beneficios, sólo es posible luchar con una reivindicación: la escala móvil de los salarios. Los convenios colectivos del trabajo deben asegurar el aumento automático de los salarios correlativamente con la elevación del precio de los artículos de consumo.

Las empresas que cierran y despiden tienen que expropiarse. Hay que prohibir los despidos, para ello los trabajadores tienen que controlar y auditar sus contabilidades. Los obreros no tienen menos derechos que los capitalistas de conocer los “secretos” de la empresa, de los trust, de las ramas de las industrias, de toda la economía nacional en su conjunto. Hay que aclarar cuales son las ganancias y gastos de la sociedad, empezando por cada empresa, y desenmascarar las combinaciones de pasillo y las estafas de los bancos y de los grupos empresariales. Y sin la expropiación de la banca, sin indemnización alguna, es imposible organizar el crédito y financiar las necesidades sociales. Es necesario un banco único en manos del Estado y controlado por los trabajadores y la población.

El programa elaborado por León Trotsky en 1938, el llamado Programa de Transición, mantiene su actualidad ante la crisis del capitalismo y sus objetivos: “Se trata de preservar al proletariado de la decadencia, de la desmoralización y de la ruina. Se trata de la vida y de la muerte de la única clase creadora y progresiva y, por eso mismo, del porvenir de la humanidad. Si el capitalismo es incapaz de satisfacer las reivindicaciones que surgen infaliblemente de los males por él mismo engendrados, no le queda otra que morir. La «posibilidad» o la «imposibilidad» de realizar las reivindicaciones es, en el caso presente, una cuestión de relación de fuerzas que sólo puede ser resuelta por la lucha. La crisis histórica de la humanidad se reduce a la dirección revolucionaria.”


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