El 3 de marzo hizo 49 años del asesinato en Vitoria de 5 trabajadores por disparos de la policía franquista que también causaron alrededor de 100 heridos. Los trabajadores estaban en el interior de una iglesia, San Francisco, realizando una asamblea general.
En 1976, la clase obrera de Vitoria protagonizó una lucha tremenda. Seis mil huelguistas durante dos meses, cientos de asambleas, manifestaciones y encierros, tres huelgas generales en la ciudad… Otros dos trabajadores asesinados en Tarragona y Basauri, cuando la indignación se expresó en las calles, y medio millón en huelga en el País Vasco el día ocho.
En el invierno de 1976 más de un millón de trabajadores estaban en lucha. Las cuencas mineras asturianas, la construcción en Valladolid, la metalurgia en Valencia y Barcelona, el cinturón industrial y los servicios en Madrid o los astilleros de Gijón estaban en conflicto. Sin embargo, fue en Vitoria donde cristalizó la huelga general a partir de las fábricas en huelga. Quizás en ningún otro momento se estuvo tan cerca de una situación de huelga general en todo el país: masiva y prolongada.
La masacre de Vitoria fue consecuencia del miedo del Estado a las huelgas protagonizadas por la clase trabajadora que respondían a una organización asamblearia y de comités elegidos en las asambleas que coordinaron todas las empresas de la industria alavesa. De tal forma que Fraga Iribarne, ministro de Gobernación en ese momento y fundador del Partido Popular, se refirió a ella en términos literales al «soviet de Vitoria» En sus propias palabras lo de Vitoria “había que aplastarlo porque estaba dirigido por dirigentes que manipulaban a la clase trabajadora y eran pequeños soviets que se estaban gestando y había que extinguirlos…”
Las movilizaciones de Vitoria consiguieron todas sus reivindicaciones: se redujo la jornada hasta las 40 horas efectivas, se rompieron los topes salariales, y se implantaron las comisiones representativas y las asambleas de fábrica.
La huelga de Vitoria nos enseña que la solidaridad obrera, la generalización de las luchas si son protagonizadas directamente por la clase obrera puede avanzar en la conciencia de clase, superar el marco reivindicativo y marcar reivindicaciones que vayan más allá del marco actual. Es decir, un programa de lucha y reivindicativo que sea la transición hacia una sociedad socialista y en manos de las y los trabajadores.
Y para ello se necesitan militantes que recojan estas experiencias, aprendan y puedan dirigir y en su caso trasmitir las ideas comunistas y revolucionarias.