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Tras los imperativos capitalistas de Bruselas, ¿más recortes sociales? (26 de julio)

Tras la alegría, comprensible, de gran parte de la población de izquierdas por haber frenado en las urnas el avance de la derecha –sobre todo de la extrema derecha de Vox- es hora del análisis acerca de qué se puede esperar del “gobierno de progreso” como ellos gustan llamarse, PSOE/ Sumar, si consiguen volver a gobernar a través de los pactos. Visto lo visto, poco. Porque más allá de las palabras y las promesas electorales, hay que analizar los hechos.

Por mucho que Pedro Sánchez y su gobierno expliquen machaconamente que han sido años muy difíciles por la pandemia y la guerra de Ucrania, cosa evidente, no todo se puede explicar por el contexto internacional. La realidad de los trabajadores, de la gente de a pie, es que el gobierno “más progresista de la historia” poco ha hecho por mejorar a la clase trabajadora en estos años; de ahí el batacazo espectacular sufrido en las últimas elecciones municipales y autonómicas aunque en estas generales hayan salvado los muebles por aquello del “No pasarán”.

Ejemplos no faltan: la política llevada a cabo por todo el gobierno, y muy particularmente por Yolanda Díaz, centrada en la paz social y la concertación con la patronal, lo que han conseguido es un empobrecimiento de los trabajadores en general y un ascenso generalizado de los beneficios de la patronal. Los recortes se han dado en todos los sectores públicos, sobre todo en Educación y Sanidad.

Entre los trabajadores de las empresas privadas el pluriempleo ha vuelto dada la gran precariedad existente. También prometió el gobierno el fin de los desahucios cuando solo el año pasado hubo una media de 105 desahucios diarios (más de 38.000) y la mayoría sin alternativa habitacional. No sólo hay un problema inmenso en España con la vivienda –con las hipotecas, con los alquileres- sino también con la alimentación y la subida de precios de todo lo básico.

Tampoco este gobierno derogó la ley Mordaza ni los aspectos más lesivos de la antepenúltima reforma laboral, dos de sus promesas estrellas y los despidos campan a sus anchas por todas partes, mientras la patronal abusa del nuevo contrato fijo discontinuo y lo aprovecha para despedir temporalmente –cuándo mejor le viene o para desmovilizar protestas- al igual que antes abusaba del contrato extinguido por “obras y servicios”. Como decimos, ejemplos no faltan que demuestran que el llamado “escudo social” resultó ser un escudo de plastilina.

Por todos estos antecedentes, no les demos un cheque en blanco, sino todo lo contrario, hay que atarlos cortos. Sobre todo porque lo que se otea en el aire son más recortes que no se deben consentir pues la crisis que la paguen los que de ella se benefician: los capitalistas. Y esto es así debido a que la política acordada en la UE marca la reducción del deficit presupuestario de los Estados. Esto significa que se reducirá el gasto social y pagar a los que han prestado el dinero para que los estados sigan funcionando: los banqueros. Los responsables políticos, los miembros de la alta administración, dentro de las instituciones europeas, en definitiva la UE, como igualmente dentro de las de los estados nacionales, están todos vinculados a las grandes empresas y a las multinacionales. De ahí que habrá recortes.

La realidad -por el momento- es que a finales de 2023 habrá un 3,9% de déficit, partiendo del 4,8% de 2022 y una deuda pública en el 111,1% del PIB. La hasta el momento ministra de Hacienda, Montero, ya avisó que hay que hacer un recorte del 1,5% del PIB, unos 20.000 millones de euros, entre 2023 y 2024.

Para reducir hay que gastar menos, eso es lógico. Lo que no es lógico que la reducción venga del bolsillo de las clases trabajadoras y no de los bolsillos que realmente se llenaron en estos años: la patronal y los grandes bancos. Es hora que los recortes cambien de bando y que la patronal pague por todos sus privilegios. Pero esta labor de control y vigilancia del gobierno corresponde hacerlo y exigirlo a los trabajadores, en las calles, en los tajos, con sus propias armas: la lucha obrera.

Es mucho lo que nos estamos jugando en estos momentos, como demuestran los ajustes que vienen y por eso no nos podemos dejar engañar con promesas vacías que nos paralicen ante la amenaza de la reacción por la posible llegada de Vox al gobierno.

La decepción y la desafección que pueden llevar al PP y a Vox al gobierno es consecuencia directa de las políticas del gobierno progresista, que lejos de hacer frente a la derecha, nos ha traído donde estamos. Por eso, no caigamos en la trampa del mal menor de Sánchez y Sumar. Lo que necesitamos es construir una alternativa política de independencia de clase que levante un programa de lucha contra las políticas reaccionarias que vienen.

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