A finales de mayo hubo un aumento de las temperaturas que afectó a la mayor parte del territorio español. La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) activó el aviso amarillo en la campiña sevillana, donde se esperaba superar los 40 grados hasta el fin de semana. Son temperaturas anormales para la época, pero normales en el contexto del actual cambio climático que lleva años provocando una brusca transición entre la estación fría y la calurosa, donde la primavera y el otoño están desapareciendo.
Según un estudio de la Fundación Matrix, en España, la temperatura media anual en 2024 fue de 15.1°C, lo que representa 1.1°C más que la media del periodo de referencia 1991-2020, siendo así el tercer año más cálido desde que se tienen registros. A nivel general, se observa un incremento de la temperatura media anual en todo el territorio español, con un promedio de 0.60°C. Y según la AEMET los diez años más cálidos de la serie se han dado durante este siglo.
La Universidad de Sevilla viene realizando una serie de estudios para analizar el impacto de las altas temperaturas en función de la zona residencial en la capital y determinar cuáles son las zonas de la ciudad que más temperatura acumulan durante el día y su relación con la configuración urbana, teniendo en cuenta el terreno y el tipo de construcción.
El resultado arroja grandes diferencias entre las barriadas obreras y populares respecto a otras zonas de la ciudad. “Las zonas más cálidas durante el día incluyen áreas industriales o de campo seco y árido, pero dentro de la ciudad destacan dos tipos de zonas. Por un lado, las zonas periféricas, rodeadas de industria pesada, infraestructuras o terreno árido; y por otro, las zonas con tipología urbana de polígono residencial (también conocidas como barriadas), la mayoría de carácter social y desarrolladas durante la segunda mitad del siglo XX.”
Destinados a las familias trabajadoras, estos barrios obreros y populares construidos durante el franquismo en la década de los años 50 o 60 se alzaron bajo la óptica del ahorro de dinero público, primando el empleo de materiales baratos, a menudo insalubres como la uralita; utilizando terrenos de la periferia, carente de servicios básicos y otras infraestructuras públicas, que solo se consiguieron después de duras y largas luchas vecinales.
Barrios situados sobre todo en la periferia, ubicados en amplias extensiones de terreno árido, con pocas zonas de sombra y escasa vegetación. Los propios materiales empleados en la construcción de estas viviendas no retienen ni el frio ni el calor que se pueda generar en su interior. Se puede entender que los habitantes de estos barrios padecen en su forma más aguda las consecuencias de una climatología cambiante.
Las administraciones llevan años cacareando acerca de la eficiencia energética, de que el ahorro energético es responsabilidad de todos. Pero las ayudas públicas y las subvenciones que se destinan a ello no llegan a quienes más lo necesitan, con trámites burocráticos que excluyen de entrada a la mayoría de la población residente en estos barrios. Muchas viviendas carecen aún hoy en día de sistemas eficientes de climatización y resolver esto requiere de una inversión prohibitiva para muchos bolsillos. Esto conlleva más gasto en electricidad o en gas para mantener la temperatura en el interior de las viviendas. Todas estas carencias forman lo que llamamos la brecha energética, que se ceba mayormente en estos barrios. Pero éstos llevan años sufriendo otro problema aún peor y se trata de continuos cortes en el suministro eléctrico derivado de una falta de inversión en la infraestructura eléctrica por parte de la compañía de electricidad Endesa.
Desde hace años los vecinos de los barrios de Su Eminencia, La Plata, Los Pajaritos… agrupados bajo la plataforma Barrios Hartos, vienen denunciando los continuos cortes de luz en sus viviendas y vías públicas. Sus protestas les han llevado a realizar cortes de carretera y encierros en centros cívicos. Llevan años de lucha ante la inacción de Endesa y el silencio cómplice de las administraciones locales, autonómicas y estatales. Estos cortes han traído nefastas consecuencias y ha habido personas que han muerto porque dependían máquinas a las que estaban conectados y que han dejado de funcionar por falta de energía eléctrica.
La compañía eléctrica Endesa, que gana miles de millones de beneficios, no quiere resolver el problema, no quiere invertir dinero en mejorar las instalaciones de estos barrios. Mientras los cambios climatológicos que se vienen produciendo son cada vez más extremos, estos cortes de luz ponen en riesgo a la población más vulnerable. Exigir la expropiación de estas empresas y que sean gestionadas por la población trabajadora no es utópico: es la única salida.
Cabe volver a recordar que estos barrios se cuentan con el menor nivel de renta de todo el territorio español donde el paro y el trabajo precario son la norma, consecuencia de la falta de interés de las instituciones. Las mismas que llevan años aplicando políticas de recortes públicos. En cambio, las ayudas a la empresa privada no cesan y así éstas pueden seguir manteniendo sus beneficios. Por eso hay que derribar este sistema capitalista.
En pleno siglo XXI, y a pesar de todos los avances a nuestro alcance, el capitalismo ahoga a la clase trabajadora desde muchos frentes: Los bajos salarios, los despidos, la subida de precios, los recortes públicos, y las consecuencias de los cortes de luz… ¡No hay futuro posible bajo el capitalismo!