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La República catalana no mejorará la vida de los trabajadores, sino la lucha de clase

El parlamento catalán acaba de aprobar este lunes la declaración de inicio de un proceso para la “construcción de un Estado catalán independiente en forma de república”. Cómo ya se sabía, han votado a favor Junts pel Sí (la plataforma que engloba a CDC -el partido de Artur Mas- y ERC, Esquerra Republicana de Catalunya) y la CUP, candidatura de unidad popular, anticapitalista. Estas formaciones piensan que tener un Estado propio llevará a los catalanes a vivir mejor. El resto de los grupos han rechazado la propuesta: 72 votos a favor y 63 en contra.

Ahora el gobierno de Rajoy, que no ha soportado tan siquiera que la población catalana se exprese en un referéndum, moverá fichas pudiendo llegar a suspender de sus funciones al parlamento catalán. En estas semanas habrá pues, todo un bombardeo acerca de la constitucionalidad o no del pronunciamiento del parlamento catalán.

Pero que el pueblo trabajador en Cataluña vaya a vivir mejor no va a depender de estos debates legislativos y jurídicos. Nada tienen que esperar de muchos de estos políticos “ahora” tan catalanes, pero que en su pasado reciente no han dudado en aprobar medidas de recortes y la reforma laboral de Rajoy, como lo ha hecho CyU, partido manchado de corrupción hasta los huesos. Artur Mas y su partido aplicó recortes en Cataluña incluso antes de estar obligado por ley; que ahora estos mismos políticos vayan a impulsar leyes sociales parece una broma.

No va a mejorar la vida del pueblo trabajador en Cataluña por quitarse de en medio a Artur Mas y reemplazarlo por alguien de sus filas menos “manchado”. Y además por muy respetable que sea la reivindicación de un referéndum sobre la independencia, hay que decir alto y claro que cualquier Estado que no esté en manos de los trabajadores, servirá para lo de siempre: para defender los intereses de las grandes empresas y bancos, al lado del capitalismo.

Rajoy, con ese españolismo rancio que le ha llevado a consultar los problemas de Cataluña con todas las formaciones políticas, salvo las propias elegidas por los que allí viven, lo que busca es atraerse al electorado más derechista, autoproclamándose el defensor a ultranza de la unidad española, pues si se rompe esta unidad estamos abocados a todo tipo de peligros, según él. Con esta política del miedo también está consiguiendo que parte de la población, incluida la catalana, sienta incertidumbre por lo que pueda pasar, por ejemplo, con las pensiones.

Pero también hay que decir que parte de la población trabajadora de izquierda, la misma que no duda del derecho de los catalanes a expresarse, puede caer en cierta perplejidad; una organización –como la CUP, anticapitalista, pero que no habla de la clase obrera sino de la opresión “española” contra los catalanes, y de conseguir mediante un parlamento burgués mejoras sociales, puede desorientar a muchos. Algunos piensan que todo esto es una estrategia de la CUP, conseguir un estado catalán, como paso previo al socialismo. Pero si hay algo diametralmente opuesto al socialismo son los nacionalismos. Las injusticias sociales no proceden más que del capitalismo, de la ofensiva patronal contra los trabajadores en su conjunto, como clase. No enmarcar los problemas del pueblo trabajador catalán en el terreno de la lucha de clases significa perder la brújula, o peor aún, hacerla perder a los trabajadores.

El problema de Cataluña no se resolverá con el Tribunal Constitucional. Tan sólo podrá resolverse si toda la clase obrera, española y catalana, nativa y extranjera, lucha en todo el Estado español para la construcción de una sociedad sin explotadores ni explotados, desde la fraternidad, la unión y la solidaridad obrera que debe unir a todos los trabajadores contra banqueros y empresarios explotadores. Contra el capitalismo, en suma.

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