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Irak: un año después de la salida de la tropas, el imperialismo norteamericano sigue presente

     A principios de enero, decenas de miles de habitantes de las provincias sunitas de Irak se manifestaron contra el primer ministro chiita Nouri-Al-Maliki. Está acusado de haberse lucrado de muchos sectores, banca, prensa y otros, de llevar a cabo una política discriminatoria contra los sunís, en una palabra de actuar de manera autoritaria. “Nouri-Al-Maliki, el déspota” coreaban los manifestantes.

     El principal rival del Primer ministro en la comunidad chiita, Moqtada-Al-Sadar, se ha sumado a la contestación sunita.  A ello se añaden las tensiones entre el poder iraquí y el dirigente de la zona autónoma del Kurdistán sobre la cuestión del petróleo.

     Estos nueve años de una guerra que, se decía, debía aportar la democracia y la libertad al pueblo iraquí, no han hecho más que hacer al país cada vez más ingobernable.

     Más de un año después la retirada oficial de Irak de las últimas tropas del ejército norteamericano, el país, dividido  entre chiitas, sunitas y kurdos, está corroído por la corrupción. La población, que diezmada por esta guerra con oficialmente 122.000 civiles muertos, 1,5 millones de muertos según ciertas estimaciones, siete millones de personas que han huido y se han refugiado en campamentos, paga el alto precio de esta inestabilidad, consecuencia de la política de “dividir para reinar” y de los enfrentamientos sangrantes entre milicias rivales que ella ha engendrado. Todo el año 2012 ha sido marcado por atentados.

     Aunque oficialmente las tropas norteamericanas han partido, la presencia del imperialismo norteamericano sigue siendo masiva en Irak. Las tropas estadounidenses han sido reemplazadas por un importante ejército de 35.000 mercenarios a su sueldo o al de compañías norteamericanas. La embajada de los EE.UU. en Bagdad, la mayor del mundo, no cuenta con menos de 17.000 empleados. El imperialismo protege lo que venía a buscar y lo que ha conseguido al cabo de nueve años de guerra, el control estrecho sobre la producción del petróleo. Las divisiones que ha fomentado en el seno del país se lo permiten. Una parte de las riquezas petroleras está controlada por el poder central iraquí, la otra por el gobierno regional del Kurdistán iraquí, y esto para mayor satisfacción de las compañías petroleras, y en especial de la mayor del mundo, Exxon Mobil. La producción petrolera iraquí ha recuperado su más alto nivel de antes de la guerra.

     Un año después del fin oficial de esta guerra, el imperialismo norteamericano está muy presente con sus compañías petroleras y de mercenarios para protegerlas. Para el resto, que el país sea presa de la miseria y en un sangrante caos derivada de su intervención, esto no es su problema.

 por Aline RETESSE

Autor: Lutte Ouvrière

Traducido por F. Ponsan