Saltar al contenido

Irak: las mujeres víctimas del ascenso del integrismo

Tara Farès, una modelo muy popular entre la juventud en Irak, fue abatida por disparos de bala el 27 de septiembre pasado al volante de su coche, en pleno centro de Bagdad.

El que encuentra una excusa a los que matan a una joven únicamente porque ha decidido vivir como la mayoría de las jóvenes del planeta es cómplice de su muerte” ha escrito Ahmad al Basheer, un humorista  exilado en Jordania a quien la emisión de sus programas satíricos sobre la política iraquí le han supuesto amenazas de muerte. Respondía sin dudar al infame tweet  de un presentador de la televisión nacional que describía simplemente a Tara Farès como “una puta que merecía ser asesinada”.

Se trata de la cuarta mujer asesinada este año en Irak, después de Rasah al Hassan y de Rafif Yasiri, dos propietarias de salones de belleza de Bagdad asesinadas los últimos meses. El 25 de septiembre, era Saoud al Ali, una militante de los derechos humanos de Basora, activa en la movilización que agita la ciudad del sur de Irak, la que era abatida  por disparos de bala.

Los medios de comunicación apuntan a las milicias chiitas. El primer ministro, Haïder al Abadi, por su parte, ha dicho que quiere aclarar estos asesinatos, acusando a “grupos deseosos de perturbar la seguridad con el pretexto de combatir conductas equivocadas…” Es poco probable que se descubra algún día a los verdaderos instigadores de estos crímenes. En cambio, está claro que, desde las intervenciones sucesivas de las potencias imperialistas en Irak, se han desarrollado milicias de todo tipo. Las milicias chiitas, las del dirigente integrista Muqtada al Sard, como las financiadas por Irán y otros, se han incluso reforzado en la lucha contra el Daesh. Y  la presencia de todas estas bandas armadas influye sobre la vida social y política.

La población se enfrenta a graves dificultades materiales como la falta de agua  y de electricidad, como muestran las recientes revueltas que han estallado en el sur de Irak. El sistema sanitario, que era uno de los más desarrollados de Oriente Medio hasta los años 1970-1980, ha sufrido un retroceso catastrófico. A esto se añaden la plaga del desempleo y el aumento brutal de los precios de primera necesidad. Este caldo de cultivo de miseria  y de desesperanza engendra la proliferación de las corrientes más reaccionarias. Los religiosos no han dejado de ganar influencia, encuadrando la vida cotidiana, mientras que las milicias continúan imponiendo su ley.

Este degradación social, tanto material como moral,  afecta especialmente a las mujeres iraquíes, que, en los años 1960, se beneficiaban de un poco más de libertades que en otros países de Oriente Medio. Su  situación ha retrocedido décadas.

 

Francisco Ponzán