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EE. UU.: ¡No en nuestro nombre! ¡Alto a la masacre en Gaza!

Desde el 7 de octubre, el terror ha caído sobre los palestinos de la delgada franja de tierra llamada Gaza. Casas, hospitales, escuelas administradas por la ONU, mezquitas, iglesias… los dos millones y medio de habitantes no tienen dónde refugiarse de los bombardeos. Ni dónde conseguir comida, agua, combustible o medicinas.

Con más de 7.700 muertos y 19.000 heridos hasta el 28 de octubre, barrios enteros arrasados y hospitales desbordados, la tragedia se despliega ante los ojos del mundo. Se trata de una política de venganza ciega por parte del Estado israelí, y se hace en nombre de toda la población israelí. Nada puede justificar semejante acto.

El viernes 27 de octubre se produjo el bombardeo más intenso de esta serie de ataques que dura ya tres semanas. El bombardeo incluyó bombas “anti-bunker”, supuestamente destinadas a colapsar la red de túneles que Hamás había construido bajo Gaza. Nadie sabe si llegaron a los túneles. Pero lo que sí sabemos, y no se puede negar, es que las bombas destruyeron todos los edificios que se encontraban sobre el terreno, matando o hiriendo a cualquiera que aún estuviera en ellos. Y lo que sí sabemos es que Estados Unidos pagó esas bombas.

Israel había ordenado a todos los civiles del norte -es decir, a más de un millón de personas- que evacuaran al sur de Gaza; ahora trata a todos los que quedan en el norte como combatientes enemigos. De hecho, esa evacuación ha sido casi imposible. ¡Israel bombardeó el sur de Gaza tras anunciar que la evacuación permitiría que los civiles estuvieran a salvo! Al amparo de este bombardeo, el ejército israelí llevó a cabo una invasión terrestre sin previo aviso. El Ministerio de Sanidad de Gaza ha declarado que más de 400 palestinos murieron en las primeras horas de la invasión. La zona está ahora a oscuras, con los servicios de electricidad y teléfono cortados.

¿Hasta dónde llevará Israel esta invasión? El futuro de palestinos e israelíes estará determinado por estos acontecimientos durante las próximas décadas. El futuro de todo Oriente Medio depende de ellos. ¿Y quién puede estar seguro de que este conflicto no incendiará el planeta?

La carnicería perpetrada hoy en Gaza cuenta con la complicidad y la plena aprobación de todas las potencias imperialistas. El imperialismo estadounidense está gestionando el genocidio, dando “consejos” a los militares israelíes y utilizando su potencia de fuego para “contener” la zona de exterminio de Gaza. No hay nada sorprendente en esto: Estados Unidos nunca ha impedido a Israel la opresión sistemática de los palestinos, vivan en Gaza, en Cisjordania o en Israel.

Durante décadas, Estados Unidos, a la cabeza de todas las potencias occidentales, ha hecho del Estado de Israel su ejecutor armado en la región para impedir que los distintos pueblos de la región cumplan sus aspiraciones de convivir en paz y ser países no controlados por ellos. Y, por supuesto, está el petróleo, la razón por la que el imperialismo estadounidense, junto con el francés y el británico, se trasladó a Oriente Medio en primer lugar.

El imperialismo estadounidense y sus aliados han creado una situación explosiva en toda la región. En este Oriente Medio rico en petróleo, han impuesto su dominación trinchando la carne de los pueblos, apoyándose en las monarquías y dictaduras más reaccionarias, como la de Arabia Saudí. Y cuando esos regímenes no se pliegan lo suficiente, los aplastan, como hicieron en Irak.

Hoy, Irak, Siria, Libia, Líbano, Jordania, Irán y Yemen son también bombas sociales, con decenas de millones de pobres en una situación tan desesperada como la de los palestinos. En un polvorín donde la más mínima chispa puede provocar una explosión, Estados Unidos dejó que Netanyahu jugara con fuego.

La esperanza sólo puede venir de los propios pueblos de la región. Vendrá de quienes se levanten contra el imperialismo y sus maniobras. Vendrá de quienes comprendan la necesidad de luchar contra el capitalismo y la gran burguesía. Y de la clase obrera estadounidense cuando reconozca que el mismo imperialismo tiene también su pie en nuestra garganta.

Derrocar al imperialismo para instaurar una sociedad igualitaria, libre de explotación y de relaciones de dominación, es la única salida para la humanidad. Esta perspectiva es lo contrario de las políticas nacionalistas destinadas a defender los intereses de un pueblo a expensas de otros -lo contrario de la política de Netanyahu en Israel, pero también de la política de Hamás en Palestina. Es lo contrario de las políticas que el imperialismo yanqui maquina en nuestro nombre. Sólo la unión de los trabajadores de todos los países contra los dirigentes mundiales podrá romper el círculo vicioso de la guerra a la que nos están arrastrando.

Traducido de The Spark

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