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2017: el año que nos preparan y el que necesitamos

Hasta el optimista más patológico tendría dificultades para llamar “bueno” el año 2016 desde el punto de vista de la humanidad, ya que ésta viene pagando muy caro la actual organización capitalista de la sociedad.

El balance del año pasado es, ante todo, el de la guerra. El mundo se está hundiendo en varios conflictos, desde Siria hasta Yemen, desde Libia hasta Irak, desde Afganistán hasta Birmania y hasta Ucrania y Turquía, que tan cerca están. Claro está que no todos lo lamentamos: en 2016, las ventas de armas han superado los récords. Para los vendedores de máquinas de muerte, las guerras son oportunidades: por ejemplo, España vende armas y material militar a países como Arabia Saudí, armas que luego matan a civiles en Yemen.

Casi todos los países han incrementado el presupuesto militar, sobre todo los países occidentales y en particular los EEUU que solos gastan casi la mitad del presupuesto militar global. En España, el “nuevo” gobierno con la ministra Cospedal garantiza pedidos a los industriales del armamento y se sigue pagando en dinero público miles de millones de euros por los Programas Especiales de Armamento iniciados en 1995. Se espera que en 2017 se siga incrementando el gasto global de máquinas de matar. Trump, por su parte, tampoco recortará en el presupuesto militar.

Cuando nuestros políticos gastan más para el ejército, esto significa que hay menos para las escuelas, los hospitales y todos los servicios necesarios para la población. Además, esto sigue alimentando las guerras y sus consecuencias, los atentados terroristas.

Centenas de miles de migrantes huyen de estas guerras terribles o dictaduras feroces, del hambre y la miseria, jugándose la vida. En toda Europa, la ultraderecha denuncia a los migrantes como si fueran responsables de los problemas de los trabajadores —y muchos partidos de gobierno repiten su discurso asqueroso—. Pero el paro, los bajos sueldos y la precariedad no han surgido con la llegada de migrantes; en realidad, ¡no tienen nada que ver con ellos!

En sus discursos, nuestros políticos nacionales se felicitan de lo que llaman la reducción del desempleo. Pero en España los desempleados son todavía más de cuatro millones según los datos oficiales y estos mismos datos señalan sobre todo un incremento rápido de la precariedad. Cada familia de clase popular ve cómo se degradan sus condiciones, incluso cuando se encuentra un empleo, porque es precario y está mal pagado.

En realidad, los únicos en no verse afectados por la crisis son los más ricos. En los balances del año, se ha insistido varias veces en los buenos resultados de las grandes fortunas. El pasado otoño, el famoso Amancio Ortega, de Inditex (Zara…), volvió a ser la primera fortuna del mundo durante unas semanas, compitiendo con Bill Gates. ¿Cuántos hospitales, cuántas escuelas se podrían construir y mantener con la fortuna personal de este señor? Los gobiernos no hacen nada contra este enriquecimiento; es más: lo favorecen y alimentan mediante mil y un canales de financiación de las empresas, por lo que los impuestos recaen cada vez más sobre los pobres.

La fortuna de los más ricos se acumula en base a la explotación de los trabajadores: desde las obreras del textil en Bangladesh, que hace poco fueron despedidas por miles porque hicieron una huelga por un aumento de su sueldo —establecido en 63 dólares mensuales— hasta los mineros de Congo que, desde niños y jugándose la vida, extraen metales para las industrias electrónicas. Una explotación que también es la norma en este país, como en el caso de las “Kellys”, las limpiadoras de los hoteles que trabajan por 2,15 euros la habitación. Aquí no se trata solamente de un patrón o un sector en particular. La realidad es que, detrás de estas condiciones de miseria están los accionistas cuyo enriquecimiento sólo se puede llevar a cabo explotando cada día más a sus empleados.

Así que lo que se puede desear para 2017 es que los trabajadores utilicen su fuerza, este papel central e indispensable en la economía, porque producen todas las riquezas; que la utilicen para defender sus intereses, llevando a cabo la lucha de clases y poniendo en tela de juicio el orden capitalista que está amenazando de muerte a toda la humanidad.