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Venezuela, tras la muerte de Hugo Chávez

     El cáncer que había impedido a Hugo Chávez asumir la presidencia del Estado venezolano, después de su cuarta victoria en las elecciones presidenciales del pasado octubre, le ha vencido finalmente el 5 de marzo. En treinta días debería haber unas nuevas elecciones en las que Nicolás Maduro, el delfín que el propio Chávez designó, y que asegura la continuidad, deberá portar los colores del movimiento chavista.

     Chávez apareció en la vida política de Venezuela en 1992 en un intento fallido de golpe de Estado,  que pretendía ser una respuesta a la matanza que en 1989, la socialdemocracia en el gobierno había desencadenado contra las clases populares cuando protestaban contras las insoportables subidas de precios. Después de esta intentona Chávez fue encarcelado.

     En Venezuela, la vida política se había basado durante décadas en un pacto de alternancia entre dos partidos, la derecha y la socialdemocracia. En los años ochenta, el desgaste del sistema político abrió la vía al movimiento de Chávez. Al  salir de prisión, promovió un “movimiento bolivariano” para participar en las elecciones. La evocación de la figura de Simón Bolívar apelaba al sentimiento nacional de las clases populares y buscaba unir a todos aquellos que aspiraban a un cambio. El descrédito de los partidos tradicionales hizo el resto y, en 1999, Chávez fue elegido en las elecciones presidenciales a la cabeza de un movimiento que todavía buscaba sus referentes.

     Comenzó por revisar la constitución,  luego creo las misiones sociales, ofreciendo soluciones de urgencia a los problemas de alimentación, de vivienda, de educación o de sanidad, especialmente con la ayuda de médicos venidos de Cuba. Estas misiones le iban a atraer, hasta su muerte, la simpatía de la población más desamparada.  Porque en América Latina, las desigualdades  son flagrantes y todos los que en un momento u otro han tenido en cuenta un poco las necesidades de las clases populares han recibido enseguida su apoyo. La propia socialdemocracia de Venezuela lo había practicado en los años setenta.

     Esta política social era posible gracias a la renta petrolera de un país en este aspecto tan rico como Arabia Saudita. Pero no era del agrado de las clases propietarias, de los banqueros, de los patronos de la prensa, de la alta jerarquía militar y de toda la burocracia que prosperaba sobre la renta petrolera, alejados de las clases populares. En  2002, este mundo de poderosos, animado por los Estados Unidos, se movilizó para derribar a Chávez pensando que la tarea sería fácil. Pero se llevó la gran sorpresa al descubrir que el pueblo pero también una parte del ejército, se movilizaba para defender a Chávez, el golpe de Estado fracasó.

     La oposición ha continuado denunciando a Chávez como un dictador puro y duro  pasando del hecho de que organizó y ganó durante catorce años elección tras elección e incluso un referéndum que le habría podido expulsar del poder si hubiera perdido.

     Con el poder estabilizado, Chávez  se declaró partidario de un “socialismo del siglo 21” y añadió  la etiqueta “socialista” al nombre de su partido. Pero, en la práctica, aunque el Estado ha tomado el control de la industria petrolera, no ha habido ninguna expropiación de las clases propietarias. Chávez ha buscado más bien y encontrado un compromiso con ellas, incluso con algunos de aquellos que habían intentado derribarlo en 2002, como el patrón de la prensa Cisneros.

     En el plano internacional, la renta petrolera le ha permitido asimismo mantener buenas relaciones no solo con Cuba y la Bolivia de Evo Morales sino también con Argentina o Brasil. Aunque ha cultivado también relaciones con dictaduras como las de Irán o la Libia de Gadafi, se trataba fundamentalmente de completar las hojas de pedidos. Por otra parte, a pesar de todas las declaraciones imperialistas y antiestadounidenses de su líder, Venezuela sigue siendo el principal proveedor de petróleo de los Estados Unidos como en el pasado.

     Y aunque Chávez ha mantenido las misiones sociales que han hecho retroceder la pobreza y le han valido su popularidad, también ha dejado crecer una corrupción de la que se aprovechan algunos dirigentes chavistas, hasta el punto de que se habla de una “boliburguesía”.

     Tras la muerte de Chávez, su popularidad asegurará sin duda el éxito de su partido en las próximas elecciones presidenciales. Pero las rivalidades entre los diferentes clanes del partido bolivariano podrían despertarse, mientras tanto la oposición de derecha, que sueña con la revancha, buscará también sacar provecho de la desaparición del que ha sido su bestia negra durante catorce años.

     Queda una cuestión para  el pueblo venezolano: si bien la política social del líder “bolivariano” ha mejorado la situación de al menos una parte de él, su destino ¿debería todavía depender de la llegada o no de un salvador, o bien los trabajadores, los pobres de este país deberán encontrar los medios para imponer ellos mismos sus exigencias a la burguesía y al imperialismo?

 de Jacques FONTENOY

 Autor: Lutte Ouvrière

Traducido por  F.P.

Tomado de Kaos en la Red