El lunes pasado Pedro Sánchez compareció ante los medios de comunicación para explicar, tras cinco días de reflexión, que no dimitía. Y sin ninguna medida concreta propuso la necesidad de “regenerar” la democracia contra los bulos, la desinformación y el Lawfare.
Esos cinco días fueron el tiempo necesario para movilizar sus apoyos y enfocar las discusiones políticas contra la derecha y su extrema, Vox, evidenciando como usan el aparato de Estado contra él y el “lodazal” en que se ha convertido la política nacional.
Una vez más, tanto el PP como Vox, han ridiculizado la “reflexión” de Sánchez, exponiendo los hechos como una maniobra para “quedarse” y acusarlo de autoritarismo y de iniciar el camino a una dictadura. Pero detrás de toda esta argumentación, tanto de la derecha como de la izquierda parlamentaria, con Sánchez a la cabeza, están los cálculos electoralistas para mantener el bipartidismo o turnismo entre PSOE y PP, para mantener un aparato de Estado, judicial y policial heredero del franquismo y fundamental para la clase dominante española, la oligarquía financiera del Ibex 35 y toda la burguesía.
Fuera de este teatro político de uno y otros sólo está la necesidad de la burguesía española de mantener un arbitraje “equilibrado” en la gestión del poder del Estado y del gobierno, manteniendo lo esencial para el dominio de sus negocios: la propiedad privada de los medios de producción, y un aparato de Estado, jueces, policía y ejército, que elimine cualquier posibilidad de transformación social hacia una sociedad en manos de los trabajadores, sin explotadores ni explotados. Hay que recordar que tanto PP como PSOE han sido las muletas del capitalismo español en los turnos de gobierno.
¿Regenerar la democracia?
La intervención de la derecha y la extrema derecha a través de bulos, mentiras e injurias a través de los medios de comunicación, contra la izquierda en general, ha sido algo cotidiano sobre todo desde la crisis de 2008 y el gobierno de Rajoy. Esto no quiere decir que no se utilizara antes; incluso con los gobiernos socialistas de Felipe González se utilizó todo el aparato judicial y policial para los crímenes de los GAL en la guerra sucia contra ETA.
Ahora un Sánchez compungido llama a la regeneración democrática por los ataques de la “caverna” a su familia. Un acoso, es verdad, que dura más de 10 años y que se inicia desde 2014, prácticamente desde su elección como secretario general del PSOE. El 26 de abril “El País” publicó las conversaciones grabadas entre el secretario de Estado de Seguridad del Gobierno de Mariano Rajoy y el comisario Villarejo, en las que se planeaba una operación para intentar hundir al nuevo secretario general por los negocios de la familia de su mujer.
Pero este acoso lo han recibido otros miembros de partidos de la izquierda, como la cacería mediático-judicial contra Pablo Iglesias, Irene Montero, Mónica Oltra… y tantos otros, como los jóvenes de Altsasu, los seis de Zaragoza o Pablo Hasél, en la cárcel. La misma Sala judicial que ha admitido a trámite la querella del seudo sindicato ultraderechista “Manos limpias” condenó al diputado de Unidas Podemos, Alberto Rodríguez, por una supuesta patada a un policía basándose exclusivamente en el testimonio del agente que recibió la agresión. Ahora Sánchez y los socialistas salen a la palestra a combatir el ataque a la familia del presidente. Un poco tarde, ¿no?
El aparato de Estado, los jueces y el llamado régimen del 78
Sánchez habla de “regeneración democrática”, pero cualquier regeneración real es imposible sin destruir el Estado capitalista para crear un poder obrero donde las y los trabajadores tengan el poder, decidiendo democráticamente la gestión y planificación de la sociedad. Y no solo habría que cambiar la jefatura del Estado por una república, sino eliminar de raíz aquello que determina ineludiblemente el carácter opresivo del Estado capitalista: la propiedad privada de los medios de producción; y por supuesto, la judicatura, la policía y el ejército.
Espectáculos como el del pasado noviembre, en el que los jueces salieron a la calle, enfundados en sus togas, para protestar por el acuerdo de investidura por la amnistía, muestran la parcialidad de una parte importante de los mismos; la imparcialidad, el corporativismo y la derechización de la judicatura es descarada. Este hecho supuso un baño de realidad para los que aún creen en la función que deben cumplir los jueces y en la división de poderes. Los jueces, como todo funcionario de un Estado verdaderamente democrático, deben de ser revocables y elegidos por la sociedad. Es la única manera, si acabamos con el poder de los capitalistas, de poder democratizar la sociedad.
La experiencia revolucionaria de la Comuna de París mostró el Estado obrero que es el único posible para una verdadera democracia política y de toda la sociedad. Marx escribió sobre la Comuna: “La Comuna estaba formada por los consejeros municipales elegidos por sufragio universal en los diversos distritos de la ciudad. Eran responsables y revocables en todo momento. (…) La Comuna no había de ser un organismo parlamentario, sino una corporación de trabajo, ejecutiva y legislativa al mismo tiempo. En vez de continuar siendo un instrumento del Gobierno central, la policía fue despojada inmediatamente de sus atributos políticos y convertida en instrumento de la Comuna, responsable ante ella y revocable en todo momento. Lo mismo se hizo con los funcionarios de las demás ramas de la Administración. Desde los miembros de la Comuna para abajo, todos los que desempeñaban cargos públicos debían desempeñarlos con salarios de obreros. (…) Los funcionarios judiciales debían perder aquella fingida independencia que sólo había servido para disfrazar su abyecta sumisión a los sucesivos gobiernos, ante los cuales iban prestando y violando sucesivamente el juramento de fidelidad. Igual que los demás funcionarios públicos, los magistrados y los jueces habían de ser funcionarios electos, responsables y revocables”.
Este es nuestro modelo, el único que puede granizar una verdadera democracia. Si se piensan que, cambiando el llamado Régimen del 78, democratizando lo que existe o cambiando el gobierno del poder judicial, -con leyes que protejan del lawfare, o medidas más radicales sobre el papel como la eliminación de la monarquía-, se podría avanzar a más democracia, solo serían ilusiones pasajeras si no se ataca la raíz que determina directamente al Estado: el poder económico de la oligarquía capitalista, que son los que realmente gobiernan y llenan de corrupción la política.
Por ello las medidas que habría que implementar están históricamente realizadas por primera vez en la Comuna de París, que Marx analizó. La única forma de regenerar la política y construir una verdadera democracia es la destrucción del Estado capitalista. Si no decimos esto, la clase trabajadora será una vez más engañada.
Por otra parte, a nadie le puede extrañar que el deterioro de la situación social haya debilitado el apoyo popular al Gobierno y dé alas a la reacción. Las políticas de Sánchez y Díaz no engañan ya a nadie, sólo los mantiene electoralmente el miedo a la derecha, lo menos malo. Incumpliendo sistemáticamente casi todas sus promesas, y el retroceso que vive a nivel laboral la clase trabajadora, no es la manera de “regenerar” la democracia.
Combatir a las derechas es defender el mundo del trabajo, luchar por una sanidad y servicios públicos dignos. Las maniobras electoralistas, los golpes de efecto, en el mejor de los casos, tan sólo retrasa su llegada. Solo la lucha obrera y de las clases populares, la solidaridad obrera y la generalización de las movilizaciones frenarán los ataques de la burguesía con un programa obrero que obligue a los capitalistas a pagar sus crisis.