Hace unos meses salió a la luz pública la noticia de una auditoría de la Junta de Andalucía que indicaba las irregularidades de los sindicatos mayoritarios y de la patronal a la hora de justificar las subvenciones que recibieron en 1997 para los cursos de Formación Ocupacional. La patronal recibió 1.500 millones de ptas., UGT 1.565 millones y CCOO 1.446. Esta noticia destapó lo que todo el mundo sabe: que la financiación de los sindicatos proviene del Estado y que cada año los liberados y las subvenciones atan al Estado e integran a estas organizaciones, convirtiéndose la burocracia sindical en apéndices de la administración que viven a costa del Estado y del gobierno de turno. Esta burocracia forma la estructura de las federaciones y de los sindicatos en todos sus ámbitos. Pero en las grandes empresas son los comités que se eligen cada cuatro años, los que mantienen el ligazón directo con los trabajadores.
Entre el resto de los trabajadores, la mayoría, que tienen que trabajar en condiciones de precariedad y de debilidad, no existe prácticamente organización sindical. Pues es difícil poder utilizar la protección legal de los sindicatos cuando tienes que renunciar para trabajar a representación sindical o tienes que trabajar en precario en una subcontrata. La política de pactos ha contribuido a esta desprotección y desunión obrera. Por eso la burocracia sindical se nutre de las empresas públicas y de las empresas estables, fortaleciendo la creencia de que son islas donde los trabajadores deben estar agradecidos por sus condiciones de trabajo y comparándolas siempre con la situación exterior y cuando la empresa la cierran negocian a la baja, como en Santana, y presentan como un logro de la negociación un buen despido que incluso lo cobran. En esas condiciones de salarios mejores y de condiciones, en los niveles poco combativos en los que estamos, se apoyan las burocracias sindicales, de las que CCOO es una de ellas.
Sin embargo si podemos decir que existen organizaciones obreras constituidas por trabajadores, éstas son los sindicatos. La patronal, el Estado, necesita de interlocutores válidos que permitan integrar los conflictos que se dan en las empresas y sobre todo en aquellas empresas que agrupan y centralizan a cientos, a miles de trabajadores y que son estratégicas para la producción. Por eso la burocracia dirigente de CCOO guarda todavía una relación estrecha con los trabajadores en las empresas, a través de los comités, y mantiene un cierto peso que le permite influir en el estado de los trabajadores. A su vez éstos pueden influir presionando al sindicato en algunos casos. Dentro de las empresas CCOO suele ser el reducto de los trabajadores más combativos respecto a UGT, siempre más moderada y cuando en Comisiones se entra en contradicción con la dirección se termina con la expulsión, la creación de otras plataformas sindicales o integrándose en otros sindicatos minoritarios, como fueron los casos de Tabacalera de Cádiz o la Seat de Barcelona.
CCOO intenta aparecer ante los trabajadores de las empresas, cuando hay grupos más combativos, como el sindicato serio que agota al máximo las vías con la empresa para mejorar las condiciones de trabajo, que no “quema” a los trabajadores en huelgas sin ton ni son, y que realiza las presiones acordes a los resultados que se consiguen, y como se decía en un panfleto ante la convocatoria de huelga de un sindicato minoritario en una empresa sevillana: “Todos los trabajadores tenemos que decidir cual es el sindicalismo más apropiado a nuestra realidad, podemos optar por la gestión y solución de los problemas con el menor coste posible para nuestros intereses, o por el contrario por el infantilismo sindical, instalado en la rabieta continua y creando una acción sindical de cuentos de hadas.” El problema es que los trabajadores nunca deciden en asambleas, ni en reuniones amplias, que las asambleas se hacen para refrendar los acuerdos ya tomados, y que el menor coste posible significa en la práctica que la “gestión” la realiza el comité y los liberados sindicales de turno, para que los trabajadores no se muevan, porque “cuesta mucho llevarlos a una asamblea”. Naturalmente se van a mover menos si no se realiza una práctica en este sentido.
Pero lo que fundamentalmente no existe en CCOO, ni en las empresas, además de los métodos de democracia obrera que hemos descrito, es la militancia política que aporte soluciones a los problemas de los trabajadores. Es decir, si en una empresa se lucha contra la precariedad laboral que la empresa intenta introducir a base de la contratación temporal, se enfoca exigiendo la conversión en fijos de los contratos y oponiéndose a los despidos cuando finalizan estos contratos, estamos realizando una acción sindical básica de defensa de todos los trabajadores. Sería una respuesta de clase a un problema propio de la empresa. Pero si bien es verdad que, a veces, hay trabajadores combativos que se lanza a esta batalla, con más o menos acierto, con más o menos resultados, no existen los militantes en las empresas que perciban que su problema es general, de todos los trabajadores, que esa política de precariedad que lleva a cabo su patronal es la política general contra los trabajadores que llevan a cabo el Estado y la patronal. Por eso cuando existen esos problemas en cada empresa es necesario generalizarlos para tratar llegar a la unidad máxima de los trabajadores, defendiendo la misma propuesta en el resto de las empresas y en todas las instituciones del Estado. Cuando sólo defendemos propuestas en el ámbito reducido de una empresa, estamos luchando parcialmente. Cuando los problemas obreros los defendemos y luchamos en todas las empresas y en toda la sociedad estamos convirtiendo la reivindicación de empresa en reivindicación política para todos los trabajadores. El sindicalismo de clase es nuestra defensa, la lucha política es nuestra solución.
CCOO nació como expresión de lucha de los propios trabajadores, como la unidad necesaria ante la patronal y el franquismo. Su lucha tuvo un contenido político contra la dictadura y la patronal que fue diluyéndose en la medida que la política del Partido Comunista encontraba el reconocimiento del Estado y pactaba con los gobiernos de turno. Al final la falta de un programa obrero, que realmente nunca tuvo CCOO, que uniera políticamente a los trabajadores e imponga al Estado y sus gobiernos y a la patronal sus reivindicaciones, ha convertido a los sindicatos en estructuras sumisas al capital. Por eso hace falta convertir las reivindicaciones de empresa en reivindicaciones políticas que impliquen a toda la sociedad. Y éste es nuestro trabajo: defender un programa de reivindicaciones obreras en las empresas y en toda la sociedad, que extienda los problemas a todos los trabajadores para unir las luchas e impedir que queden aisladas, imponiéndolas al gobierno y a la patronal.
25 años de la constitución en sindicato de CCOO, noviembre de 2001