La Comisión Europea ha propuesto un plan de rearme europeo de 800.000 millones de euros; su presidenta habló de tiempos “peligrosos”, que nuestra seguridad se ve “amenazada” para concluir que Europa aumentará “masivamente” el presupuesto en Defensa. Bajo la excusa del repliegue americano, todos los dirigentes europeos apelan al sacrificio de la población trabajadora, para financiar la guerra ahora, y mañana quizás para hacerla.
Sánchez y su gobierno de “progreso” desvelan la traición al pueblo trabajador para aumentar las ganancias de los multimillonarios y sus empresas: ya se ha comprometido a elevar el presupuesto en Defensa al 2% del PIB. Según fuentes de la cadena SER, 36.000 millones de euros tendrá que poner España. Supone, lo vistan como lo vistan, un gasto supletorio que inevitablemente va a recortar presupuestos de los servicios públicos esenciales, aumentará la deuda con los bancos y la especulación financiera y subirá la inflación con una ganancia supletoria para las rentas del capital.
En un país como España, con el deterioro de la vivienda, sanidad, educación pública, pensiones, transportes, correos y en general de todos los servicios públicos el gasto militar va a suponer acelerar su ya avanzada privatización y por consiguiente, aumentará la precariedad laboral.
Esta política no es sólo europea, es internacional, es la estrategia de un capitalismo que necesita ganar dinero a costa de la población trabajadora, como el vampiro necesita la sangre. Y el rearme militar es la forma de garantizar las mejores condiciones para la apropiación de los beneficios mundiales, al capital europeo en su competencia con el resto de capitales. A través del poder militar y de la disuasión que lo acompaña es como la actual Unión Europea puede ofrecer a las empresas europeas el acceso a recursos estratégicos, tecnologías más avanzadas, rutas de transporte más baratas o mercados. Además, el esfuerzo bélico puede reactivar la economía y permitir adquirir tecnologías que mejoren la productividad, y con ella la competitividad de las mercancías y la explotación (aumento de la tasa de plusvalía) de la fuerza de trabajo europea.
La invasión rusa de Ucrania, el miedo a Putin, no es más que la tapadera y el engaño que utilizan para mantener los beneficios de las grandes empresas de armamento y todo el sector industrial que lleva aparejado. Así mientras los oligarcas rusos, y los multimillonarios norteamericanos, liderados por Putin y Trump respectivamente, se reparten las riquezas de Ucrania, los capitalistas de la Unión Europea buscan rearmarse para imponer sus intereses. Esto no es más que luchas entre los imperialistas.
Los trabajadores no tienen por qué elegir entre Putin o Trump. Verdaderamente Putin como la Unión Europea o Trump representan los intereses de sus capitalistas para repartirse, ahora Ucrania, mañana otra región del mundo. Tampoco Trump quiere “salvar la democracia”, esto es una guerra comercial dónde todos quieren su parte, sobre todo las ya famosas tierras raras, y las riquezas de ese país.
Como escribió Trotsky: “son las peleas de los grupos capitalistas por los mercados extranjeros y las áreas coloniales explotables, el imperialismo, la diplomacia secreta y la rivalidad armamentística promovida por los fabricantes de municiones los que provocaron la guerra” ¡Esto no ha cambiado! Bajo el paraguas de la “seguridad” quieren imponernos nuevos sacrificios y la clase trabajadora debe rechazarlos. La alternativa será: o morir por los beneficios empresariales o luchar contra el sistema económico que nos aboca a ello.
Podemos, ahora, dice que está en contra de elevar el gasto militar, después de haber sido parte del gobierno hace dos años, cuándo el presupuesto militar tuvo el mayor aumento de la historia. Sumar, por su parte, hace malabarismos para que no se note desde primera hora que van a apoyar lo que diga Pedro Sánchez. Por todo esto, los trabajadores solo pueden confiar en sus propias fuerzas, y en la movilización y la lucha obrera.