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¿Necesitamos a los millonarios?

¿Son los millonarios los que “pagan” las grandes inversiones tecnológicas? ¿Por eso se merecen ganar tanto?

Por suerte, no tenemos que ir muy lejos para encontrar respuestas. Casi todos los productos inteligentes que hoy manejamos nacieron de inversiones muy ambiciosas (rara vez por “emprendedores” o capitales privados), auténticas “misiones” durante varias décadas y que buscaban conectar la ciencia a problemas concretos.

Internet es un ejemplo, que nació de la necesidad de los científicos de que varios ordenadores pudieran conectarse a la misma red en los años 60. La solución fue crear Arpanet, financiada por el Departamento de defensa estadounidense. El GPS es otro ejemplo, que no nació para usar Google Maps, sino en la guerra fría cuando los satélites estadounidenses competían contra los soviéticos.

Lo mismo hemos visto con las vacunas del COVID, que para quien no lo sepa, han recibido más del doble de financiación pública (unos 7.800 millones) que privada, aunque los beneficios se los queda la industria farmacéutica.

¿Cuál es la forma correcta de compartir las recompensas que resultan de esta colaboración? Elon Musk ha recibido 3.700 miles de millones de dólares en subsidios públicos solo para SpaceX, contratada por la NASA. ¡Quien crea que los cohetes sale de su bolsillo ha confiado demasiado en su narrativa de éxito empresarial!

Así que todos estos millonarios chupópteros se lucran de tecnologías descubiertas socialmente. ¡Lo que necesitamos es deshacernos de ellos!