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La traición de los partidos obreros facilitó la llegada de Hitler al poder

A finales de enero de 1933, Hitler fue nombrado Canciller por el Presidente de la República Alemana, el Mariscal de Campo Hindenburg, mientras en las calles crecía el terror nazi. La crisis de 1929 había golpeado duramente a la economía alemana, provocando seis millones de parados y arruinando a una parte de la pequeña burguesía. Ante la falta de perspectivas reales de los partidos socialdemócratas para combatir la crisis, muchos abrazaron las promesas del nazismo y éste creció.

El partido obrero socialdemócrata negó el apoyo a la clase trabajadora que con su fuerza y determinación habría combatido el nazismo y en su lugar la llamó a apoyar a la burguesía dirigente como salida contra el peligro nazi. Esa burguesía dominante elevó a Hitler al poder y, un mes después, Hitler lanzó una terrible ofensiva contra las organizaciones obreras, muchos militantes fueron torturados y asesinados.

Toda la historia de Alemania desde 1918 hasta 1933 había sido una historia de oportunidades revolucionarias perdidas.