Desde el 19 de enero, los trabajadores franceses han estado protestando por la «reforma» de la jubilación. Millones de trabajadores ferroviarios, enfermeras, profesores, estudiantes, jóvenes y mayores, han seguido las huelgas y las manifestaciones. Las huelgas se han extendido a las refinerías y otros sectores. El gobierno ha amenazado con despedir a los trabajadores de la recogida de basuras y limpieza pública de París que hacen huelga.
Macron, el presidente que ha impulsado esta “reforma”, dice pretender “salvar” las pensiones aumentando la edad para tener una pensión de 62 a 64 años. Teniendo en cuenta que hay que cotizar 43 años se entiende la cólera de la clase trabajadora francesa. Ha aprobado la reforma por decreto, dice que faltan 10.000 millones de euros para mantener a los jubilados, pero todos saben que es una mentira, cuando, -al igual que ocurre en todo el planeta-, las grandes empresas en Francia obtuvieron 80.000 millones el año pasado de beneficios.
La “reforma” es un ataque a los trabajadores en toda regla e indican que los capitalistas quieren utilizar beneficios extras para sus negocios y los miles de millones de las cotizaciones son un botín apetitoso.
Pero, también expresa la incapacidad de esta sociedad de mantener los niveles de vida conquistados por el movimiento obrero porque está basada en la explotación del trabajo, para enriquecimiento de unos pocos. Al igual que en nuestro país se privatizan servicios públicos -como la sanidad- para negocios privados, el capitalismo está mostrando que, tras sus crisis, solo hay explotación de la clase trabajadora.
La mayor solidaridad con nuestros hermanos de clase en Francia, es utilizar sus mismas armas. Las huelgas y protestas en la calle, son la única salida que tenemos para mostrar que la clase trabajadora es la inmensa mayoría de la sociedad y poder frenar a esa minoría de grandes empresarios y sus políticos que no dudan en machacar las condiciones de vida de la sociedad, para mantener sus ganancias.