La guerra contra Ucrania ha cumplido ya 11 días entre acusaciones cruzadas de no respetar el alto el fuego humanitario. Ciudades bombardeadas, familias refugiadas en albergues y estaciones de metro, o en las carreteras huyendo de los combates… La intervención militar decidida por Putin ha sumido a Ucrania en el horror de la guerra y la desinformación es tanta que no nos atrevemos a dar cifras de muertos y heridos.
La OTAN no es mejor para los pueblos que Putin. Ambos representan los intereses de sus grupos capitalistas. EEUU quiere un pie en la zona, pero también espera que, debilitando a Rusia, sus empresas puedan acceder en un futuro a la enorme gasolinera que es Rusia (por usar las mismas palabras que Borrell) y controlar sus recursos. Esta guerra no es por Ucrania, para mejorar su suerte, sino que es una lucha por el control de una zona rica y estratégica, por sus riquezas agrícolas, minerales, acero y carbón, por no hablar de los gaseoductos que atraviesan Ucrania con gas ruso.
Para oponernos a un futuro que se compone inevitablemente de crisis cada vez más graves y de guerras cada vez más generalizadas debemos negarnos a ponernos en las manos de los imperialistas y sus gobiernos. El capitalismo lleva a la guerra en sus entrañas y la única manera de acabar con ellas es que los trabajadores luchen por sus propios intereses.
