El caso Errejón ha sacudido a toda la izquierda parlamentaria; no es para menos pues de la supuesta izquierda que iba «a cambiar todo» se esperaba algo más. Especialmente cuando han hecho del feminismo una de sus señas de identidad.
Errejón es el ejemplo perfecto del oportunista: un político que abusa de su posición y poder para su gozo personal, en este caso de una forma totalmente deleznable como indican los testimonios que han salido a la luz.
Aunque nadie está libre de tener un indeseable entre sus filas, el hecho de que se haya mantenido en el tiempo es consecuencia de ser una izquierda reformista que ha construido partidos formados por cúpulas electorales con «picos de oro», pero no son verdaderos partidos de trabajadores probados en los luchas, militantes activos y responsables de sus actos sin ningún tipo de inmunidad, con dirigentes verdaderamente elegido entre los compañeros, revocables en cualquier momento, sin ningún tipo de privilegio y que mantenga un salario acorde a lo que cobra un trabajador medio, que critique de raíz y quiera poner fin a la sociedad capitalista con todas sus opresiones, incluido el machismo.
Además partidos como Más Madrid, Podemos, Sumar , «La izquierda cuqui» han tendido a estudiar las opresiones de forma aislada, como la de la mujer, separadas de las demás, como si pudieran lograrse una sociedad igualitaria en el capitalismo. De esta manera han rebajado el discurso y la conciencia de clase.
Necesitamos un partido revolucionario de trabajadores para barrer toda la podredumbre, barrer todos los «errejones» que utilizan la política para su propio ego y satisfacción y no para acabar con la tiranía del capitalismo y todas sus lacras.