La subida electoral de la extrema derecha mundial, expresión de la crisis económica y social del capital y de las políticas de la izquierda reformista.
El auge de la extrema derecha en todo el mundo requiere el estudio de este fenómeno político, que va más allá del éxito electoral que hayan obtenido Trump, Milei, Le Pen, Abascal o Alvise… y sus respectivas agrupaciones políticas. Esta subida electoral es solo la punta del iceberg de una situación social que se deteriora por momentos.
El auge de los movimientos de extrema derecha en el mundo de hoy es el exponente de la crisis económica y social del sistema capitalista actual. La incapacidad de éste, teniendo los sistemas tecnológicos y científicos más potentes de la historia de la humanidad, de mantener la economía productiva, el deterioro de los servicios públicos, su privatización y de resolver la miseria y la pobreza mundial, evidencia la obsolescencia del actual sistema social y político.
La incompetencia política en la gestión de los recursos públicos es uno de los rasgos característicos del poder del Estado en una sociedad organizada para el lucro y beneficio del capital. En nuestro país, la situación catastrófica en Valencia a raíz de la DANA, con más de 200 muertos, es una prueba más de un capitalismo senil en bancarrota.
La subida electoral y la toma de las jefaturas del Estado por la extrema derecha, financiada por la gran burguesía, Elon Musk, Jeff Bezos o Bernard Arnault entre otros, muestra la estrategia de ésta para sostener el capitalismo en crisis.
En 1929 la crisis y la oleada revolucionaria abierta con la Revolución rusa de 1917 provocó una reacción de la burguesía mundial contra el proletariado revolucionario en lucha y, como consecuencia, financiaron la creación de los movimientos fascistas. La revolución española y el terror franquista a partir de 1936 fueron prueba de ello.
Sin embargo, hoy nos encontramos con un retroceso del movimiento obrero y de las ideas de emancipación social; al contrario de la época de entreguerras, no hay amenaza revolucionaria, es más, el ciclo abierto por la revolución rusa de 1917 se cerró con el estalinismo y la desaparición de la URSS.
Sin embargo, la gran burguesía en la actualidad necesita seguir explotando la fuerza de trabajo en medio de la crisis del sistema agravada en 2008 y para ello tiene que aplastar políticamente y desde los órganos de gobierno del Estado, a la clase trabajadora. Más si cabe, cuando la llamada izquierda y sus gobiernos autodenominados «progresistas» decepcionan a la clase obrera llevando, gobierno tras gobierno, políticas en favor de los capitalistas e imperialistas. Esta izquierda se ha convertido en el ala “progresista” de la burguesía llevando al desánimo y a la decepción a millones de personas trabajadoras que, junto al desarme ideológico y moral que supone el abandono del socialismo y comunismo, ha propiciado la subida de la extrema derecha en el mundo.
Crisis mundial del capitalismo: un puñado de mega ricos en un polo, cientos de millones de pobres en el otro
Es una evidencia empírica que 2008 fue el año de la crisis que marcó el fin de la expansión del capitalismo mundial en lo que se llamó mundialización o globalización capitalista. A partir de ahí la recesión económica se hizo global y produjo el aumento del desempleo, precariedad y deterioro generalizado de la sociedad. Entonces se llevó a cabo una política de privatización y deterioro de todos los servicios públicos que benefició a las grandes aseguradoras, bancos y empresas en una vorágine de subcontrataciones, externalizaciones y redes que se extendían mundialmente. A su vez la flexibilización de las relaciones laborales, eliminación de trabas para despedir, contrataciones a la carta fueron precarizando cada vez más las condiciones de trabajo y todo esto añadiendo las nuevas tecnologías que permitían estas condiciones sin costo para el capital.
La “motosierra” de Milei es un ejemplo extremo de la política de la burguesía contra el proletariado. Esta “motosierra” no es más que el aplastamiento de cualquier mejora, servicio público, o condiciones salariales de amplias capas de la clase trabajadora. Es la política general de la burguesía contra la clase trabajadora. La lucha de clases en estado puro.
Esta lucha de clases se muestra también a través de la situación terrible de los países pobres de África, explotados y sometidos por el saqueo de sus materias primas de las grandes multinacionales, apoyadas por los ejércitos de los países imperialistas. La competencia entre las burguesías para controlar zonas estratégicas del planeta provoca guerras, como en Ucrania, Palestina, crisis migratorias, hambre y miseria. A este problema se le añade el deterioro climático, la precariedad laboral en los países capitalistas, el deterioro y privatización de los servicios públicos. En definitiva, es el caos económico del capitalismo que mantiene su ciclo de acumulación para la obtención de beneficios de una burguesía financiera e industrial que domina el mundo.
Los 50 capitalistas más ricos del mundo forman una oligarquía que tienen tanta riqueza como los 4.000 millones más pobres del mundo (Jeffrey Winters, Oligarquía, citado en BBC news). Oxfam Internacional publicó en 2023 que “el 1% más rico acumula casi el doble de riqueza que el resto de la población mundial en estos dos últimos años”.
Ante estos problemas que evidencian una crisis social mundial galopante, la extrema derecha propone una vuelta al autoritarismo, la violencia contra los más pobres, las mujeres y migrantes, el racismo y xenofobia, la guerra, la desaparición de los servicios públicos…
Cuando el cuadro eléctrico de la democracia capitalista empieza a chisporrotear
Vivimos en una sociedad dividida en clases sociales. En la cúspide del capitalismo la oligarquía burguesa, los Elon Musk, Amancio Ortega etc., necesitan, para mantener sus riquezas tener o encontrar el apoyo de parte de la sociedad. Este apoyo político lo consiguen a través de los partidos políticos afines, y son financiados por ellos.
Ganar a parte de la sociedad necesita de una mentalidad, cultura y relaciones sociales que avalen ese dominio. Por ello la democracia burguesa es la mejor forma de dominio pues mantiene la paz social sin excesivos cortocircuitos sociales y consigue realizar tanto mejor su obra, cuanto más apoyada está por las clases medias, la pequeña burguesía. Se trata de aumentar la importancia de esta última en la política y disminuir el nivel de movilización de la clase obrera.
Así pues, para dominar con la aceptación mayoritaria de la sociedad, la burguesía necesita que la sociedad acepte el juego electoral. En la sociedad actual la burguesía domina en general, a través de dos grandes partidos. Y como hemos visto actualmente en EEUU estas fracciones de la burguesía son el partido republicano y el demócrata. En nuestro país son PP y PSOE.
Trotsky explica el mecanismo de dominación de la burguesía capitalista haciendo hablar a la propia burguesía: “Mientras – yo la burguesía- posea las tierras, los talleres, las fábricas, los bancos, la prensa, las escuelas, las universidades; mientras tenga —pues es lo esencial— el ejército, el mecanismo de la democracia, sea el que fuere el modo como se le maneje, seguirá a mi voluntad. (…) Seduciré, engañaré e intimidaré a las capas más privilegiadas y a las más atrasadas del proletariado. Mientras los instrumentos de opresión e intimidación continúen en mis manos, la coordinación de todas estas medidas no permitirá que la vanguardia de la clase obrera ilumine la conciencia del mayor número”. Esta es la función de la democracia burguesa: engañar y manipular a través de sus representantes políticos. En el siglo XIX, Paul Lafargue escribía en “El Socialdemócrata” (ruso): “El parlamentarismo es un sistema gubernamental que da al pueblo la ilusión de que rige por sí mismo los destinos del país…”
La decadencia del sistema capitalista, su incurable crisis, su descomposición, forman la base histórica del antagonismo. La analogía que hace Trotsky con el cuadro eléctrico de un edificio muestra a las claras las causas y las medidas autoritarias que la burguesía utiliza para mantener su poder político y económico. En sus escritos sobre el fascismo explica “la democracia como un sistema de interruptores y de plomos contra las corrientes, demasiado fuertes, de la lucha nacional o social.
Ninguna otra época de la historia, ni siquiera de lejos, ha estado tan cargada de antagonismos como la nuestra. La corriente sobrecargada se manifiesta cada vez con más frecuencia en los diferentes puntos de la red europea. Bajo la presión demasiado elevada de los antagonismos sociales e internacionales, los plomos se funden o saltan. Tal es la naturaleza de los cortacircuitos de la dictadura.»
¿Por qué sube la extrema derecha en el mundo?
La subida de la extrema derecha en la actualidad, al igual que en otros periodos históricos de nuestra época, como el triunfo de los fascismos en los años treinta, es el resultado del retroceso de las movilizaciones de las clases populares y trabajadoras que comienzan a decaer pasado un periodo de auge. Este retroceso viene dado por el fracaso, la represión y la decepción, que conllevan si las fuerzas que traen el progreso social no triunfan o mantienen una política pro burguesa.
El ciclo de luchas sociales, económicas y políticas comienza tras una crisis económica y social. Entonces las movilizaciones contra la precariedad, los problemas laborales, el desempleo…, comienzan a desarrollarse masivamente. En los años treinta, tras el periodo revolucionario abierto por la revolución rusa de 1917, la crisis de 1929 abre el paso a movilizaciones obreras, desde EEUU, hasta Alemania, abriendo posibilidades revolucionarias como la guerra civil española de 1936.
El fracaso de estas movilizaciones y de los estallidos revolucio-narios, la falta de una dirección revolucionaria, la traición del estalinismo, la colaboración de clases, el frentepopulismo acabó con el ciclo alcista de movilizaciones. Su fracaso abrió la puerta a la extrema derecha y a los fascismos que organizaron un movimiento de masas basado en la pequeña burguesía, elementos desclasados y en la desesperación de capas de la sociedad golpeadas por la crisis.
Trotsky analizó el triunfo del fascismo en los años treinta como “el triunfo del partido de la desesperación” que “sólo fue posible gracias a que el socialismo, el partido de la esperanza, fue incapaz de tomar el poder. La clase obrera alemana es lo suficientemente numerosa y civilizada como para hacerlo, pero los dirigentes partidarios aparecieron como incompetentes”. Hoy, 82 años después de la subida de Hitler al poder, la extrema derecha también se ha convertido en el partido de la “desesperación”, porque los partidos de la esperanza de la clase trabajadora han sucumbido al oportunismo y electoralismo de la burguesía.
Trotsky resume magistralmente estos ciclos de lucha y ascenso del fascismo que siguen explicando hoy el ascenso de la extrema derecha: “Tanto el análisis teórico como la rica experiencia histórica del último cuarto de siglo demostraron con igual fuerza que el fascismo es en cada oportunidad el eslabón final de un ciclo político específico que se compone de lo siguiente: la crisis más grave de la sociedad capitalista; el aumento de la radicalización de la clase obrera; el aumento de la simpatía hacia la clase trabajadora y un anhelo de cambio de parte de la pequeña burguesía urbana y rural; la extrema confusión de la gran burguesía; sus cobardes y traicioneras maniobras tendientes a evitar el clímax revolucionario; el agotamiento del proletariado; confusión e indiferencia crecientes; el agravamiento de la crisis social; la desesperación de la pequeña burguesía, su anhelo de cambio; la neurosis colectiva de la pequeña burguesía, su rapidez para creer en milagros; su disposición para las medidas violentas; el aumento de la hostilidad hacia el proletariado que ha defraudado sus expectativas. Estas son las premisas para la formación de un partido fascista y su victoria.”
En la actualidad y salvando la distancia histórica, este ciclo se abre con la crisis de 2008 y la respuesta social de las movilizaciones, tanto de la clase obrera, la juventud y clases populares empobrecidas por la crisis provocada por banqueros y capitalistas. Ha pasado por momentos de ilusiones de la clase trabajadora y los sectores populares en la izquierda reformista, es decir la socialdemocracia y las formaciones primero de los partidos comunistas, después de las agrupaciones alrededor de él y finalmente con la pérdida de la brújula de la izquierda y sus objetivos de lucha contra el capitalismo y por el socialismo.
La ola de indignación popular que siguió a la crisis de 2008 se extendió por el mundo entero y determinó movilizaciones y creación de movimientos como Occupy Wall Street en EEUU o el 15M aquí, Jeremy Corbyn, en Gran Bretaña, Bernie Sanders en EEUU. Pero eran reformistas a fondo y condujeron al desencanto a millones de personas y esto es un factor fundamental que ha propiciado la victoria de Trump.
El progreso de la extrema derecha navega sobre la decepción y frustración de las ilusiones en los cambios de la izquierda reformista.
El agotamiento del proletariado en las luchas conlleva desilusión por los resultados del gobierno de “progreso”, ataques de la derecha y ultraderecha con bulos, lawfare, extensión de la confusión e indiferencia crecientes.
Aparece el agravamiento de la crisis social para sectores de la clase trabajadora y de la pequeña burguesía y en general la economía se estanca; entonces aparece la desesperación de la pequeña burguesía, su anhelo de cambio; los bulos y la propaganda de la extrema derecha desarrolla la neurosis colectiva de la pequeña burguesía con la angustia y la ansiedad por una situación sin salida.
En esta situación la proliferación en las redes sociales de la propaganda de la extrema derecha cae en el terreno abonado de la decepción generalizada y por el papel de los politiqueros tradicionales.
De la misma forma que la radio en los años treinta aupó los bulos nazis, los discursos de Queipo o de Mussolini, hoy las redes cumplen ese papel. Como ejemplo está el acoso a periodistas críticos como Antonio Maestre de pseudo periodistas como Vito Quiles pagados por las fuerzas de la derecha, para viralizar las situaciones en las redes. Esto conlleva la creencia en líderes milagreros o excéntricos tipo Milei. Así se desarrolla su disposición para las medidas violentas, que preparan cara al futuro y como ejemplo fueron las manifestaciones de este último verano contra Pedro Sánchez.
Finalmente la política de la extrema derecha culpando a emigrantes, ocupas o sectores más débiles del proletariado hace posible el enfrentamiento entre sectores de la clase trabajadora y el aumento de la hostilidad hacia sectores empobrecidos y migrantes del proletariado. A ello se le suma la izquierda reformista, que ha defraudado sus expectativas y terminan así el trabajo de la propaganda derechista. Estas son buena parte del crecimiento y formación de la extrema derecha.
La vieja derecha reaparece, con sus banderas, su patria, sus eslóganes de odio, su política antiobrera y su desprecio por los pobres. El progreso de la extrema derecha es fruto de la crisis económica y del descrédito del parlamen-tarismo. Y no lo podrán parar por mucho tiempo los llamamientos al miedo, el “que viene el lobo” porque el descrédito de los políticos y de la izquierda parlamentaria es cada vez mayor. Entre las clases populares, son el resultado de la desesperación, la resignación y el retroceso de la conciencia de clase.
Hacer retroceder a la extrema derecha, ya sea Vox o PP, o por cualquier otro partido, implica que los trabajadores levanten la cabeza y luchen, muestren su fuerza colectiva, y sobre todo cuestionen el poder a los empresarios, jefes y capitalistas que llevan a la sociedad hacia el precipicio.
Hoy, detrás de las maniobras electorales de la derecha, está el descrédito del Partido Socialista que ha acumulado políticas antiobreras, las decepciones provocadas por Podemos/Sumar, cuyas propuestas se limitan a reclamar plazas en el gobierno, sin avanzar medidas radicales en favor de los trabajadores, jubilados y desempleados.
Combatir a la extrema derecha es combatir también … a la izquierda reformista
Los partidos de la izquierda parlamentaria tienen una gran responsabilidad en el ascenso de la extrema derecha. En el gobierno en España, dejaron explotar la precariedad laboral masiva; el deterioro de los servicios públicos, el acceso a la vivienda, ley mordaza…, negaron en la práctica las ideas progresistas que se decían portadores.
Tanto la socialdemocracia, PSOE y similares, cómo las nuevas formaciones tipo Podemos, Sumar, movimientos políticos ecologistas, en Alemania y en Europa en general, el Movimiento 5 Estrellas en Italia, la unidad de la izquierda en Francia, han llevado políticas similares a los gobiernos de derechas. No hubo diferencia, por ejemplo, durante la epidemia de COVID entre las medidas de Emmanuel Macron en Francia, y en España de Pedro Sánchez y sus aliados de Sumar o Podemos en el gobierno, salvando los beneficios de las grandes empresas con medidas tipo ERTES. Tanto más es así cuanto la izquierda en el gobierno aplica una política de austeridad, deterioro y privatización de los servicios públicos que empuja a una parte creciente de la población obrera al paro, a la precariedad y a la pobreza.
Una vez más Lenin nos aclara para nuestra actualidad, lo que es el engaño del reformismo de la “izquierda”. En “Marxismo y Reformismo” a principios del siglo XX describía a todos aquellos que vendían a la clase trabajadora propagando que desde el gobierno se podía mejorar las condiciones de la misma constituyendo esto una forma de engañar a los trabajadores, bajo una apariencia de izquierda; decía que “el reformismo es una manera que la burguesía tiene de engañar a los obreros, que seguirán siendo esclavos asalariados, pese a algunas mejoras aisladas, mientras subsista el dominio del capital.”
El elemento básico que nos distingue a los revolucionarios de todos estos reformistas y oportunistas que venden falsas ilusiones en el black friday del gobierno de “progreso” es precisamente que sólo la movilización y la lucha obrera pueden resolver los problemas del mundo del trabajo. El electoralismo sólo nos lleva a la ciénaga de la impotencia, la desmovilización y a la derrota, ingredientes para la subida de la extrema derecha.
La experiencia de los últimos gobiernos en Europa demuestra que las políticas actuales de la izquierda en los gobiernos, como aquí en España, allanan el camino para el ascenso de la extrema derecha en el futuro. Por eso es crucial que la clase obrera combata a la izquierda reformista para que las víctimas de la crisis social puedan identificarse con ella y vuelquen sus esperanzas en la fuerza de los trabajadores y no en los demagogos fascistas.
Mantener el hilo rojo contra el retroceso de las ideas revolucionarias socialistas y del movimiento obrero
La caída del muro de Berlín y el fin de la URSS, supuso eliminar el freno al capitalismo que supuso el triunfo de la revolución de octubre. Este freno, debido a la burocratización de la sociedad en Rusia, exterminio de los revolucionarios, en suma el estalinismo, terminó con la caída de la URSS. Por otra parte todas las revoluciones anticolonialistas, desde Mao a Fidel en su aislamiento, terminaron por integrarse en el capitalismo.
Esto ha supuesto la disminución y/o desaparición, en la mentalidad de la clase obrera, de la posibilidad de socialismo o comunismo. En general el socialismo “ha fracasado” para la mayoría de la clase trabajadora. Esto supone un retroceso del movimiento obrero.
El desarme ideológico y organizativo del estalinismo, la desaparición del internacionalismo proletario y la colaboración interclasista de la izquierda reformista y estalinista con la burguesía, es decir la integración en el sistema capitalista, lleva aparejado derrotas del proletariado.
Cuando las luchas obreras se aíslan, quedan reducidas a la mera lucha de empresa, hacen que el retroceso del movimiento obrero sea mayor. Sus organizaciones de defensa, como los sindicatos, se convierten en los recursos humanos de la empresa.
A esto hay que añadir que la falta de militancia organizativa revolucionaria de jóvenes y menos jóvenes, en este contexto, agrava más aun la situación. Lo vimos en la catástrofe de la en Valencia. El fracaso del Estado capitalista y la falta de una izquierda revolucionaria y obrera impide tener una posición que frene a la extrema derecha. Mantener las ideas revolucionarias, militar en ese sentido es fundamental para poder recuperar las luchas obreras.
Como explicaba Trotsky respecto al nacimiento del fascismo, el auge de la extrema derecha obedece a la decepción de millones de personas, de la desesperación – el partido de la desesperación- porque los partidos de la esperanza han fracasado. Defender hoy el socialismo y el comunismo revolucionario es vital ya que va a permitir mantener la llama y pasar el testigo de las ideas revolucionarias a las nuevas generaciones y proponer que “la socialización de los medios de producción es la única solución al problema económico en una etapa determinada del desarrollo de la humanidad. La demora en solucionar este problema conduce a la barbarie fascista. Todas las soluciones intermedias emprendidas por la burguesía con ayuda de la pequeña burguesía sufrieron un fracaso miserable y vergonzoso.” (León Trotsky, La Lucha Contra el Fascismo.)