Fue en 1910 que los militantes de la IIª Internacional decidieron organizar cada año, en el mes de marzo, un día internacional de lucha para defender las reivindicaciones propias de las mujeres trabajadoras, ante todo, la igualdad de derechos con los hombres y el derecho al voto. 7 años más tarde, el 8 de marzo de 1917 (23 de febrero según el calendario ruso) 90.000 obreras textiles de Petrogrado se pusieron en huelga abandonando el trabajo. Manifestaciones de obreras se dirigían a la Duma municipal para reclamar pan; fue el preámbulo de la revolución rusa y por ellas en 1920 se fijó el 8 de marzo para reivindicar a la mujer trabajadora.
Hoy en los países ricos las mujeres han conquistado la igualdad formal, la igualdad ante la ley con los mismos derechos que los hombres. Pero en la vida real no hay igualdad: a igual trabajo, los salarios son inferiores al de los hombres, el desempleo y la precariedad golpean primero y más duramente a las mujeres. Y esto solo en la cuestión laboral; en muchas otras cuestiones –como por ejemplo el derecho al aborto- el atraso es evidente. Y estamos hablando de los países ricos, sin mencionar países menos desarrollados u otros dónde la situación de opresión contra la mujer las obliga a esconder sus cuerpos de la cabeza a los pies.
En numerosos países las mujeres son víctimas de violencias sexuales y sexistas, en la calle, en los trabajos, en sus propias casas. En España son ya 15 mujeres muertas como consecuencia de la violencia machista en lo poco que llevamos de año. La emancipación de la mujer, pues, está lejos de conseguirse; es una lucha que lamentablemente sigue siendo de actualidad y en la que queda mucho camino. Por eso, aunque hoy día sea un acto institucionalizado por los poderes públicos, sigue siendo un día propicio para mostrar la solidaridad con todas y todos los que queriendo cambiar el mundo, combaten por la conquista e igualdad real de los derechos de las mujeres. ¡Por el 8 de marzo, por el día internacional de la mujer trabajadora!