Hace escasos días, la empresa Iberdrola, uno de los monopolios del sector energético más influyentes, volvió a demostrar una vez más que los beneficios económicos de los capitalistas son más importantes que el bienestar de la población. Lo decimos por lo sucedido hace unos días con el embalse de Valdecañas.
La empresa Iberdrola acaparó un gran volumen de agua, más de lo permitido para producir energía hidroeléctrica y especular con ella.
Cabe recalcar que un bien esencial y de primera necesidad como es el agua, no puede ser privatizado. El agua tiene que ser un bien común y garantizarse a la población por medio de empresas públicas, que deben de ser quienes se encarguen de su gestión.
Valdecañas y Alcantará no son los únicos pantanos del Tajo que están en manos de Iberdrola desde el año 1956. En pleno franquismo se otorgó a la eléctrica la explotación de los embalses de Azután, Torrejón y Cedillo.
Cómo vemos, el funcionamiento de esta sociedad capitalista carece de toda lógica. ¿Por qué hemos de permitir que una minoría de parásitos monopolice y acumule beneficios privados a costa de especular con un bien esencial como es el agua? Tenemos motivos más que suficientes para poner fin al capitalismo y establecer una sociedad socialista, donde los bienes esenciales para la vida y de primera necesidad como la electricidad y el agua se pongan a disposición de la colectividad gestionados por empresas estatales en manos de los trabajadores.