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Revueltas en Túnez: El capitalismo no tiene salida para la población

Hace diez años los tunecinos lideraron las protestas que encauzaron la Primavera Árabe. Miles de protestas y manifestaciones en numerosos países árabes se sucedieron entre 2010 a 2012.

Mientras una oligarquía formada por ricos empresarios aprovecha las ventajas que el poder político les ofrece, el resto de la población, no solo en Túnez, en numerosos países del mundo, subsisten en condiciones de miseria. Esta situación fue ejemplarizada por Mohamed Bouazizi, vendedor ambulante que, despojado por el gobierno tunecino de su medio de vida y ahorros, se inmoló en diciembre de 2010.

Esas revueltas iniciadas en Túnez llevaron a su presidente Ben Alí a huir del país y propició a Mohamed Ghannouchi a formar un gobierno de “unidad nacional”.

Con todo, la situación de la clase trabajadora en Túnez no mejoró, salvo para los ricos y los empresarios, que seguían disfrutando de las ventajas que ya tenían. Las esperanzas de la población por mejorar sus condiciones de vida se hundieron aún más con la llegada de la pandemia.

Así, una década después, a la lucha de la población por sobrevivir en medio de una profunda crisis económica, se sumó la lucha por sobrevivir a la pandemia en un país que apenas disponía de recursos sanitarios eficientes para la población. La única respuesta que proporcionó el gobierno fue el control y la militarización social.

Con una escalada de casos fuera de control, la población en Túnez ha vuelto a salir a las calles de forma masiva para protestar contra su gobierno por la falta de recursos para combatir la pandemia y de medidas tendentes a ayudar a superar las múltiples dificultades. Gran parte de la población sufre el desempleo, sin embargo, muchos de los que trabajan, desde cafeterías a comercios o empleados del hogar, carecen de seguros sociales. Y a esta situación hay que añadir las ayudas económicas que el gobierno sí destina a algunas empresas.

Este lunes 27 de julio, el actual presidente Kais Saied ha destituido al primer ministro Hichem Mechichia, alegando que es para salvar el país, poniendo en su lugar a otro ministro de su confianza. Dice responder así a algunas de las demandas de la población, que pide cambios ante la nefasta gestión de la actual crisis.

Los opositores consideran esta actuación como un golpe de estado encubierto mientras la población ha salido a las calles a festejar la destitución del primer ministro. Miles de personas se habían manifestado contra el partido gobernante gritando «¡Fuera!» y pidiendo la disolución del parlamento.

Saied ha respondido con la militarización del país para combatir las protestas y el anuncio de la disolución del parlamento. Mientras, la situación para la población no ha cambiado en nada. Las autoridades sanitarias temen la famosa «segunda ola» de contagios. Pero lo que se divisa claramente en el horizonte de Túnez es una crisis social seguramente sin precedentes.

En realidad, en Túnez a la crisis provocada por la inacción de un gobierno preso de los mandatos económicos y de la burguesía adinerada, se le une las luchas por el poder. Las protestas de la población por mejorar su situación son aprovechadas, otra vez, por los mismos oportunistas.

La pandemia está descubriendo los obstáculos que el capitalismo impone a la población trabajadora en Túnez, pero también por todo el mundo. Es palpable que por todas partes los gobiernos y grandes empresas preparan la salida a la crisis mediante ayudas millonarias para las empresas y el sacrificio de cientos de miles de puestos de trabajo. Un ejemplo claro es el caso de Airbus, pero hay muchos más en el sector aeronáutico, o como en el caso de la banca en España con cierres y pérdida de miles de puestos de trabajo mediante prejubilaciones.

Durante este año no solo es Túnez; ha habido revueltas populares y manifestaciones en Cuba, Chile, Colombia… La población trabajadora está viendo como este sistema capitalista destruye empleos y recursos con ayuda de los propios gobiernos para salvar la riqueza de unos pocos.

Esa esperanza por el cambio se tradujo en Túnez con la Primavera Árabe. En muchos otros países, fue el 15M el vehículo usado para manifestar esos mismos deseos de cambio de la población. En ambos casos esas explosiones de descontento fueron aprovechadas por sectores burgueses para alcanzar sus propios intereses. De nuevo el ejemplo aquí en España lo hemos visto con Podemos, cuyo humo de promesas ya se está desvaneciendo.

Por todo ello, hace falta un nuevo estallido social consciente y dirigido por los propios trabajadores, con un programa de lucha común, liderado por un verdadero partido obrero. Sin ese partido, la clase que produce la riqueza en el mundo no tendrá oportunidad de hacer valer sus intereses por encima de la burguesía y el capital.