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¡Queremos acoger!

Bajo este lema, miles de personas se manifestaron en la calle en Barcelona el pasado 18 de febrero. Protestaron contra la pasividad del gobierno que no cumple los compromisos de acogida de refugiados. De manera simbólica, la impresionante manifestación terminó en el paseo marítimo, frente al mar mediterráneo, donde murieron 5.000 personas el año pasado tratando de llegar a Europa.
Los migrantes son hombres, mujeres y también niños que se juegan la vida para huir de la guerra o la pobreza. Esas dos calamidades no son catástrofes naturales: son la consecuencia directa de la rapacidad de los capitalistas occidentales. Ellos roban las riquezas naturales del continente africano manteniendo las poblaciones en un nivel de supervivencia miserable. En las minas o las explotaciones agrícolas, las condiciones de trabajo se asemejan a la esclavitud. Y los estados de Europa o Norteamérica compran el derecho a controlar las regiones con petróleo o mineral para sus empresas con bombas y masacrando a la población local. El Medio Oriente ya no es más que caos y barbaridad.
Esos capitalistas que obligan los migrantes a abandonar a su país para sobrevivir, son los mismos que desarrollan el paro y la miseria aquí.
Para que la humanidad no se hunda en la barbarie, habrá que oponerse a ellos y negarles el derecho a decidir sobre todo para sus propios intereses. Para ello necesitan luchar todos los trabajadores del mundo.
Pero ya la emergencia humanitaria requiere abrir las fronteras y acoger a todos los inmigrantes que llegan a Europa. Vivimos en uno de los continentes más ricos del mundo, con más de 500 millones de habitantes, y claro que podemos recibir dignamente a los miles que quieran vivir aquí. En vez de eso, el estado español manda a su policía a expulsar a los refugiados. ¡Es una vergüenza!
¡Basta de las expulsiones!
¡Abramos las fronteras!