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Luxemburgo, paraíso de los grupos capitalistas

Un grupo de periodistas de investigación acaba de revelar que 340 multinacionales hicieron pactos fiscales secretos con Luxemburgo en la época en la que Jean-Claude Juncker era Primer ministro, lo que les permitió no pagar mil millones de euros de impuestos en sus países de origen. Que Luxemburgo sea un paraíso fiscal no es un descubrimiento, pero esta encuesta saca a la luz las prácticas realizadas y los beneficiarios de esta fiscalidad “ligera”: Amazon, Ikea, Pepsi Cola, Heinz, Verizon, BNP… Así hasta 340 multinacionales pasaron 548 arreglos fiscales secretos durante el mandato del Primer ministro Juncker, del 1995 al 2013.

Estos acuerdos permiten a las empresas más provechosas del planeta no pagar prácticamente impuestos, mermando así las arcas públicas de los Estados de donde vienen. Y como suele ocurrir, ha sido un ex empleado de una sociedad de auditoría que trabaja para estas multinacionales quien denunció estas prácticas. Estos hechos constituyen un dato más para reforzar la reivindicación de que hay que acabar con el secreto industrial, comercial y bancario, y no solo en Luxemburgo.

Se ha sabido, por ejemplo, que las empresas pueden preguntar de antemano al fisco luxemburgués cómo serán tratadas. Así es como el gran ducado, en otro tiempo cantera siderúrgica, es ahora sobre todo un paraíso fiscal para las finanzas y los servicios. La tasa oficial de imposición del 29,9 % en Luxemburgo puede acercarse a cero gracias a un abanico de nichos fiscales válidos para las sociedades-madres y sus filiales. Así, las empresas pueden modular los importes de las facturas destinadas a sus filiales, hincharlos allí dónde la imposición es débil y a la inversa. El sistema de contribuciones luxemburgués es también favorable para los cánones de las patentes y otros bienes dichos inmateriales, para los cuales se vuelve casi virtual.

A Luxemburgo todo esto le conviene porque se embolsa el importe de estos impuestos, reducidos sin duda, pero que conciernen a actividades que no se efectúan sobre su suelo. Sin embargo, el dinero ahorrado por las empresas sirve para aumentar el importe de los dividendos de los accionistas y falta en su país de origen para construir o mantener puentes, caminos, transportes, hospitales, escuelas, etc., en definitiva, en detrimento de las poblaciones.

Estas revelaciones estallan en el momento en el que Juncker se pone a la cabeza de la Comisión Europea y … ¡del fraude fiscal! Pasó toda su campaña electoral hablando de transparencia y de lucha contra la evasión fiscal. ¡Lo que muestra sobradamente lo que pueden esperar los europeos en la materia!