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LAS RELACIONES INTERNACIONALES – 1ª Parte

Documento aprobado en el congreso de Lutte Ouvriere
  1. La situación a nivel internacional es dominada por la crisis del capitalismo y la agravación de la guerra social que lleva la burguesía contra la clase obrera y más generalmente contra las clases populares.

A falta de dirección revolucionaria, el proletariado, única clase que podría oponer al poder de la burguesía capitalista su lucha por la dirección de la sociedad, es ausente del escenario político.

  1. La guerra de la burguesía contra las clases explotadas toma formas variadas en los distintos países, dominando las relaciones sociales dentro de cada país, y deja su huella también en las relaciones internacionales.
  1. A una escala mundial, no falta combatividad, ni tampoco revueltas, ¡o incluso sublevaciones! Combatividad han enseñado las clases populares de Argelia al seguir movilizadas durante 36 semanas (al 25 octubre de 2019). Hizo falta combatividad también a las masas de Sudán para acabar con el dictador Omar El Bachir.

La aspiración a quitarse de encima a un dictador o un régimen odiado es un potente factor de movilización. El problema de la sociedad no se limita a saber con quién sustituir al dictador decaído. En el peor de los casos, otro dictador toma el relevo, como en Egipto, o mejor es un régimen más parlamentario, como en Túnez, sin que las cosas cambien para la aplastante mayoría de las clases humildes.

No basta con derrocar a un dictador para que cese la dictadura del dinero, más exactamente la del gran capital, sobre la sociedad. Los dictadores son como los políticos de los países que se dicen democráticos: son intercambiables.

  1. Diferencias fundamentales existen entre países imperialistas y países pobres, entre países cuya burguesía pilla y oprime y sus víctimas. Pero todos tienen en común, mientras la vida económica de la humanidad se encuentra en un callejón sin salida, que el proletariado, en vez de reanudar el combate contra la burguesía, está en pleno desconcierto, sin referencias, sin brújula política.

El cáncer del capitalismo se propaga a toda la sociedad, derecho y moral incluidos, incluso en la clase social, el proletariado, que es la única en capacidad de ofrecer a la sociedad una perspectiva alternativa a la supervivencia del capitalismo.

  1. Frente a la putrefacción del capitalismo, los trabajadores, la clase obrera, no ven perspectivas políticas. Tampoco ven verdaderas perspectivas, ni falsas, del tipo de las que pudo ofrecer en los años 1970, aquí en Francia, la vuelta de la izquierda al gobierno.

La perspectiva de derrocar el poder de la burguesía y cambiar a fondo la sociedad hizo actuar generaciones del movimiento obrero, pero hoy en día ha desaparecido cuasi por completo de la conciencia colectiva de la clase obrera.

  1. Esta situación no es nueva. Pero en los más o menos veinte años comprendidos entre la mitad de los años 50 y la mitad de los años 70, durante los que, en un país rico imperialista como Francia, la economía capitalista aseguraba a una mayoría el techo y comida, siempre que se encontrara un trabajo con un sueldo que permitiera vivir, la situación objetiva parecía confirmar las perspectivas reformistas.

Esta época ya se acabó. Pero, al contrario de la crisis de 1929, no se ha producido de forma brutal. Las ilusiones reformistas, la idea de que cierta mejora en la condición de los trabajadores era posible dentro del marco del capitalismo, han sobrevivido mucho después de que la crisis de la economía haya empujado a la burguesía a intensificar su ofensiva contra la clase obrera.

¿Cómo no? el Partido Comunista de Francia (PCF) y los aparatos sindicales han seguido marchando en los mismos carriles reformistas. Ante la crisis y la ofensiva del gran capital para que los asalariados paguen las consecuencias, siguen predicando la ilusión de que la crisis de la economía puede ser rebasada con otra política dentro del marco del sistema capitalista.

Y, con el bajón electoral del PCF, muchos más ilusionistas son candidatos para tomar el relevo. Aquí, en Francia, Mélenchon lo intentó sin éxito. Peor, la extrema derecha de Le Pen está imponiéndose hasta en el electorado obrero.

La clase obrera ha tomado retraso respecto a la burguesía. La intensificación de la lucha de clase en las empresas, así como las medidas antiobreras de los gobiernos, han encontrado una clase obrera desarmada en el plano político.

  1. El peso de los aparatos reformistas y el abandono de la lucha para derrocar el capitalismo hacen que la crisis y todo lo que implica aparezcan a los ojos de las masas como hechos objetivos, casi como catástrofes naturales, en las que lo mejor que se pueda hacer es protegerse, proteger a su familia, su comunidad.

No podemos entender la evolución reaccionaria de la vida política y de la vida social, la subida del llamado “populismo” en todo el país, si no entendemos que su dinámica resulta de la ausencia de la clase obrera en el plano político. Y que resulta de la falta de un partido implantado en la clase obrera y que defienda la perspectiva de un derrocamiento de la sociedad burguesa.

A falta de esta perspectiva, los trabajadores, incluso los más conscientes de los estragos de la economía capitalista, incluso los más combativos, cuando buscan sólo encuentran demagogos en su camino.

  1. Hasta la fecha, los estragos del capitalismo han despertado sobre todo inquietudes, disgusto, desasosiego respecto al carácter nocivo del sistema. “Existe un consenso sobre los males del capitalismo” (Joseph Stiglitz). Es incontestable, pero también significativo que uno de los hombres más famosos de los medios intelectuales no encuentre nada más que decir que lo que millones de trabajadores, de pobres, y hasta los menos politizados entre los chalecos amarillos, sienten en su vida, en su cuerpo.
  1. Para que la clase de los explotados pueda transformarse en fuerza social capaz de abatir el poder de la burguesía y transformar la organización social en sus fundamentos, le hace falta consciencia, organizaciones, partidos revolucionarios. Toda la historia de las relaciones sociales desde hace dos siglos de poder de la burguesía enseña a la vez esta necesidad, pero también las inmensas dificultades de aquella tarea.
  1. A lo largo de la formación y del crecimiento del capital, “la burguesía produce sus propios sepultureros” (Manifiesto del Partido Comunista): el proletariado, la clase social apta a derrocarlo para crear una nueva forma de organización de la sociedad.

Junto con el proletariado, se desarrolla el movimiento obrero; ha crecido mediante combates sucesivos que le han llevado de reacciones instintivas de rompimiento de máquinas a la consciencia de sus intereses materiales específicos (sociedades mutuas, sindicatos, …) para alcanzar la consciencia de sus intereses políticos, siendo el cartismo su expresión más potente en su tiempo.

Pero la idea de su papel indispensable en la sustitución de la organización social basada en la propiedad privada, la explotación y la competencia, por otra, superior, le ha sido aportada en gran parte por generaciones de militantes e intelectuales procedentes de la burguesía. Después de los tanteos del “socialismo utópico”, fue el marxismo el que dio a la clase obrera la “ciencia de su desgracia” (F. Pelloutier).

  1. Desde el principio, el capitalismo ha operado una presión disolvente contra la que se han chocado los esfuerzos de organización del movimiento obrero. El Manifiesto Comunista, después de constatar que la “la condición de existencia del capital es el trabajo asalariado” añade: “El asalariado se basa exclusivamente en la competencia de los obreros entre ellos”. Es el “progreso de la industria, del que la burguesía es el agente sin voluntad propia y sin resistencia”, el que sustituye al aislamiento de los obreros, resultado de la competencia introducida entre ellos, su unión revolucionaria por la asociación.

Pero hasta la destrucción del capitalismo, el antagonismo persiste entre el colectivismo (en el sentido del interés colectivo) de la clase obrera y el individualismo de la burguesía. No se trata de una lucha de ideas y valores, sino de una lucha muy real entre dos clases sociales opuestas. Pero al mismo tiempo las ideas, los valores y los programas tienen una importancia fundamental en el enfrentamiento de las clases sociales.

Para el proletariado en todo caso, su fuerza social depende de la consciencia que tiene de ella, mientras que la de la burguesía se apoya en el monopolio sobre el gran capital y sobre los aparatos de Estado a su servicio.

  1. El efecto disolvente del capitalismo sobre las organizaciones del movimiento obrero tomó diversas formas a lo largo de su historia. Para el movimiento obrero, resultó en una multitud de formas de integración de sus propias organizaciones en el sistema capitalista, puntuadas por derrumbamientos y traiciones.

La traición de la socialdemocracia durante y después de la Primera Guerra Mundial es una de las expresiones más graves de lo antedicho. Más grave aún es la del estalinismo, que convirtió el único Estado obrero duradero, surgido de una revolución proletaria, en un pilar del orden capitalista mundial.

  1. El capitalismo decadente extremó la contradicción entre la evolución de la sociedad, con su economía cada vez más centralizada y global, y el individualismo llevado al punto máximo.

Los progresos científicos y técnicos y el uso que se hace de ellos ejemplifican esta contradicción. La informática, por ejemplo, capaz de poner en relación a los hombres, las regiones alejadas las unas de las otras en el planeta, proveería medios de información y de gestión extraordinarios a una sociedad humana consciente de sus intereses colectivos. Pero los ordenadores más potentes, entre los cuales están los de la empresa más importante de gestión de activos financieros del mundo, BlackRock, se usan para poner la multitud de datos que son capaces de colectar al servicio de un asesoramiento a sus clientes y accionistas sobre las inversiones más rentables. Esto es especular.

Hasta los smartphones, que permitiendo comunicar con todo el planeta, aíslan los usuarios en burbujas individuales. Cada uno tiene la mirada fijada en la pantalla.

  1. La alternativa formulada hace más de un siglo por Rosa Luxemburgo: “Socialismo o barbarie” toma un sentido suplementario, nuevo, añadiéndose a la materialización de la barbarie en el siglo pasado (dos guerras mundiales, el fascismo, ).

Los progresos científicos y técnicos ponen más recursos a disposición de la burguesía dominante y de sus servidores políticos.

Hoy en día, se puede especular con una precisión al millonésimo de segundo, recuperar datos personales a nivel global al servicio del marketing, usar las redes sociales y el reconocimiento facial para la represión, etc.

Y hasta el Vaticano acaba de consagrar un rosario inteligente (eso dicen), que según explica un jesuita reúne “lo mejor de la tradición de la Iglesia con lo mejor de la tecnología”. ¡Así se ha reinventado el antiguo molino de rezar de los monjes budistas con tecnología moderna!

Entonces, la alternativa fundamental para el porvenir de la sociedad humana sigue siendo “Socialismo o barbarie”: una organización de la sociedad en función de los intereses colectivos de los hombres o la perpetuación de las relaciones sociales basadas en la explotación y la opresión, apoyándose en “lo mejor de la tecnología”.

  1. Otros efectos de la decadencia del capitalismo: antes de que la burguesía conquistara el poder gracias a la violencia revolucionaria de las masas populares o por compromisos con las antiguas clase privilegiadas y luego durante el periodo ascendente de su historia, fue capaz de llevar ideas progresistas.

Una estrecha minoría de la burguesía, especialmente su intelligentsia, se preocupó por los problemas sociales, abrazó los intereses del proletariado. De manera paternalista en el caso de los socialistas utópicos. De manera revolucionaria en el caso de la generación cuyos mejores representantes fueron Marx y Engels.

La burguesía, su casta intelectual, ya no son capaces de aquello. La intelligentsia ha sido cambiada por el capitalismo en mercenarios de la gran burguesía, destinada a servir el funcionamiento de su aparato de Estado, pero también en los medios y la cultura.

  1. Esta situación no es de hoy: la intelligentsia burguesa no ha tenido un papel revolucionario, especialmente en Francia, desde una época remota en la que la burguesía aún luchaba contra el antiguo orden Pero hace un siglo ya desde que Lafargue, representante de una corriente socialista en formación, denunció la pusilanimidad de los intelectuales de su tiempo.

En Rusia, con retraso respecto a la evolución burguesa de Europa occidental, una fracción de la intelligentsia, de Plejanov a Lenin y Trotsky, permitió el desarrollo de la socialdemocracia rusa y luego del bolchevismo.

De los países imperialistas hasta los países pobres, ninguna fracción de la pequeña burguesía intelectual ha jugado este papel. Es más: contribuyó a demoler la corriente revolucionaria del movimiento obrero, antes de llenarlo de ideas y valores que llevan a preservar el orden burgués.

  1. En los países imperialistas, los intelectuales más prominentes completaron el papel de los aparatos reformistas salidos de la aristocracia obrera, para hacer pasar el reformismo como única política posible para el movimiento obrero. Hicieron de intermediarios entre el reformismo estalinista y la clase obrera. Algunos, de los cuales es típico el poeta Aragon y con él toda una armada de intelectuales más o menos comprados por la burocracia soviética, para presentar el reformismo estalinista como el comunismo de los tiempos Los otros, compañeros de viaje como Sartre, para “no desesperar a Billancourt” (en aquel entonces, la mayor fábrica Renault en Francia y también mayor concentración de obreros y militantes del PCF).
  1. En los países pobres, explosivos después de la Segunda Guerra Mundial, la misma categoría desempeñó un papel decisivo en la organización de las masas oprimidas para encauzar su revuelta hacia el nacionalismo, ya fuera progresista o no. Desde China hasta la India, pasando por Indonesia y otros muchos países, las fuertes sacudidas de la guerra dieron la luz a regímenes integrados en el sistema imperialista mundial.
  1. La situación particular de las ex Democracias Populares produjo una generación de militantes de origen intelectual como en Polonia, Kuron, y Modzelewski, capaces de tejer vínculos con la clase obrera y pagar el precio de su actividad política. Pero, al fin y al cabo, su papel no fue otra cosa que llevar la más potente sucesión de explosiones obreras en Europa de la posguerra, en 1981-1989, hacia la Iglesia católica y hacia la burguesía.

En 2013, Modzelewski titulaba su autobiografía: Cabalgamos la yegua de la historia. Confesiones de un jinete maltrecho. Cuando falleció (en abril de 2019), no se reconocía en el régimen reaccionario de la Polonia actual, pero sin haberse planteado nunca la cuestión de la evolución de las cosas en su país y sobre todo sin enfrentarse con su propia responsabilidad.

  1. No se puede imaginar un renacimiento de las corrientes revolucionarias sin toma de consciencia de al menos una parte del proletariado. Pero, a este renacimiento, no pueden contribuir sino los intelectuales que no solamente hayan roto con la pequeña burguesía de origen, sino que también sean capaces de hacer suyos y asimilar el marxismo y las ideas del comunismo revolucionario.
  1. Sería vano especular sobre el momento en el que la clase obrera volverá a tener un papel político y aún más procurar saber dónde ocurrirá. El capitalismo en crisis hace que la situación se vuelva más inestable, más explosiva, en todos los países.

A falta de un renacer del comunismo revolucionario, las explosiones más violentas de la clase obrera y más generalmente de las clases populares no pueden desembocar en nada que haga avanzar el cambio del orden social.

 

 

 

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