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Las promesas de Syriza solo la pueden hacer cumplir los trabajadores

El significado del voto del electorado popular griego es preciso; es un voto contra la austeridad, a pesar de la presión que han metido las instituciones europeas y del chantaje de todos los que predecían un apocalipsis financiero en caso de una victoria de Syriza.

En cambio, es mucho más difícil saber si detrás de ese voto hay cierta combatividad obrera. El voto expresado por los griegos puede ser la expresión de un rechazo puramente electoral de los partidos que han puesto en ejecución la austeridad. Puede tener tras sí una ilusión electoralista: para cambiar de política, tratamos de cambiar al equipo en el poder. Aun así, aunque votar no es lo mismo que comprometerse, el voto se lo llevó Syriza y no Amanecer Dorado, el partido neonazi, lo que demuestra un voto mucho más consciente.

Pero este voto del electorado popular puede ser también el reflejo de la voluntad de no dejarse hacer. Los trabajadores griegos han mostrado estos últimos años una combatividad importante y es esta, precisamente, la que es decisiva para su futuro.

No sabemos hasta dónde puede y quiere llegar Syriza en el pulso que mantiene ahora con las instituciones y estados europeos para que aflojen la presión financiera que está asfixiando al pueblo griego; desde luego juega a su favor que todos, aunque no lo reconozcan, prefieren un deudor vivo, que pueda pagar su deuda, a un deudor moribundo. De igual forma también juega a su favor que las instituciones europeas no quieren un enfrentamiento directo, prefieren un acuerdo; existe no solo el temor a los movimientos especulativos, sino sobre todo, el temor a las reacciones populares. Porque una nueva crisis de la deuda griega podría provocar una crisis financiera europea y afectar al euro.

Una vez más, como muchas veces en la historia, la única garantía para el pueblo y los trabajadores griegos reside en su capacidad para movilizarse e imponerse.