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La política de pactos y los intereses de la clase trabajadora

Los últimos acontecimientos en la nueva legislatura muestran los cálculos, tácticas y estrategias politiqueras para formar gobierno. En el sistema parlamentario las actuaciones a favor de los trabajadores y de las clases populares son bastante limitadas. Porque quien tiene el gobierno no tiene el poder y las instituciones están construidas para dirigir y administrar los intereses y negocios de la burguesía. La derecha del PP y el PSOE han sido buenos gestores de los negocios de los grandes del Ibex 35. De ahí las “puertas giratorias”. Felipe González en Gas Natural, José María Aznar en Endesa. De ahí la corrupción. Cientos de millones de las grandes empresas han llenado los bolsillos de los grandes partidos, de sus políticos, periodistas y leguleyos para mantener sus negocios a costa del robo y la explotación del pueblo trabajador.

Por ello todo el guirigay mediático de pactos para formar gobierno no es más que fuegos artificiales para obtener buenos puestos en el gobierno, para realizar lo único posible en un Estado capitalista. Los 10.000 millones de recortes previstos, los Eres y despidos a mansalva, los salarios y los grandes beneficios de las grandes empresas y bancos no podrán ser controlados y atacados en beneficio de los trabajadores si no se expropian los recursos y medios de producción para ponerlos al servicio de la sociedad. Quien pretenda un cambio real con cambios parlamentarios y pactos entre los grupos de izquierda y progresistas se equivoca. Los pactos en uno u otro caso serán sillones del Estado que servirán a la burguesía. De la misma forma que las libertades se quedan en la puerta de las empresas y no sirven de nada las leyes y constituciones aprobadas en las Cortes. El parlamento a lo más serviría para denunciar problemas, corruptelas, etc., si hubiera representantes de los trabajadores. Y hasta ahora las diversas tácticas, conversaciones y negociaciones entre los partidos solo sirven para situarse en los mejores puestos de salida para llegar al gobierno.

El nuevo rey ha hecho las consultas con todos los partidos del arco parlamentario y según la norma es el partido más votado el que tiene que intentar formar en primera instancias el gobierno y conseguir los apoyos necesarios. Sin embargo Mariano Rajoy solo tiene el apoyo de sus 123 diputados, ningún partido le va a apoyar. Excepto Ciudadanos, la muleta de la derecha, que se presenta de centro y limpio de corrupción que ha propuesto un pacto a tres con PSOE y PP “por la unidad de España”, no tiene apoyo ninguno. El presidente en funciones es el político más rechazado por las clases populares incluso por los partidos de las cortes. Su impopularidad es tal que se ha visto inmerso en una broma radiofónica cayendo como un inocente pardillo. Un locutor de una radio catalana se hizo pasar por el presidente Puigdemont, logrando una cita para hablar días después. La burla ha sido el hazmerreír público, el ridículo del presidente Rajoy mayúsculo.

Y la sorpresa fue grande cuando el presidente después de hablar con el rey declinó la responsabilidad de formar gobierno e intentarlo en la sesión de investidura. Si lo hubiera aceptado hubiéramos visto un Rajoy contra las cuerdas, atacado por todos. Después de los últimos casos de corrupción de la empresa de aguas pública Acuamed, donde ha tenido que dimitir un alto cargo del gobierno y el PP acusado formalmente de corrupción, Rajoy tenía pocas salidas airosas de no caer en la arena pública, en una humillación más.

Al no aceptar el cargo Rajoy le ha lanzado la patata caliente a Pedro Sánchez donde tiene a “barones” de su partido que no verían con malos ojos un pacto con Ciudadanos y el PP o por lo menos con Ciudadanos y la abstención del PP y que se escandalizan de pactar con Podemos que lo ven como un rival electoral. Para la mayoría de los socialistas pactar con el PP supondría el rechazo de su electorado obrero y popular y la posibilidad de un hundimiento a ejemplo del Pasok griego. Por ello Sánchez se ha negado a voz en grito a pactar con la derecha y ha propuesto un pacto con la izquierda, manteniendo la unidad de España. Ahora tiene que tomar la decisión de intentar el gobierno.

Pablo Iglesias de Podemos había lanzado un órdago a los socialistas en la rueda de prensa tras salir de la visita real, al proponerle un gobierno de izquierdas donde Pedro Sánchez sería el presidente, Pablo Iglesias el vicepresidente e IU con su ministerio correspondiente. En su táctica de llegar al gobierno, Iglesias emplaza a Sánchez continuamente a pactar con él. A buscar la alianza de izquierdas contra Rajoy. La “pinza” que los socialistas tradicionalmente han utilizado contra IU, al echarles en cara que sus críticas a los gobiernos del PSOE favorecían al PP, ahora está sobre Sánchez y los socialistas. Si pactan con el PP o con ciudadanos será evidente el giro a la derechas lo que dará alas a Podemos para atraer al electorado del PSOE.

En este circo de los pactos, donde se aspira al sillón presidencial, se muestra también la debilidad del sistema político y permite un as a favor de la clase trabajadora. La movilización social y los trabajadores en lucha si muestran unidos su fuerza, tendrán la posibilidad de exigir medidas contra la patronal y el capital que permita mejorar nuestras condiciones de vida. Nuestro parlamento está en la calle y en los barrios, en las fábricas y empresas porque es aquí donde se produce y se pone en marcha la sociedad.

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