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La población filipina, víctima del tifón y del capitalismo

     El tifón  Haiyan ha desvastado gran parte de la región central de Filipinas a su paso el 8 de noviembre. Podría haber más de 10.000 muertos y cerca de 10 millones de afectados, de los cuales 660.000 han perdido sus casas. La situación es dramática como lo demuestra el hecho ocurrido días después, cuándo miles de supervivientes asaltaron un almacén de arroz; 8 personas  murieron al desplomarse un muro y casi 100.000 sacos de arroz fueron sustraídos.

     Si esta catástrofe en su inicio se debe a causas naturales, sus efectos son multiplicados por causas sociales. La destrucción es en parte imputable a la mala calidad de los materiales y las construcciones propias de ser un país pobre, que –hay que recordar- no hace tanto era saqueado por España y EEUU.

      Los medios de comunicación se congratulan de la movilización de la comunidad internacional. En realidad, la ayuda aportada por los países ricos es mínima, no sólo en relación a las necesidades, sino también con respecto a sus propios medios. Por ejemplo, la UE va a aportar 3 millones de euros, suma ridícula en comparación con su presupuesto anual de 140.000 millones de euros.

     Como suele ocurrir, ahora las organizaciones humanitarias piden ayuda a los particulares, donaciones. De esta forma también se señala que la ayuda para socorrer al pueblo filipino no es una prioridad para los gobiernos ricos.

    Así es el funcionamiento de la sociedad capitalista, capaz de movilizar sumas colosales para la especulación financiera, para los ejércitos o para la industria de lujo. Pero incapaz de socorrer correctamente los estragos de catástrofes como la de Filipinas.