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La muerte de Fidel Castro desata una vez más, oleadas de calumnias de la derecha y del imperialismo

VO - Diciembre 2016La muerte de Fidel Castro ha sido la ocasión para que los medios de comunicación al servicio de la derecha y de los grandes capitales manipulen, calumnien y engañen a la población de nuestro país y del mundo entero, con el fin de deshonrar las ideas socialistas y comunistas, equiparando dictadura, socialismo, Castro y Cuba. Pero todos los medios de la derecha con sus periodistas a sueldo, en su propaganda, no podrán ocultar la realidad por tiempo indefinido. Fidel Castro, con todas las diferencias que se puedan tener, será un símbolo de la lucha contra el imperialismo norteamericano, de la independencia de las colonias y del tercer mundo. El régimen político cubano, que él fundó junto a otros revolucionarios tendrá en su haber las conquistas sociales, sanitarias, educativas y económicas para las clases populares, que significó la expropiación de los latifundios y multinacionales y cierta planificación social a favor de los más desfavorecidos.

Y aunque el socialismo y el comunismo es imposible construirlo en un solo país aislado y bloqueado, la revolución cubana muestra el potencial de las masas populares en movimiento y las posibilidades para la derrota del capitalismo, aún con medios precarios. Contrariamente a la URSS, ha permitido tendencias marxistas y revolucionarias críticas con el estalinismo. Y sobre todo, Fidel representa la posibilidad real de resistencia a la potencia imperialista que ha sostenido regímenes brutales contra el pueblo como el Chile de Pinochet, interviniendo a través de golpes de estado reaccionarios en todo el mundo. A pesar de los sabotajes, invasiones, atentados frustrados contra Castro y Cuba, esta se mantuvo en la resistencia. Ese es el temor del capitalismo mundial y de su cabeza imperialista: EEUU.

El triunfo de la revolución contra el dictador Batista

Cuándo en 1959 Fidel Castro y sus guerrilleros derrotaban a Batista, un dictador brutal marioneta de los EEUU, aún no se decían comunistas. Eligieron esta referencia cuándo los dirigentes de EEUU rompieron con el nuevo régimen cubano; se volvieron entonces hacia la URSS para plantar cara a las presiones y al bloqueo económico que los dirigentes imperialistas impusieron a Cuba, que llegó a incluir alimentos y medicinas. Y hay que decir que al menos este mérito lo tiene Fidel: frente a su vecino, el gigante americano, líder del imperialismo mundial, ha sabido mantenerse durante casi 60 años.

Cuba evidentemente era y es un país pobre. Pero no hay que dejar de reconocer que ha tenido desarrollos increíbles que ninguno de los países del Caribe vecino han conocido, como el de su sistema médico o educativo, por ejemplo; como su sistema de protección civil que hace que los huracanes en la mayoría de los casos no provoquen víctimas mortales, cosa que sí ocurre en las islas vecinas o en el propio Estados Unidos.

Cuba antes de la revolución cubana era un coto privado para EEUU, que poseían allí intereses, principalmente en el azúcar de caña. Era el segundo país de América Latina dónde había más inversiones americanas. EEUU controlaban la economía americana, sus refinerías de petróleo y su industria azucarera. Batista preservaba bien los intereses americanos, al mismo tiempo que los suyos. Los gobiernos de los Estados Unidos lo protegían, porque era el mejor fiador de sus intereses. Batista, como otros de su misma calaña, robaba a manos llenas de las cajas del Estado y se enriquecía particularmente gracias a los juegos y a la prostitución; no en vano se decía que La Habana era el gran prostíbulo de EEUU. La mafia americana encontraba allí buena acogida. Todo esto sobre el fondo de una miseria profunda para las capas populares y los más pobres de ciudades y campos cubanos.

Es contra este régimen cada vez más odiado, incluso por una parte de la clase media, que un cierto número de organizaciones se levantó. Entre ellas, pero no fue la única, la de Fidel Castro quien escoge desde 1953 la vía de la guerrilla para combatir a Batista. A fines del año 1958, Batista debió huir, pero no dejó de llevarse con él un botín de varias cientos de millones de dólares. Llegó al poder Fidel Castro en los primeros días de 1959.

En busca de relaciones cordiales con Washington, Castro se desplazó en abril de 1959 a los Estados Unidos, pero los dirigentes americanos se negaron a reconocerlo. El 17 de mayo, Castro lanzó una reforma agraria moderada, idéntica a la promulgada por Batista en 1940. Afectaba a campos yermos y a propietarios que –además- serían indemnizados poco a poco. Los Estados Unidos exigieron una compensación mayor y pagada de inmediato. Castro no cedió; el gobierno cubano se apoderó de tierras de las compañías americanas. En abril de 1960, las refinerías americanas en Cuba se negaban a refinar petróleo ruso: Castro las nacionalizó. Luego el Senado americano puso fin al acuerdo con Cuba para la compra de azúcar: Castro nacionalizó una parte de los bienes americanos de la isla y aceleró la reforma agraria. En octubre de 1960, viendo que Castro que no cedía ante los dirigentes americanos declararon el embargo sobre sus exportaciones: el gobierno cubano nacionaliza nuevas empresas. Entonces capitalistas, mafiosos y su medio social, tomaron el camino de Miami, en Florida. Los que, estos días, se regocijan de la muerte de Castro son a menudo sus hijos o nietos.

1961: Castro proclama revolución cubana como socialista

Las nacionalizaciones fueron, pues, parte de una respuesta pragmática para defenderse con la soberanía cubana frente a un imperialismo americano intransigente; ya reconoció el propio Che Guevara que la reforma agraria tuvieron que hacerla por la propia imposición de los campesinos pobres cubanos. Hasta abril de 1961 Castro no proclama el carácter socialista de la revolución cubana. Para escapar de la asfixia económica con el embargo, Castro se volvió hacia la URSS que constituyó un apoyo económico y financiero que permitió a Cuba sostenerse. Así pues en la miseria que impera en Cuba tiene mucho que callar el imperialismo yanqui. Con la desaparición de la URSS al principio de los años 1990, y la remisión de los acuerdos económicos pactados, la situación empeoró.

Se dice y se ha repetido hasta la saciedad que Cuba es una dictadura, una prisión y que la oposición al imperialismo americano es una mascarada. Pero no es una mascarada el hecho de dar la palabra una y otra vez a los opositores cubanos que celebraban la muerte de Fidel Castro y dar tremenda cobertura a los “especialistas” que llevan repitiendo la misma propaganda anticastrista casi 60 años. Lo que sí sabemos cierto es que detrás de la palabra “dictadura” puede haber realidades muy diferentes. Hasta los medios de comunicación tuvieron que reconocer que el nuevo régimen de Fidel Castro promovía la alfabetización y un sistema de salud gratuito tal como no encontramos en ninguna otra parte en la región y sobre el continente sudamericano. En comparación, en Haití, la otra gran isla del Caribe vecina de Cuba, la miseria y la violencia ejercida contra los pobres son espantosas, aún hoy día aunque esto no nos lo hagan conocer los grandes medios de comunicación. Todavía hoy, lo esencial del servicio médico que existe en los pueblos haitianos es efectuado por médicos cubanos.

De hecho, no es la dictadura cubana lo que molesta al imperialismo y a los plumíferos a su servicio. Los gobiernos de los países imperialistas, sobre todo los de EEUU, sostuvieron y hasta han colocado directamente o indirectamente muchas otras dictaduras en América Latina y en todas partes del mundo. Lo que no pueden soportar es que Fidel Castro les ha hecho frente durante casi 60 años y ha demostrado, en cierta manera, que se pueden vivir y organizar la sociedad de otra manera.

El régimen de Castro, para nosotros, no es comunismo; Castro mismo se descubrió «comunista» sólo después de su accesión al poder como ya se ha comentado. Fidel Castro era un abogado progresista, pero tremendamente nacionalista, que rehusó seguir al propio Che Guevara en el intento, a su manera, de extender la revolución fuera de los límites de la isla cubana. Castro prefería el estrecho marco de su isla. Pero frente a los ataques del imperialismo hay que ser solidario con los que tratan, mal que bien, con medios débiles, de escapar de sus garras e intentan, a su forma, la construcción de una sociedad más solidaria.

Y esta resistencia al imperialismo, por mucho que otros renieguen, es un testimonio de la fuerza que puede dar una revolución, y es precisamente por esta razón que ha levantado tantos odios y continúa suscitándolo, cerca de 60 años después, en el seno de las clases dominantes.

Constatamos el doble rasero con que se miden las realidades. Haití, la isla vecina de Cuba, es calificada de democracia por los mismos que tachan a Castro de dictador. Pero en Haití, los trabajadores sufren hambre, los azares climáticos se transforman en catástrofes a causa de la dejadez del Estado, el cólera -desconocido en Cuba- viene tras las inundaciones. En Haití, un presidente acaba de ser elegido. Tres cuartas partes de la población, al menos, no han votado y los resultados se discutieron de hecho entre los poderosos. Pero la administración americana y la comunidad internacional han cubierto la votación con su abrigo democrático, porque los capitalistas son libres de explotar Haití. Y es el hecho de que no hubieran podido hacer lo mismo en Cuba durante casi seis decenas de años lo que se les atraganta a los poderosos y a sus plumíferos.