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La locura de la economía capitalista

La guerra dirigida por la patronal y el gobierno contra los trabajadores no alcanza todavía la brutalidad de la llevada adelante en Grecia, España o Portugal.

Francia parte de una  mejor situación, es un país económicamente más potente, que ha acumulado en el tiempo más riquezas, especialmente saqueando  y colonizando una gran parte de África.

La burguesía  pudo, en el pasado, conceder a los explotados toda una serie de derechos. Que ahora están siendo arrasados. Miremos veinte años atrás: cuando uno era contratado, salvo accidente o decisión personal, era para toda la vida. Hoy, ¿qué joven imagina conseguir un contrato indefinido? El contrato indefinido se ha convertido en un privilegio, la norma ahora es el trabajo temporal, el trabajo a destajo ¡como en el siglo 19!

Quedan todavía amortiguadores sociales, como dicen, pero ¿hasta cuándo? Al mismo tiempo que  todo el mundo, a derecha como a izquierda, se jacta todavía de modelo francés de protección social con la Seguridad Social, resulta que cada vez se oyen más voces que la ponen completamente en cuestión.

En cuanto a los derechos a la jubilación, retroceden desde hace treinta años. Y continúa con Hollande. Con la ley sobre la flexibilidad, el gobierno ha hecho ya por agravar las condiciones de trabajo más que en diez años de gobierno de derecha. Del norte al sur de Europa, son los mismos retrocesos, los mismos sacrificios impuestos a los trabajadores, sea el gobierno de derechas o de izquierdas. En los tiempos que corren, el gobierno solo puede ser el brazo armado de la burguesía contra los explotados.

La defensa de los intereses  de los trabajadores no es una cuestión de elecciones, sino de relación de fuerzas entre la gran burguesía y los trabajadores. La lucha de clases, no es una cosa del pasado, está aquí, feroz, y sobre todo en sentido único. Porque solo la burguesía está dando los golpes. Esto hay que cambiarlo.Para invertir la relación de fuerzas, los trabajadores no podrán evitar una lucha masiva, que  atemorice a la burguesía, como tuvo miedo en junio de 1936 con las ocupaciones de fábricas, como lo tuvo en mayo del 68.

Las luchas no se decretan, se preparan en las cabezas y en las conciencias. Revelar la política de la burguesía, fanciadenunciar el juego de sus servidores políticos, decir la verdad a  los trabajadores, armarles políticamente, moralmente, es lo que las direcciones sindicales podrían y deberían hacer.

En lugar de eso, los dirigentes sindicales, las direcciones centrales de los aparatos sindicales, no los militantes de base, pasan su tiempo en conciliábulos con el gobierno y la patronal. Todavía se ha secado la tinta de los acuerdos sobre la flexibilidad y el gobierno y la patronal abren ya un nuevo ciclo de conferencias sociales sobre las pensiones. Todo el mundo ha comprendido que la patronal no está dispuesta a hacer regalos y que solo quiere negociar recortes para los trabajadores, ¿Por qué avalar estas falsas negociaciones? ¿Y peor todavía: presentar estos retrocesos como avances?

Gobierno y patronal nos dicen que hay que ser competitivos, flexibles, ¿pero por qué? Ellos reestructuran, nos piden aceptar el desempleo, pero ¿por qué todos estos sacrificios? ¿Para qué sirven los miles de millones retirados de los servicios públicos? Si por lo menos esto mejorase la situación económica, ¡pero sucede todo lo contrario!  Siempre prosperan  las finanzas y  la especulación.

Las finanzas matan el crecimiento, el pago de la deuda mata toda perspectiva de relanzamiento económico. Los mismos burgueses se debaten entre objetivos contradictorios. Bouygues o Peugeot no tienen nada contra el relanzamiento, ¡están a favor! Pero tienen también intereses financieros, además su capital colocado en las finanzas es el que les reporta más dinero.

El capitalismo es un sistema lleno de contradicciones. Comenzando por la que empuja a cada capitalista individual a aumentar la explotación, a bajar los salarios, mientras que es precisamente esto lo que limita, incluso hace retroceder el consumo de las clases explotadas, y por lo tanto el mercado.

La crisis se debe a que el sistema es capaz de producir demasiado en relación a un consumo solvente. Es la abundancia la que crea la miseria. No hay ninguna razón para resignarse a esta locura. Hay que suprimir la dominación de la burguesía sobre la economía, es decir sobre la propiedad privada de los medios de producción.

por Lutte Ouvrière

Traducido por  F.P.

Aparecido en Kaos en la Red