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La ley implacable del gran capital

Cuando Tsipras había ya capitulado comprometiendose a imponer un nuevo plan de austeridad, aquel que las clases populares habían rechazado al votar no en el referendum, los jefes de Estado europeos han continuado su infame chantaje. No les ha bastado que Tsipras se niegue a sí mismo, han querido su rendición.

Tsipras deberá no solo elevar la edad de jubilación a 67 años, aumentar el IVA y realizar nuevas privatizaciones, sino que deberá hacerlo al dictado de los europeos, y el dinero recogido será depositado en garantia del nuevo préstamo. No es otra cosa que poner bajo tutela a Grecia.

Es una política criminal dirigida contra el pueblo griego y contra todos los explotados de Europa. Adjudicar esta política a la intransigencia de Merkel es una engañifa. La pareja franco-alemana forma un gran equipo. Hollande ayuda a Merkel a tragar la píldora ante el electorado conservador alemán, ella sirve de coartada a Hollande para imponer sus medidas de austeridad. Su jueguecito ha servido este fin de semana para aplastar al pueblo griego. ¿De quién será el turno mañana?

Nos machacan constantemente con que «los franceses o los alemanes no tienen por qué pagar por los griegos». Pero ¿qué quiere decir ésto? No hay más puntos comunes entre los ricos y los pobres franceses que entre los ricos armadores y los trabadores griegos. En Grecia como aquí, son siempre los ricos quienes consiguen escapar de los impuestos y son los trabajadores los que pagan la factura. ¡Si alguien ha pagado como nadie el parasitismo de las finanzas, han sido las clases populares griegas!

En cuanto a comparar los «esfuerzos» de unos y otros y servirse de la miseria de los trabajadores portugueses o estonios para dar lecciones a los griegos, revela un cinismo sin límites. Contra todos estos políticos tan antiobreros los unos como los otros, es necesario afirmar una solidaridad de clase entre todos los oprimidos.

Los 80 mil millones previstos para Grecia están ya aprovisionados en un fondo europeo que prestará este dinero a Grecia con interés. Será la felicidad de los banqueros y la desgracia de los griegos porque este «plan de ayuda», como los precedentes no salvará a Grecia. La hundirá exactamente igual que un usurero hunde a aquél que está sobreendeudado, concediendole un nuevo préstamo, forzándole a vender la casa o el coche. Lo dicen todos los expertos, el ensañamiento contra los griegos es absurdo. Pero el pulso no es ya financiero, es político. Los dirigentes europeos quieren mostrar que no habrá piedad con los oprimidos. Que los que se quejen al pagar su diezmo a las finanzas serán doblemente castigados. Que la ley del capital se impone por encima de la democracia, por encima de la vida de millones de mujeres y de hombres.

Los griegos servirán de ejemplo. Las grandes potencias serán responsables de haber tranformado Grecia en un pais del Tercer Mundo. En cuanto a Tsipras, será responsable de haber traiciondo sus promesas. Al pedir a la población expresarse sobre los sacrificios que le pedían, Tsipras generó muchas ilusiones. ¿Pero para qué le ha servido? ¡Para reforzar su legitimidad, para obtener el apoyo del parlamento griego y pisotear el voto de sus electores!

El fracaso de Tsipras ilustra el callejon sin salidad de las politicas reformistas planteadas por la «izquierda de la izquierda» en toda Europa desde Francia con Mélenchon y el PCF a España con Podemos e Izquierda Unida.

Tsipras nunca ha pretendido impugnar el orden capitalista y representar los intereses políticos de los explotados contra sus explotadores. El luchaba por la dignidad de Grecia, para que no fuera considerada como una semicolonia y por el derecho a decidir más libremente su politica interior. Y bien, ni siquiera eso le han dejado hacer las grandes potencias, le han empujado a traicionar sus propios compromisos.

Con la crisis económica, la lucha de clases se ha vuelto una guerra feroz donde la burguesía exige una sumisión total a la ley del capital. Es inútil buscar negociar con ella o suplicarle. Los partidos que no estén decididos a combatir a la burguesía y las raíces de su poder: la propiedad privada de los medios de producción la economía de mercado y la competitividad, pueden hacer todas las promesas que quieran, gobernarán inevitablemente en interés del gran capital.

La utopía no está del lado de los revolucionarios, la utopía es creer que se pueden conciliar los intereses de los explotados con los de la burguesía.