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Hasta cuándo…

Desde la tragedia de Lampedusa en el Mediterráneo se han hecho mil y una propuestas sobre cómo solucionar la situación de millones de seres humanos que huyen de las guerras, las mafias, los gobiernos corruptos, de la precariedad, el hambre y la explotación.

Se hacen grandes reuniones, grandes actos de primeros ministros flagelándose públicamente ante la miradas de sus propias opiniones públicas. Pero todo es fariseísmo, ni ellos mismos creen lo que dicen porque, entre otras cosas, ellos no son los que deciden, quien decide es el mundo del dinero, el capitalismo y a este no le interesa que el mundo sea una balsa de aceite donde todos vivamos y comamos felices.

Ahora con la tragedia de miles de refugiados de las guerras viniendo a Europa nos volvemos a sobrecoger; la muerte en la playa de un niño, fotografiada (por cierto son miles los que mueren a diario en el mundo por causas evitables) volvió a poner en las agendas de los líderes mundiales la cuestión de qué hacer con un tsunami humano que no puede detenerse porque la ola de desesperación es enorme.

El sistema económico depredador que nos gobierna en el mundo, el llamado capitalismo, sólo entiende del beneficio a través de la explotación en sus diferentes niveles del hombre y la mujer con el único objetivo de satisfacer las necesidades de una minoría parasitaria y que genera en el mundo las guerras, la corrupción, el hambre, la precariedad y la miseria.

Sólo obtendremos la paz, la justicia, el trabajo y la fraternidad entre todos los seres humanos cuando el sistema económico que nos gobierna no sea el capitalismo; mientras este sistema perdure jamás podrá habrá un reparto equitativo de la riqueza, jamás habrá trabajo para todos los seres humanos, jamás dejará de haber guerras, jamás dejara de haber emigraciones masivas en busca del maná.

Solo a través de una sociedad fraternal, socialista y comunista podrá algún día la humanidad hacer honor a tal nombre, resolviendo entre todos los problemas que se nos presenten, de una forma colectiva y democrática, organizada no para el beneficio de unos cuantos sino para el bien común de la humanidad.